Enríquez-Ominami, de "díscolo" a líder progresista que lucha por un espacio

  • Hace cuatro años, el entonces candidato independiente Marco Enríquez-Ominami dio la sorpresa en la elección a la Presidencia de Chile al alcanzar el 20 por ciento del electorado y después creo un partido, pero hoy le cuesta llegar al 10 por ciento de apoyo.

Manuel Fuentes

Santiago de Chile, 16 nov.- Hace cuatro años, el entonces candidato independiente Marco Enríquez-Ominami dio la sorpresa en la elección a la Presidencia de Chile al alcanzar el 20 por ciento del electorado y después creo un partido, pero hoy le cuesta llegar al 10 por ciento de apoyo.

Candidato a la Presidencia por segunda vez, Enríquez-Ominami es el líder de la única fuerza política nacida en la reciente historia de la democracia chilena, el Partido Progresista, que en las municipales del año pasado logró siete alcaldías, entre ellas la de la ciudad fronteriza de Arica.

Hijo de un guerrillero muerto en la dictadura, Enríquez-Ominami irrumpió en 2009 en el hermético panorama político chileno con un discurso renovador que le convirtió en la revelación de la campaña electoral.

Con apenas 36 años, el joven candidato consiguió entonces romper la lógica de la política en Chile, cimentada sobre el binomio izquierda-derecha, y se situó tercero en la primera vuelta de aquellos comicios, por detrás del conservador Sebastián Piñera y del expresidente Eduardo Frei.

Enríquez-Ominami nació el 12 de junio de 1973 en Concepción. Es hijo de Miguel Enríquez, fundador y secretario general del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), y de Manuela Gumucio, hija del senador y fundador de la Democracia Cristiana Rafael Gumucio.

A los cinco meses de su nacimiento, su padre fue expulsado de Chile por un decreto militar junto a toda la familia, una situación que duro más de una década.

Durante el exilio en Francia, su madre se unió al hoy exsenador y exministro de Economía Carlos Ominami, un histórico dirigente socialista de quien Marco tomó su apellido para agregarlo al de su padre biológico.

"Junté el nombre de quién me dio la vida con el de quien me la salvó", explica el candidato.

Casado con la periodista y presentadora de televisión Karen Doggenweiler, que siempre ha jugado un papel muy activo en su campaña política, hasta hace cinco años Marco Enríquez-Ominami era más conocido como cineasta que como diputado.

Para optar a la presidencia de Chile en 2009 tuvo que renunciar al Partido Socialista, uno de los cuatro que integran la Concertación, ya que los responsables de la coalición se negaron a celebrar comicios internos y apoyaron directamente a Eduardo Frei, militante de la Democracia Cristiana.

Bautizado como el líder de los "diputados díscolos" por su actitud crítica con la Concertación y autor de más de 180 iniciativas legislativas en tres años, ME-O consiguió en aquel momento reunir las 36.000 firmas necesarias para inscribir su candidatura.

Con una imagen juvenil y aire desenfadado, Enríquez-Ominami se apropió del discurso del cambio y poco a poco fue ganándose el apoyo de los sectores desencantados con los partidos tradicionales y de los jóvenes que se mostraban reacios a votar.

Según Patricio Navia, profesor del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Nueva York y autor del libro "El Díscolo", Enríquez-Ominami es "un socialdemócrata europeo que cree en un Estado fuerte, pero también profundamente en el capitalismo", y que además está alejado del discurso antiestadounidense.

Hace cuatro años, Enríquez-Ominami irrumpió como un "outsider" en la política chilena; ahora los ciudadanos le conocen, pero su base electoral está concentrada en el norte del país, los jóvenes y los sectores más cultos y acomodados. Por eso, romper los límites sigue siendo su principal objetivo.

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