Merkel y los migrantes: de "Madre Teresa" al aislamiento en Europa

La jefa de gobierno Angela Merkel sigue defendiendo, un año después, su decisión de abrir Alemania a los refugiados, pese a que los elogios por su generosa acción dejan hoy paso a acusaciones de haber sembrado la discordia en Europa y exacerbado la crisis migratoria.

He aquí algunas preguntas y respuestas sobre el tema.

Por primera vez sin duda en una década de poder, el aspecto emocional desempeñó un rol en la decisión tomada por la hiperpragmática Angela Merkel, el 4 de septiembre de 2015: abrir las fronteras del país a las decenas de miles de refugiados bloqueados en la ruta de los Balcanes. Criticada por su frialdad y su rigidez en la crisis de la deuda, la canciller sorprendió esta vez a todo el mundo.

"Merkel hizo bien en abrir las fronteras pues si no lo hubiera hecho habría habido muertos, y la población alemana nos habría obligado a abrirlas", indica un ministro, que requiere el anonimato.

La opinión pública del país estaba en esa época bajo la conmoción que supuso el descubrimiento en Austria de 71 migrantes muertos en un camión, y la foto del pequeño sirio Aylan, yaciendo sin vida, ahogado, en una playa.

Y quizá influyera más en ella que extremistas de derecha trataran de impedir violentamente la apertura de un centro de acogida en Sajonia, a fines de agosto de 2015.

"Actuó por convicción. Estas protestas fueron traumatizantes para ella" estima Hajo Funke, profesor de Ciencias políticas de la Universidad Libre de Berlín.

"¿Acaso respetamos lo que nos dice la Constitución sobre la dignidad humana? ¿Estamos a la altura de nuestras ambiciones humanitarias y de lo que es el corazón de Europa? De eso se trata" explica la canciller, hija de pastor, esta semana en el diario Süddeutsche Zeitung.

Para sus partidarios, la canciller salvó los valores humanistas de Europa y la libre circulación de la zona Schengen. En el otoño de 2015 sería comparada por la prensa a Madre Teresa. Pero para sus detractores creó un "efecto llamada" en Europa y alentó a los migrantes a afluir.

Pese a que Alemania insiste en el respeto a las reglas comunes en Europa, Angela Merkel actuó sin concertación. "Merkel, caballero solitario" titula esta semana la revista Stern. Francia oculta difícilmente su irritación. La política migratoria de Merkel "no es sostenible" lanzó en febrero el primer ministro francés Manuel Valls.

Amparada por su rol importante en la gestión de la crisis de la deuda, Merkel creyó que podía convencer a Europa que aceptase un sistema de repartición obligatorio de migrantes entre países. Fracasó.

"La política migratoria (de Merkel) reveló por un lado la ausencia de solidaridad en Europa, y por el otro agravó esa falta de solidaridad. Desde todos puntos de vista las consecuencias para Europa son dramáticas" estima Andreas Rödder, profesor de historia contemporánea de la Universidad de Maguncia.

La canciller sale de ello "aislada en Europa" y sus decisiones "han tenido efecto" en la campaña del Brexit, en el Reino Unidos, donde el tema de la inmigración fue esgrimido por los partidarios de la salida, explica.

Ante las críticas, la canciller ha dado en parte marcha atrás. El régimen de asilo fue endurecido en Alemania. Su gobierno además tuvo que volverse hacia Turquía --pese a la deriva autoritaria de su presidente-- para pedirle ayuda para frenar el flujo de migrantes un pacto UE-Turquia fue muy criticado por las ONG.

En su país se enfrenta a la emergencia de la derecha populista, que va de éxito en éxito, y que por primera vez debe ingresar al Bundestag en 2017 en las próximas legislativas.

Al mismo tiempo, Merkel padece una rebelión en la rama bávara del CSU, de su familia conservadora el CDU, que quiere cerrar fronteras y amenaza con no apoyarla para un nuevo mandato.

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