La cláusula de eternidad

    • El expresidente de Castilla y León pone como ejemplo la ley fundamental alemana ha conseguido lo indispensable para la convivencia
    • Lucas desliza la posibilidad de reformar la Constitución al sugerir que se haga como en Alemania donde se ha reformado en los últimos años.
Faltan 19 senadores por acreditarse en vísperas de la constitución de la Cámara
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En octubre de 1962, en plena crisis de los misiles, el presidente Kennedy decidió comparecer ante el pueblo estadounidense para anunciarle su estrategia de respuesta. Sabía que así, perdería el factor sorpresa, pero sostenía que si sus conciudadanos iban a morir, al menos debían saber por qué lo hacían. Ted Sorensen, su consejero técnico, recibió el encargo de escribir dos discursos: uno para anunciar el bloqueo de Cuba, el otro para declarar la guerra. Finalmente, Kennedy optó por la primera solución. Ken O'Donnell, jefe de gabinete del presidente, felicitó a Sorensen por su histórico discurso pero le pidió el otro: "No lo escribí" respondió, "no se puede escribir lo impensable".

Los alemanes aprendieron la lección en su día, la democracia no puede convertirse en una herramienta en manos de sus enemigos. Si toda norma jurídica es hija de su tiempo, la Ley Fundamental de Bonn de 1949 (la constitución alemana para entendernos), más aún.

Recordemos la situación: un país derrotado militarmente en 1945, incluso inexistente, dividido en cuatro zonas de ocupación y hundido en lo moral al conocerse por el mundo entero, la extrema barbarie de los campos de concentración y de exterminio nazis. En ese contexto, los dirigentes de los tres sectores occidentales, el americano, el inglés y el francés, optaron por dar el paso a una unificación monetaria y económica (1948) y promovieron un texto normativo del máximo rango. Pero se omitió el nombre de Constitución, porque tal cosa presupone la existencia de un pueblo libre y unido. De ahí que se hablara sólo de "Ley fundamental". Las desdichadas circunstancias históricas explican también que el Art. 1, lejos de hablar de naciones y de Estados, empiece proclamando que "la dignidad humana es inviolable". Lo que les había sucedido a los judíos, gitanos y homosexuales, no podía volver a ocurrir.

Desde 1949 hasta 2015 han transcurrido casi setenta años. Y muy intensos: Fin del régimen de ocupación, entrada en la OTAN, uno de los seis países fundadores de la Comunidad Económica Europea, apertura al Este, caída del muro de Berlín, Reunificación. Cuatro Cancilleres de extraordinaria lucidez y determinación (Adenauer, Brandt, Schmidt y Kohl) supieron, cada uno con su propio estilo, hacer las cosas bien. Mientras tanto, la Ley Fundamental – así en su regulación de los derechos fundamentales como en lo relativo al federalismo – había ganado tanto prestigio que en 1990 nadie se planteó derogarla. Simplemente se extendió su vigencia a los nuevos territorios.

¿Estamos ante un texto petrificado? Nada de eso. En los setenta años vividos desde 1949 ha tenido muchas modificaciones. Aproximadamente una por año. Destaquemos la de 2005/2006, obra del primer Gobierno de coalición liderado por Ángela Merkel, que sobre todo sirvió para introducir claridad en el reparto de competencias (y de dinero) entre la Federación y los Länder.

Ahora que en España estamos hablando con ligereza de cambios por tener una mayoría del 51% o incluso del 47% que parece que legitima todo, deberíamos recordar lo que un país federal como Alemania dice en su art. 79 párrafo 3 de la Ley Federal: "No está permitida ninguna modificación de la presente Ley Fundamental que afecte a la organización de la Federación en Länder, o el principio de la participación de los Länder en la legislación, o los principios enunciados en los artículos 1 y 20"¿Y qué dicen esos artículos? Art. 1: Protección de la dignidad humana (copiado en nuestra Súper Ley en su art. 10), Art. 20: La RFA es un Estado federal democrático y social. Es decir, ni siquiera el 100% de los parlamentarios podrían alterar estos principios fundamentales. Los constitucionalistas alemanes se refieren a este precepto como "LA CLAUSULA DE ETERNIDAD".

Ironías de la historia. Una Constitución nacida como provisional – de hecho, insisto, ni tan siquiera se llama Constitución- sin embargo ha sobrevivido a todo y, con las necesarias reformas, ha sabido mantener lo indispensable para la convivencia y el desarrollo de un país: Igualdad y dignidad vital, la primacía de la Constitución sobre el poder legislativo y de la ley sobre los restantes poderes, y la unidad de la nación dentro del orden federal, así como la recíproca lealtad constitucional entre la Federación y sus territorios. ¿Por qué no queremos verlo? La evolución no afecta a la esencia de las cosas.

Sepamos nosotros entender y, por qué no amar, nuestra propia Ley Fundamental. Tengamos el máximo respeto hacia las personas que nos han elegido, a todos, para llevar a cabo un buen trabajo. Avancemos pero sin dar espacio a lo impensable. Porque lo impensable, en democracia, es lo indeseable. Y en democracia, frente a lo impensable e indeseable, tenemos la ley.

Juan José Lucas. Expresidente primero del Senado y expresidente de Castilla y León

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