Marmitas con viandas de todo Irak para las tropas del frente de Mosul

Abu Ahmed conduce desde hace siete horas su camioneta blanca. Salió por la noche y cruzó todo Irak para transportar ollas enormes con guisos de carne y decenas de kilos de arroz para las tropas.

Tocado con un pañuelo blanco, este chiita de la ciudad de Nayaf deposita las vituallas bajo una señal de carretera que anuncia que a 59 km se halla Mosul, la gran ciudad del norte todavía bajo control de miles de yihadistas del grupo Estado Islámico (EI).

Su convoy "aporta su apoyo" a las tropas iraquíes movilizadas en el frente sur. Hizo el mismo trayecto muchas veces.

Todo comenzó el día de la fetua. Fue en junio de 2014, cuando el EI se apoderó de Mosul, que alberga numerosos lugares santos chiitas. El ayatolá Ali al Sistani, la principal autoridad religiosa chiita en Irak, declaró la "yihad" (un término que significa lucha en árabe).

Enseguida se puso en marcha una movilización popular (las Hashd al shaabi). Estas brigadas paramilitares de mayoría chiita disponen de las mismas armas que las fuerzas regulares, a veces incluso de mejor calidad, y teóricamente se encuentran bajo el mando del primer ministro.

Fueron a varios frentes. Controlan las aldeas al sur de Mosul y este sábado lanzaron una operación para recuperar una localidad al oeste del bastión del EI y cortar las líneas de aprovisionamiento de los yihadistas con Siria.

Para los chiitas, una confesión mayoritaria en Irak pero marginada bajo el régimen de Sadam Husein, la batalla contra los hombres del "califato" sunita proclamado en Mosul por Abu Bakr al Bagdadi es de suma importancia.

Las brigadas Hashd están acusadas de ejecuciones sumarias y secuestros.

El fervor por el ayatolá Sistani es tal que su foto figura en todas las esquinas. Algunos la llevan en la hombrera, otros pegada a sus teléfonos móviles.

Los convoyes que convergen actualmente hacia el frente son de tradición religiosa.

"Los convoyes de Hussein", nombre del nieto del profeta Mahoma y una de las figuras más veneradas del chiismo, solían ocuparse de los peregrinos. Pero en 2014 algunos fueron enviados a los frentes en los que se combatía a los yihadistas.

Los hombres del Hashd, al igual que los policías y las fuerzas federales iraquíes, son "muyahidines" (combatientes de Dios), asegura Ryad al Atabi, de 42 años. Los blindados están llenos de banderas chiitas y escriben los nombres de los imanes Alí y Husein en los muros de las ciudades que toman.

Son "héroes que sacrifican su vida y nosotros, les brindamos el apoyo que podemos, cocinando para ellos", explica este vendedor de coches que dejó a su familia en Bagdad para instalarse durante una semana a unos kilómetros del frente.

"El 'hashd' es tanto combatir como servir a los combatientes", coincide Abu Ali al Akiali, al mando del convoy de día. Él dice que todos sus fondos provienen de particulares, pero muchas voces los acusan de estar financiados por Irán.

Ali, de 30 años, combate en el Hashd "desde el día de la fetua". Desde hace dos años "noche y día, estos convoyes están ahí para nosotros", dice. Unas provisiones que también llegan a las tropas regulares.

Husein Ali, de 21 años, forma parte de la policía federal y controla Fishqeh, uno de los últimos pueblos arrebatado al EI en el frente sur.

Se encuentra a sólo 25 km de Mosul y a muy pocos kilómetros de los yihadistas. En el último paquete del Hashd había "ropa interior, calzado, fulares, gorras e incluso recargas telefónicas", enumera.

"Hacemos una colecta en nuestro barrio y llevamos a cada combatiente cigarrillos, ropa, comida", explica Mohamed Setar, quien salió a las dos de la madrugada de Bagdad para ayudar a Ali, a Husein y a todos los demás.

"No tenemos miedo, ni siquiera a unos kilómetros del frente", afirma este ingeniero, padre de dos niños.

A lo lejos se ven convoyes con matrículas de todo el país: Bagdad, Babilonia, Suleimaniya... Los camiones van llenos a rebosar.

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