Obama en Arabia Saudí en un clima de tensiones con su aliado del Golfo

Barack Obama inició el miércoles una visita de dos días a Arabia Saudí, aliado histórico de Estados Unidos, que no ha digerido bien la apertura de Washington hacia Teherán.

Tras llegar a primera hora de la tarde a Riad, capital del rico reino petrolero, el presidente estadounidense prevé reunirse con el rey Salmán, de 80 años, antes de participar el jueves en una cumbre con las seis monarquías del Consejo de Cooperación del Golfo (Arabia Saudí, Bahréin, Emiratos, Kuwait, Omán y Catar).

La llegada del presidente estadounidense no fue transmitida en directo por la televisión nacional, como fue el caso en su anterior visita en enero de 2015.

Las decisiones de la administración Obama - desde la negativa a intervenir en Siria contra el régimen de Bashar al Asad a las negociaciones nucleares con Irán, gran rival chiita de Riad- han provocado rechazo en las monarquías sunitas.

"Incluso si la visita es presentada como una ocasión para reforzar la alianza, esta evidenciará hasta qué punto Washington y Riad se han distanciado en los últimos ocho años", consideraba Simon Henderson del Washington Institute for Near East Policy.

"Para Obama, el problema central de Oriente Medio es la lucha contra el grupo Estado Islámico (EI). Para la dinastía Al Saud, (el problema) es Irán", resumía en una tribuna publicada en Foreign Policy.

Ante quienes apuestan por una visita de despedida (la última de Obama antes de abandonar el poder) resumida en una simple foto de familia, la Casa Blanca recuerda la solidez de una alianza que data de la época de Franklin Roosevelt, y subraya los esfuerzos conjuntos contra los yihadistas en Irak y Siria.

"La relación siempre ha sido compleja (...) pero existe una base de cooperación sobre intereses comunes, en particular la lucha antiterrorista", asegura Ben Rhodes, asesor cercano a Obama.

Las monarquías esperan un refuerzo de la asistencia militar estadounidense - ya de por sí muy elevada- pero también ayuda para luchar contra los ciberataques; en particular, temen que Teherán apoye a disidentes para fragilizar a sus regímenes.

Las monarquías sunitas esperan también que el presidente estadounidense, que dejará el cargo en enero de 2017, articule un discurso firme contra Teherán.

En un artículo publicado a mediados de marzo en la revista The Atlantic, Obama rechazaba el argumento de que "Irán es la fuente de todos los problemas", y llamaba a sus "amigos" saudíes a encontrar el modo de entenderse con Teherán. Su propuesta fue muy mal recibida en Riad.

Otra cuestión sensible y fuente de tensiones recurrentes es el posible rol de Arabia Saudí en los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos (15 de los 19 secuestradores de los aviones eran de esa nacionalidad).

Responsables republicanos y demócratas han presentado un proyecto de ley que permitiría llevarlos ante la justicia americana.

En la víspera de su viaje, Obama quiso explicar hasta qué punto se "oponía" a este texto. "Si hacemos posible el hecho de llevar ante la justicia a otros países, abrimos la puerta a que individuos de otros países lancen continuamente acciones legales contra Estados Unidos", advirtió.

El ejecutivo estadounidense espera que las conversaciones se concentren en la lucha contra el EI, que ha sufrido serios reveses en Irak, y en encontrar soluciones para los conflictos de la región.

Pero en Siria y en Yemen, los tímidos esfuerzos de paz han mostrado en las últimas 48 horas hasta qué punto son frágiles.

En una carta abierta a Barack Obama, Amnistía Internacional le pide que ponga la cuestión de los derechos humanos en el centro de las discusiones, lamentando que las voces discordantes en las monarquías del Golfo sean sistemáticamente "silenciadas" con la excusa de la seguridad nacional.

"Acallar esas voces - defensores de los derechos humanos, activistas, periodistas, líderes de la oposición- se ha convertido en una rutina", lamentó la ONG.

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