El arzobispo castrense ensalza la "grandeza" de los soldados españoles y su contribución a la cultura de la paz

EUROPA PRESS
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"Sin los trabajos, esfuerzos y profesionalidad de nuestros militares, sin la labor acogedora, cercana y abnegada de nuestros capellanes, esta promoción de la cultura de la paz no sería posible en nuestro país o los demás países de nuestro entorno", subraya en el texto.

Según precisa, en este acompañamiento "en las alegrías y en las penas, en tiempo de paz o de conflictos" es donde se descubre "la grandeza de ser soldado, el cual está dispuesto a entregar su vida para garantizar los derechos de la legítima defensa, de la independencia territorial y de la imprescindible libertad de España y de sus ciudadanos".

Bajo el título 'La Cultura de la Paz', el arzobispo castrense realiza un recorrido por los mensajes pontificios enviados con motivo de la Jornada Mundial de la Paz por los distintos pontífices, desde Pablo VI hasta Francisco y concluye que en todos transpira una preocupación de fondo: "el futuro del cristianismo y de sus instituciones pasa por la cultura de la paz, como espacio decisivo y renovado en la misión de la Iglesia".

Si bien, Del Río recuerda que en el mundo existen "el mal y la ambición humana, que destruye a las personas y a las naciones" y de ahí "que los poderes públicos tengan el derecho y el deber de mantener la defensa, la integridad y la independencia nacional".

Además, puntualiza que para preservar y proteger los derechos personales y colectivos de la nación, del país y del Estado son necesarias unas Fuerzas Armadas y unos Cuerpos de Seguridad del Estado.

"La existencia de unas Fuerzas Armadas y unos Cuerpos de Seguridad del Estado, y su pertenencia a ellas, no están reñidas con el compromiso de ser constructores de la paz. De esto fue muy consciente el papa Wojtyla, que en diversas ocasiones llamaría a los militares 'centinelas de la paz'", enfatiza.

En cualquier caso, el arzobispo castrense recuerda el "deber ético" de condenar la guerra y la carrera de armamentos, posicionándose así en favor del desarme. Además, advierte de los peligros de la "guerra moderna" con armas atómicas, bacteriológicas o químicas.

"Es frecuente oír si todavía es aceptable el criterio de la guerra justa. Una guerra que implique el uso de armas atómicas, bacteriológicas o químicas difícilmente puede ser considerada justa, en cuanto que el daño que de ella se derivaría sería muy superior a la injusticia sufrida. No existe proporcionalidad, dado que una guerra moderna significa la destrucción total. Hoy la guerra se ha convertido en una locura y no en un remedio para reparar las injusticias", advierte.

En su lugar, invita a poderes, organizaciones internacionales, medios de comunicación, ciudadanos y especialmente, cristianos, a contribuir a la regulación pacífica de los conflictos y a la elaboración de procesos de cooperación y de desarme "que hagan las guerras impensables".

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