PDeCAT y ERC: tensiones, traiciones y maniobras electorales en la oscuridad

  • Una vez confirmado el gatillazo del “procés”, cada uno debe prepararse por su cuenta, desmarcándose cuanto antes de las amistades peligrosas.

    La coalición Junts Pel Sí con ERC no se va a reeditar. Huele más a deriva de izquierdas con Oriol Junqueras con Pablo Iglesias y Xavier Doménech.

Puigdemont se saluda con Rajoy, este sábado en Cataluña.
Puigdemont se saluda con Rajoy, este sábado en Cataluña.
José Luis Roig

Pasado el Rubicón del dolor por el atentado de Barcelona y Cambrils, incluida la manifestación del pasado sábado que tuvo mucho de secesionista y poco de homenaje a las víctimas, llega la hora de poner de nuevo el foco en la actualidad política de Cataluña.

Y esa actualidad viene cargada de tensiones, traiciones y maniobras electorales en la oscuridad. La famosa coalición de Junts pel Sí, que montaron en 2015 la difunta Convergencia (ahora PDeCAT) y Esquerra Rapublicana (ERC) es hoy día un matrimonio moribundo de conveniencia que tiene los días contados. De cara a la galería independentista y la sociedad catalana el Govern sigue avanzado hacia su objetivo del 1 de octubre.

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Sin embargo, de cara a la cruda realidad que se cuece en la sede de los partidos ha llegado la hora de salvar los muebles, es decir, de prepararse para el día después, el 2-O. Ese día después traerá además de frustración, unas elecciones autonómicas que ya suenan de fondo para el próximo mes de abril o mayo de 2018.

Tan avanzados están los planes de futuro, que el PDeCAT ya ha anunciado su ruptura con la CUP. Incluso faltando semanas para el desenlace del 1-O, ya se han cansado de aguantar los desvaríos políticos de los bolcheviques cuperos, lo anunció la coordinadora general del partido, Marta Pascal, “estamos hartos del afán de protagonismo de la CUP, y a partir de 1 de octubre no haremos nada más con ellos”.

A buenas horas mangas verdes, sorprenderse ahora de cómo se las gastan los cuperos de extrema izquierda es ser muy ingenuo, o más bien es el claro reflejo de que aquí hay gato encerrado, hay unas elecciones a la vista. Una vez confirmado el gatillazo del “procés”, cada uno debe prepararse por su cuenta, desmarcándose cuanto antes de las amistades peligrosas.

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A esta anunciada ruptura hay que añadirle los coqueteos discretos pero a su vez reiterados de Oriol Junqueras con Pablo Iglesias y Xavier Doménech. El último galanteo fue hace tres días en una selecta cena en Barcelona en casa del empresario de comunicación, Jaume Roures, presidente de Mediapro.

Los tres políticos no sólo hablaron del terrible atentado de las Ramblas, sino del escenario político que se presentará tras la no independencia. También hay que incluir en estos movimientos fuera de escena los preparativos de precampaña del PSC, donde Miquel Iceta –con el apoyo y la bendición de Pedro Sánchez- ya está elaborando el

programa electoral que servirá de guía para las autonómicas.

Si atamos cabos, y unimos en el tiempo y el espacio estas movidas políticas, tenemos ya la ensaladilla prelectoral montada. Incluso la antes mencionada Marta Pascal ha dicho públicamente que “esto huele a tripartito”, refiriéndose a la cena en casa de Roures; que es como decir que algo huele a podrido, no en Dinamarca, pero sí en la actual coalición del Gobierno catalán.

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Por si cupiera duda alguna, la coordinadora general del partido de Carles Puigdemont, ha querido ser más explícita en sus declaraciones de ayer a Onda Cero: “No me lo esperaba. Nosotros estamos más pendientes de que el 1-O sea una realidad y otros (Junqueras) de lo que viene después”. También ha dejado claro por si alguien aún no se había enterado, que la coalición Junts Pel Sí con ERC no se va a reeditar. “Parece que lo que viene es una deriva de izquierdas”, en clara alusión al triángulo Iglesias-Junqueras -Doménech.

Tras ver cómo se tejen las maniobras políticas detrás de las soflamas independentistas, queda palmario que el referéndum del 1-O y todo lo que él conlleva, incluida la Ley de Transitoriedad Jurídica y Fundacional de la República, es un juego de espejos para presionar al Gobierno central y que cometa alguna “torpeza” o exceso político o policial, que sirva para enarbolar la bandera de la afrenta y así presentarse ante la sociedad catalana como víctimas de la intolerancia del Estado español.

Un victimismo que siempre ha dado buenos réditos en Cataluña, pero que tras pincharse el globo del soberanismo puede pasar algunas facturas imprevistas y abrir nuevos escenarios políticos. Hoy por hoy, lo único que está claro en Cataluña es que puede pasar cualquier cosa, menos una ruptura unilateral, y eso lo saben sobre todo Puigdemont y Junqueras.

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