Los conservadores y laboristas se enfrentan en ajustada elección en Australia

Los australianos votaron este sábado en unas elecciones que se proyectan como muy reñidas, en las que el primer ministro saliente de la coalición conservadora se expresó confiado en que se impondrá a los laboristas.

Malcolm Turnbull, de 61 años, estimó que estará en condiciones de formar gobierno, pese que no se prevé que haya una victoria contundente de su formación.

"Podemos confiar en que podremos formar una coalición mayoritaria para el nuevo parlamento", dijo este domingo Turnbull. "Con seguridad somos los únicos que tenemos la capacidad o la posibilidad de hacerlo", afirmó.

Sin embargo, el país ha sufrido en los últimos años de inestabilidad política, con cinco primeros ministros en cinco años.

Unos 15,6 millones de electores estaban llamados a las urnas para elegir a 150 miembros de la Cámara de Representantes y 76 senadores.

Turnbull espera legitimarse en estas elecciones tras el "golpe de Estado" interno en el partido liberal que hizo caer en septiembre a Tony Abbot.

Tras una campaña en la que los resultados se proyectaban como muy ajustados, Turnbull utilizó en la recta final el temor sobre los efectos del Brexit en la economía.

Los principales grupos mediáticos australianos, como News Corps Australia o Fairfax Media, se han posicionado a favor de Turnbull en nombre de la estabilidad.

"Tenemos que resistir, tenemos que tener un plan para responder a las necesidades de esta época, una época de desafíos y de oportunidades", dijo Turnbull, exbanquero y multimillonario que también ejerció como periodista.

Los primeros sondeos a pie de urna del sábado en Australia confirmaron que será un duelo reñido.

La coalición conservadora y la formación laborista encabezada por Bill Shorten habrían obtenido respectivamente cerca del 50% de los votos, según una encuesta de Channel Nine realizada en 25 circunscripciones.

Otra encuesta de Skynews daba la victoria a Turnbull, con el 62% de los electores considerándole ganador frente al 19% que apostaba por Shorten.

La mayoría de los colegios electorales cerraron a las 08H00 GMT del domingo.

Desde la llegada del laborista Kevin Rudd en 2007 al poder tras una década de "reino" del liberal John Howard, el mundo de la política australiana se ha visto particularmente agitado.

Rudd fue derrotado por la laborista Julia Gillard en 2010 antes de retomar el poder en 2013 y cederlo a los pocos meses en elecciones legislativas a Tony Abott, derribado a su vez por Turnbull.

Los próximos comicios debían celebrarse antes de enero de 2017 y Turnbull decidió adelantarlos para asentar su mayoría en el senado.

El equilibrio de poder en la cámara alta depende actualmente de independientes o representantes de partidos minoritarios que han bloqueado algunos de sus proyectos de reforma.

Turnbull podría lamentar su decisión, ya que ciertas encuestas predicen un aumento de independientes o de formaciones minoritarias como los Verdes.

"Las alternativas nunca han sido tan vastas", considera el politólogo Nick Ecomou, de la Universidad de Monash.

La popularidad del primer ministro también ha caído por las dudas sobre la eficacia de sus reformas, y por disputas internas espoleadas por los partidarios de su predecesor en el cargo.

Los laboristas, por su parte, han hecho una campaña clásica, prometiendo inversiones en salud y educación, mayor justicia fiscal y el desarrollo de las energías renovables.

Durante la campaña, Turnbull ha prometido reducciones de impuestos, ha defendido su controvertida política migratoria, y sobre todo, ha destacado la amplia experiencia económica de su equipo, en un momento en que Australia, que lleva un cuarto de siglo sin experimentar un periodo de recesión, negocia el fin de la era dorada de la minería.

En lo relativo a la cuestión fundamental del cambio climático, pese a ser considerado más sensible que Abott en materia medioambiental, no ha cambiado en absoluto la línea de su predecesor.

Admitiendo la importancia del carbón para su economía, los laboristas tampoco prevén una salida plena del uso de este fósil. Shorten propone un objetivo de reducción de las emisiones del 45% respecto a 2005 con horizonte 2030, mientras que Turnbull apuesta por un 26%.

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