Los filipinos a punto de consagrar presidente al provocador antisistema Duterte

El candidato presidencial filipino Rodrigo Duterte, que realizó una campaña plagada de provocaciones en la que prometió exterminar a miles de criminales, se perfilaba el lunes como el indiscutible vencedor de los comicios del domingo.

Duterte, alcalde de la gran ciudad de Davao (sur), de 71 años, obtenía el 38,92% de los sufragios, tras el recuento del 63% de los votos.

En segundo lugar se situaba la senadora Grace Poe, con 22,14%, seguida de cerca por Max Rosas, candidato del presidente saliente Benigno Aquino, según el PPCRV, un organismo católico de fiscalización electoral, acreditado por el gobierno para compilar resultados.

El sistema electoral filipino no prevé segunda vuelta, por lo cual el ganador de los comicios, incluso sin mayoría absoluta, tiene asegurado el sillón presidencial de este archipiélago del Pacífico occidental, de 102 millones de habitantes.

Dutarte "ya es casi el seguro ganador", dijo a la AFP el analista político Ramon Casiple.

Duterte se negó sin embargo a hacer gala de triunfalismo: "No estaré ahí hasta no estar ahí. Y si mi destino es estar ahí, lo aceptaré", declaró después del escrutinio de la mitad de los votos.

Los medios locales tampoco se apresuraron a proclamar su victoria, pues no estaba claro si el escrutinio ya se había efectuado en uno de los bastiones electorales de la oposición.

Tres décadas después de la revolución que expulsó del poder al dictador Ferdinand Marcos, los detractores de Rodrigo Duterte advirtieron del riesgo de que su elección acarree una nueva época convulsa para Filipinas.

"Necesito su ayuda para detener el regreso del terror en nuestro país. No puedo hacerlo solo", dijo en Manila el sábado en referencia Benigno Aquino, cuya madre, Corazón Aquino, encabezó el movimiento democrático que derrocó a Marcos y presidió la nación durante seis años.

Pero los filipinos, que no han visto reflejado el crecimiento económico del país en una mejora de su nivel de vida, parecieron ignorar esas advertencias y prestar oídos a la prédica de Duterte contra les élites.

Según Duterte, para acabar con la pobreza hay que erradicar el crimen. Pero para ello hace falta saltarse a una justicia ineficaz y corrupta y ordenar a las fuerzas de seguridad la eliminación de los criminales.

"¡Olvidad las leyes sobre los derechos humanos!", gritó en su último mitin.

"Si soy elegido presidente, haré exactamente lo que hice como alcalde. Vosotros, traficantes, atracadores y canallas, sería mejor que se vayan, porque los voy a matar", advirtió.

El abogado y alcalde amenaza además con establecer un gobierno unipersonal, si los legisladores le desobedecen.

En un país donde el 80% de sus habitantes son fervientes católicos, Duterte se permitió incluso insultar al papa Francisco. En un discurso para lanzar su campaña el año pasado, lo calificó de "hijo de puta", por haber provocado atascos durante una visita al archipiélago.

Los filipinos celebraron además el domingo comicios locales y nacionales, con más de 18.000 mandatos en liza en una jornada que culmina una secuencia empañada por la violencia.

La policía confirmó la muerte de 15 personas en ataques relacionados con las elecciones este año. Otras 10 personas murieron el lunes en varios lugares del archipiélago. Pero las autoridades consideraron que estos incidentes no tuvieron ningún impacto en las elecciones.

Pese a tener une media de crecimiento económico anual de 6% en estos últimos años, más de un cuarto de la población sobrevive con ingresos por debajo del umbral de pobreza, es decir, la misma proporción que hace seis años.

Desde hace 30 años, el archipiélago ha sido dirigido, tanto a nivel local como nacional, por clanes familiares apoyados por importantes empresarios, un sistema que ha ahondado aún más las diferencias entre ricos y pobres.

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