La Cachemira india se levanta a martillazos tras las inundaciones

  • Antaño escenario de amores imposibles en películas de Bollywood y destino predilecto de turistas, la Cachemira india se levanta a martillazos tras ser arrasada por unas inundaciones que cayeron como una maldición cuando se recuperaba de dos décadas de conflicto.

Jaime León

Srinagar (India), 23 dic.- Antaño escenario de amores imposibles en películas de Bollywood y destino predilecto de turistas, la Cachemira india se levanta a martillazos tras ser arrasada por unas inundaciones que cayeron como una maldición cuando se recuperaba de dos décadas de conflicto.

Desangrada por la violencia y la guerra que estallaron en 1989 y que ha causado 68.000 muertos, está región del Himalaya había comenzado a recuperar la normalidad y a ver cómo el turismo, uno de los pilares de la economía local, volvía a regresar a los pies del Himalaya.

Pero el 7 de septiembre las fuertes lluvias fuera de temporada sumergieron al 80 % de la región bajo el agua, causando la muerte de 277 personas, obligando a evacuar a 237.000 y dejando a miles de vecinos sin casas.

Tres meses después del desastre y en medio del duro invierno con temperaturas bajo cero, los cachemires luchan por reconstruir sus viviendas, sus negocios y sus vidas de nuevo.

Por toda Srinagar, capital de verano de la región, resuenan los martillazos y ruge la maquinaria entre casas sin paredes, algunos edificios completamente derruidos, aceras llenas de ladrillos, maderas y cemento, entre rememoraciones de lo ocurrido.

"El agua me llegaba a la cabeza. Nuestro hotel se vino abajo, quedó muy destruido. No nos podíamos mover de un sitio a otro. Estábamos asustados", dijo a Efe Yusuf, dueño de un establecimiento hotelero en el lago Dal.

Yusuf reconstruye ahora su hotel con sus propias manos, trata de levantar una pared que se vino abajo y arreglar el tejado con la ayuda de su hermano.

"El Gobierno me ha dado como compensación 12.000 rupias (155 euros), pero con eso no tengo ni para empezar", afirmó Yusuf, en cuyo salón todavía se observa la marca que dejó el agua a unos dos metros de altura y la humedad se cuela en los huesos.

El hostelero recibió ayudas, algo que no ha conseguido Omar, dueño de un taller de aluminio en el área de Maisuma y cuya casa quedó completamente destruida.

"Estoy durmiendo con mi mujer y mis dos hijos en el suelo de una barbería de un amigo ya que nuestra casa es inhabitable. Hasta que no llegue el buen tiempo, en tres meses, no podremos comenzar a arreglarla", dijo a Efe Omar, que sí trabaja en la reconstrucción de su taller para volver a tener ingresos cuanto antes.

Los vecinos de esta ciudad de aspecto medieval a los pies del Himalaya reprochan la gestión de las inundaciones a la gobernante Conferencia Nacional de Omar Abdulá, quien admitió que durante el desastre estuvo sin Gobierno porque estaba "incomunicado", al igual que sus ministros.

Las inundaciones han supuesto un duro golpe para una región convaleciente de la rebelión que estalló contra el Gobierno indio que convirtió esta zona disputada por Pakistán en una de las más militarizadas del mundo bajo la ley marcial.

Los cachemires quedaron atrapados en el fuego cruzado entre la insurgencia y los 500.000 soldados indios desplegados para sofocar la revuelta.

En los últimos años la actividad insurgente había bajado a niveles históricos y con ello había comenzado a regresar el turismo, principalmente local y en menor medida extranjero, que venía a pasear en shikara -especie de góndola- por el lago Dal o hacer senderismo por las montañas de la zona.

"Las cosas estaban mejorando tras años de violencia. El conflicto había disminuido y los turistas venían de nuevo", indicó a Efe Jon -así lo conocen sus amigos-, dueño de una casa de huéspedes que quedó muy afectada por las inundaciones y que recibió 2.300 rupias (29 euros) como ayuda del Gobierno.

El hostelero regresó a Srinagar hace cuatro años tras tener que irse a trabajar a otras ciudades indias en 1990 para poder alimentar a su familia porque durante el conflicto no podía ganarse la vida en Cachemira.

Y las cosas iban a mejor: este año llevó a las montañas a unos 90 turistas, frente a los 60 de 2013, los 10 de hace cinco años o los 7 de 2004.

"Ahora tenemos que empezar de nuevo", afirmó Jon.

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