Loretta Lynch, la primera afroamericana al frente de la Justicia de EE.UU.

  • Loretta Lynch, una veterana fiscal federal de perfil discreto, se convertirá en la primera secretaria de Justicia afroamericana de EE.UU. si el Senado confirma su nominación por parte del presidente Barack Obama.

Cristina García Casado

Washington, 8 nov.- Loretta Lynch, una veterana fiscal federal de perfil discreto, se convertirá en la primera secretaria de Justicia afroamericana de EE.UU. si el Senado confirma su nominación por parte del presidente Barack Obama.

De llegar al cargo, esta será la primera vez en dos siglos que se asciende a un fiscal federal a la Secretaría de Justicia desde que en 1817 el entonces presidente James Monroe eligió para el cargo al fiscal federal del este de Virginia.

Obama, consciente del nuevo escenario político abierto tras las legislativas, ha escogido a una candidata conciliadora que puede obtener sin mayor dificultad el beneplácito de un Senado que a partir del 3 de enero tendrá mayoría republicana.

Aunque el presidente ha acelerado su nominación para que la vote el actual Senado controlado por su partido, el futuro líder de la mayoría en la cámara, Mitch McConnell, ha advertido de que este es un asunto que debe abordar ya el nuevo Congreso.

De darse ese escenario, Lynch está bien posicionada: el Senado la confirmó en dos ocasiones (en 1999 con Bill Clinton y en 2010 con Obama) como fiscal federal del Distrito Este de Nueva York y no se le vincula tanto con el presidente como a otros candidatos que se barajaban.

Lynch es una apuesta por el entendimiento con la oposición después de seis años en los que su predecesor y muy cercano colaborador de Obama, Eric Holder, ha recibido duras críticas de los republicanos, que le acusan de haber hecho un uso partidista de la Justicia.

"Espero que su labor en el cargo, si se confirma, restaure la confianza en el fiscal general como una voz política independiente para el pueblo estadounidense", dijo el senador republicano Charles E. Grassley, del comité judicial, tras el anuncio de su nombramiento.

De 55 años, y graduada en Derecho por Harvard, Lynch ha compaginado su carrera como fiscal general con el trabajo en varios despachos de abogados y cuenta con un amplio apoyo entre las bases demócratas y los activistas más progresistas.

Nacida en Greensboro (Carolina del Norte), hija de un pastor baptista y una bibliotecaria, Lynch coincide con Holder en que la reforma del sistema de Justicia debe ser prioritaria para reducir los niveles de encarcelamiento, sobre todo entre los afroamericanos.

Pese a dirigir una de las oficinas de fiscal general más importantes del país, que abarca los distritos de Brooklyn, Queens, Staten Island y Long Island, Lynch evita siempre que puede los medios de comunicación y procura mantener un perfil bajo.

Los temas principales de su equipo son el crimen organizado, las bandas callejeras, el terrorismo y la corrupción pública. Sobre su mesa está ahora el caso del congresista republicano Michael Grimm, acusado de fraude.

Entre otros casos, su oficina se ha ocupado del procesamiento del presunto guerrillero de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) Jair Estupiñán Montaño acusado de tráfico de drogas, así como la petición de extradición del detenido narcotraficante mexicano Joaquín "el Chapo" Guzmán, capo del cártel de Sinaloa.

Lynch era una práctica desconocida fuera de su distrito hasta que a finales de los años 1990 ganó repercusión en el estado por liderar el equipo que procesó a dos policías que agredieron sexualmente con un palo de escoba al inmigrante haitiano Abner Louima.

Ganó proximidad con Holder en los últimos tiempos a raíz de su nombramiento como directora del comité asesor del fiscal general, integrado por los fiscales federales.

Esa es su única experiencia política en Washington, por lo que se baraja que su subsecretario sea un veterano curtido en la capital. Entre los nombres que suenan está el de Ron Klain, coordinador general de la respuesta del Gobierno ante el ébola a nivel nacional.

Su nombramiento, que llega sólo cuatro días después de las legislativas, ofrece a Obama la oportunidad de mostrar una cara nueva en su Administración, cuestionada tanto por la oposición como por los electores.

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