La socialdemocracia europea: reconquistar el centro o morir

    • La debacle histórica del PASOK griego es la caricatura de la situación que vive el socialismo europeo.
    • En grave riesgo de ser devorados por los partidos de izquierda más extrema, el gran error será dejarse influir por sus políticas.

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez.
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez.

El PASOK escribió el domingo su particular tragedia griega. El que hasta tiempos recientes fue considerado uno de los bastiones del socialismo europeo-es el partido que más tiempo ha gobernado el país-anotaba apenas un 6% de votos en una lucha patética por la supervivencia en el arco parlamentario heleno. El umbral mínimo que establece la ley electoral del país se marca en el 3%, con lo que el porcentaje alcanzado por los que en su día dominaron la vida política griega, resulta, aún si cabe, más minúsculo.

El resultado, no por esperado ha dejado de resultar impactante. Los socialistas helenos han enfrentado en las urnas el coste de su apoyo al partido conservador Nueva Democracia, algo que sus votantes no le han perdonado. Pero además, ha caído devorado por las fauces de sus propias disputas internas: hace unas semanas, Yorgos Papandreu, hijo del histórico fundador del partido, decidió romper con la formación y crear el Movimiento de los Demócratas Socialistas. También un fracaso electoral ya que, con apenas el 2'4% de los votos, ni siquiera ha conseguido entrar en la Cámara.

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El PASOK, el partido que en su momento controló con mayoría absoluta el Parlamento griego intenta ahora digerir una crisis histórica. Su líder, Evangelos Venizelos, que desde el pacto con Samarás ocupaba el sillón de Exteriores, ha felicitado a Syriza recordándole, en cambio, que la situación griega necesita de "mayorías más amplias". Los socialistas han tratado de forma reiterada de seducir a Tsipras. Éste nunca se ha dejado.

La debacle de los socialistas griegos es la caricatura de lo que la socialdemocracia vive en Europa: atenazada por los nuevos movimientos de izquierda más extrema, parece haber dado ya por perdido su lugar ideológico.

"A la socialdemocracia le han quitado la cartera, le han quitado sus políticas, muchas cosas que defienden estos nuevos partidos lo vienen defendiendo ellos desde hace tiempo", razona Ignacio Urquizu, profesor de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid.

¿Está entonces en crisis? Urquizu responde con un "no" rotundo. "No está en crisis, si así fuese, no entenderíamos la victoria de Syriza, que ha ocupado el espacio del PASOK. Lo que está en crisis son los partidos tradicionales, que demuestran tener dificultades para renovarse".

El elector griego no ha perdonado que un partido socialista acabe pactando con otro conservador, Nueva Democracia, que impuso una férrea tiranía de recortes. Pero esa es sólo la epidermis de una situación más compleja, y extensible al resto de partidos europeos.

"Lo que el electorado no perdona es que los partidos tradicionales no sean capaces de tener cierta coherencia ideológica, que no representen lo que dicen representar. Lo que ha castigado el electorado griego es una política económica que ha hecho mucho énfasis en los ajustes y se ha olvidado de la desigualdad, que hayan hecho recaer los costes del ajuste en los más débiles", opina este experto.

Interpretación compartida por el historiador y profesor de Sociología en la Universidad CEU-San Pablo de Madrid, Juan Carlos Jiménez Redondo, quien destaca que el problema en el que se encuentra la socialdemocracia es decidir "qué quiere ser de mayor". "Pasaron un momento esplendoroso en los años 60 y 70, en el norte, en los 80 y 90 en el sur, porque eran partidos que habían girado al centro, muy moderados, que podían coger un amplísimo espectro de la población. Pero en esta década, la radicalidad ha llevado a los partidos socialistas a querer disputar un escenario que no es el suyo, quieren reideologizar a sus bases, y frente a esto, sus militantes prefieren a partidos radicales".

Redondo también se resiste a hablar de "crisis" de la socialdemocracia, aunque sí subraya que los históricos países de izquierda corren el riesgo de sucumbir si se dejan influir por las formaciones emergentes.

"Si el PASOK quiere jurar a ser Syriza se lo comen. Si el PSOE quiere jugar a ser Podemos, se lo comen", subraya Jiménez. La tabla de salvación de la socialdemocracia europea, afirma, es imitar "el estilo Valls", en referencia al primer ministro francés, de creciente popularidad en el país: "asumir que el espacio es el centro-izquierda, con medidas más o menos sociales y con una política básicamente centrada y moderna. Mientras los partidos socialistas no asuman eso y quieran jugar a ser revolucionarios acabarán siendo devorados".

"El margen que tiene ahora el socialismo europeo es intentar hacer de nuevo propuestas que atiendan las demandas, que combatan la desigualdad", opina también Urquizu. La situación de la izquierda europea-entendida con todas sus peculiaridades-dibuja un mosaico desigual. En Portugal, los socialistas se mantienen en buena posición, después de anotar una victoria, si bien ajustada, en las pasadas europeas ( 31,5% de los votos frente al 27,5% logrado por la coalición de las dos fuerzas que componen el Gobierno (PSD y CDS-PP). No obstante, el partido podría verse golpeado por la detención del exprimer ministro José Sócrates, en noviembre pasado, en la investigación fraude fiscal, blanqueo de dinero y corrupción.

En Francia, el socialismo se encuentra sumido en una crisis de liderazgo y de conspiraciones internas y en una devacle en sus propios planteamientos de izquierda. La política de recortes ha castigado al presidente Hollande a los niveles de popularidad más bajos nunca registrados por un dirigente francés. El año pasado, el PSF, Partido Socialista francés, encadenó derrotas: perdió el Senado, en manos de la derecha, y anotó resultados pésimos en las municipales de marzo y las europeas. En este escenario, el ultraderechista Frente Nacional de Marine Le Pen se ha visto reforzado.

En España, afirma Jiménez, "el PSOE se está quedando sin discurso y la consecuencia clara es la desaparición. La indefinición acaba generando que el electorado busque alternativas más potentes en términos ideológicos". Según las encuestas, uno de cada cuatro votantes socialistas confiesa ahora que votará a Podemos.

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