Los espías de la Transición: "De Felipe González conocíamos hasta el color de ropa interior"

    • “Teniendo en su mano torpedear la Transición, los agentes no lo hicieron”, resume Ernesto Villar, autor de "Los espías de Suárez"
    • El libro recoge el trabajo de estos agentes, que llegaron a recoger en informes más de 10.000 reuniones secretas.
El presidente Adolfo Suárez, con Felipe González, líder del PSOE.
El presidente Adolfo Suárez, con Felipe González, líder del PSOE.

Santiago Carrillo era el enemigo número uno para los espías. “La evolución psicológica que experimentan los espías con el Partido Comunista es la más llamativa de todas. Llega un momento en que se dan cuenta de que para que la democracia sea creíble, tiene que participar también el PCE. En un informe que le pasan a Adolfo Suárez le advierten: es un mal necesario, que hay que legalizar”.

Lo cuenta Ernesto Villar (Madrid, 1972), autor del libro “Los espías de Suárez” (editorial Espasa), en el que trenza un relato inédito de la Transición a través de los informes confindenciales elaborados por agentes de inteligencia entre 1974 y 1977. Documentos inéditos que por primera vez ven ahora la luz y que se dieron a conocer como “Boletines de situación”, informes que recogían el trabajo de seguimiento de estos espías a políticos, líderes sindicales, religiosos o periodistas.

La información era utilizada por las Fuerzas de Seguridad, a quienes marcaban por dónde actuar, y también los responsables políticos, que podían ahcerse cada semana una composición de lugar.  Los boletines iban fijando el calendario, adelantando fechas conflictivas y aventurando cuál sería el comportamiento sobre aquellos sobre los que se informaba. En esas reuniones estuvieron Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González, Alfonso Escámez, José María Ruiz Mateos, Luis María Anson, Polanco o José María Armero, entre otros.El PCE y Carrillo fueron una obsesión

“Si hacemos un recuento de las menciones a organizaciones “clandestinas” comprobamos que el PCE está citado en la sección política en 107 de los 112 boletines, frente a las 98 del PSOE, aunque también parecían tener su espía de cabecera el Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP), con 68 citas, el Partido del Trabajo de España (PTE) y su rama juvenil, la joven Guardia Roja, con 67”, se resume en el libro.

Si el PCE era un partido “superinfiltrado”, también lo era el PSOE. Cuenta Villar, profesor de Periodismo en el Centro Universitario Villanueva de Madrid, que los espías llegaron a saber hasta el color de los calzoncillos de Felipe González.

El núcleo del PSOE de Sevilla- Felipe González, Carmen Romero, Alfonso Guerra y Luis Yáñez- estaba hipervigilado.  “Lo dicen los espías y lo reconoció Alfonso Guerra en sus memorias. A militantes como Nicolás Redondo se les avisaba de cuando iba a haber una brigada. El objetivo indisimulado era que el PSOE devorase a los comunistas”.El “enamoramiento” entre Suárez y Felipe

“Para Suárez,  González representaba el componente que a él le faltaba para la culminación personal, interior, de su proyecto: la recuperación democrática. Para González, Adolfo Suárez poseía lo que él quería alcanzar, el poder para cambiar la España gris en un país moderno, alegre y democrático. El enamoramiento mutuo fue inmediato y a mi parecer duró siempre”, cuenta Villar.

Tras la segunda reunión con González, el presidente encarga a Cassinello que se reúna con los líderes socialistas para tratar los asuntos con mayor profundidad. Dicho y hecho. El 23 de octubre, en la habitación 404 del Hotel Meliá Princesa de Madrid, el director del SECED y el agente Faura se reúnen con Felipe González y Alfonso Guerra.

La entrevista duró tres horas, fue de “extremada cordialidad” y sirvió para tranquilizar a los agentes del servicio de documentación que salieron “reconfortados” cuando Felipe les aclaró que no defendía ningún tipo de régimen autoritario, se negaba a que el concepto de España fuese patrimonio de la derecha y daba a entender que aunque republicanos, aceptaban la Corona como mal menor. “Se quería un Partido Socialista fuerte que se convirtiera en el rival del Partido Comunista”.

El socialista compartió mesa con uno de estos agentes, José Faura, a quien le confesó que Carrillo se encontraba en Madrid, con peluca incluida. El líder comunista había cruzado los Pirineos y se encontraba escondido en un chalet propiedad de un amigo millonario.  Faura se convertiría después en Jefe del Estado Mayor del Ejército, bajo órdenes del presidente del Gobierno, Felipe González.Diplomacia en zapatillas

La “diplomacia en zapatillas”, así se denominó aquella intensísima labor de espionaje, hizo posible“muchas de las cosas que luego ocurrieron en la Transición”, recuerda Villar.

“Hacían una ronda de contactos permanentes con todos aquellos que tenían algo que decir en la Transición, políticos, empresarios, y periodistas. A un lado estaba la gente de Inteligencia, y al otro ese periodista o empresario. Querían contrastar información para tener un retrato lo mas posible de lo que estraba ocurriendo. Hacían 10.000 entrevistas, y redactaban después los boletines de situación y se los contaban a las autoridades”, explica el autor, quien tiene claro el papel que desempeñaron estos agentes.“Teniendo en su mano torpedear la Transición no lo hicieron”, resume.

“Pensemos en un cuerpo de una dictadura que está herida de muerte, que se está revolviendo y cercada por todos los frentes. Fueron una punta de lanza de la mentalidad aperturista y ayudaron a cambiar las mentalidades dentro del  Régimen. Franco fue bastante más inteligente de lo que parecía. Era consciente de que la España que iba a heredar el Príncipe era muy distinta a la que él conocía. Franco cerró los ojos o miró a otro lado”, cuenta el autor.Más de 5.000 espías

Los espías eran toda una generación de militares, un cuerpo civil dependiente de presidencia del Gobierno, oficiales de la generación del Príncipe y de Adolfo Suárez, con una “mentalidad abierta”. “Fueron los que sacaron al Régimen de la burbuja”, se resume en el libro. “No eran de ideología de izquierdas, pero tenían claro que el Franquismo sin Franco no iba a seguir. Remaban a favor de la corriente, pero más despacio que la corriente”, ilustra gráfico Villar.

Este grupo de agentes era numerosísimo: junto con el grupo de plantilla, había un cuerpo de colaboradores ocasionales, cifrado en hasta 5.000.“Era la gran fuerza que tenía este cuerpo. Estaban infiltrados en asambleas en universidades, en Iglesias, cada vez que iba a haber elecciones en un colegio profesional, algo muy sensible, remitían un informe y ponían un calificativo a todos los candidatos, afin al régimen, contrario al régimen... “

Sus retribuciones económicas eran muy variables. "Unos lo hacían, según propias confesiones, porque eran vascos pero se sentían muy españoles y no estaban de acuerdo con lo que estaba pasando", describe en un momento dado el agente Selas, oficial de de la Armada, a cuyo cargo estaba una red de colaboradores que rastreaba información de liberados etarras. Los mejor pagados podían llegar a las 100.000 pesetas al mes. No advirtieron la llegada de ETA

Estos espías, en cambio, cometieron errores de bulto. Seguramente, el más destacado sea cómo no fueron conscientes de la amenaza terrorista. “Es curiosísimo cómo en estos boletines minusvaloraron a ETA, apenas se recogía en un último párrafo. Se le daba más atención al GRAPO, por ejemplo”.

“Aunque visto con los ojos del sigloXXI pueda parecer sorprendente, a los agentes de aquellos 1974 y 1975 les costó ver el monstruo que se les venía encima.  El 17 de diciembre, la banda terrorista asesina en Mondragón (Guipúzcoa) a dos guardias civiles. La noticia es el último párrafo de la actividad clandestina y de la Panorámica general. El año se cerrará con seis víctimas mortales, pero solo entre marzo y agosto de 1975 habrá catorce, casi uno de cada diez días”, se cuenta en uno de los párrafos del libro.¿Qué es esa luz roja de la camisa?

También se recogen anécdotas. Los instrumentos de espionaje eran bastante rudimentarios y pusieron en aprietos a más de uno. Por ejemplo, al agente Peñaranda que, mientras comía con un empresario, fue advertido de la luz roja parpadeante en el bolsillo de su camisa. No le quedó más, recoge Billar, que decir que lo estaba grabando todo porque el asunto era lo suficientemente complejo que le requería volver a escucharlo de nuevo.

El último boletín es del 15 de junio, día en que España acude a las urnas. "Hay una esperanza incontenible en ese futuro y van a producirse inevitables frustraciones (...)", pusieron negro sobre blanco aquellos espías de la Transición, el acuerdo entre españoles más ejemplar que ha existido y modelo, visto el panorama actual, de una segunda Transición por la que claman cada vez más voces”, cuenta Villar.

Aquellos últimos informes advertían de algunas situaciones aún hoy muy vigentes, como el“riesgo separatista”.  "Se sigue observando falta de contenido programático en todos los grupos (partidos políticos). El tópico y la demagogia típicos de estas campañas alcanzan niveles preocupantes. Si bien de esa forma pueden lograr algunos votos, en la mayoría del electorado está produciendo escepticismo y cansancio", se contaba en aquellos informes de entonces. Hace 39 años, las cosas sonaban parecidas...

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