Bachelet aplica cirugía menor a su gabinete en última etapa de gobierno

La presidenta Michelle Bachelet anunció este viernes el cambio de tres ministros de su gabinete, un ajuste menos profundo de lo que se esperaba para enfrentar la pedregosa última parte de su gobierno.

En medio de una gran expectación y al filo del plazo legal para la renuncia de autoridades que quieran postularse al Parlamento en las elecciones del próximo año, Bachelet concretó el sexto cambio de gabinete en los dos años y medio que lleva de gestión, con ajustes en las carteras de Deportes, Trabajo y Secretaría general de Gobierno.

"En esta nueva etapa, el gobierno debe asegurar que los cambios que hemos comenzado avancen y se consoliden. Será tarea central de este gabinete sacar adelante esta tarea y producir un impacto positivo", dijo Bachelet, al anunciar los cambios en el palacio presidencial.

Tras el arrollador triunfo de la derecha opositora en las elecciones municipales de fines de octubre y las sucesivas derrotas del gobierno de Bachelet en el Parlamento en las últimas semanas, se esperaba un cambio más profundo en el gabinete de 23 ministros.

Las críticas se centraban especialmente en su Comité Político, que solo sufrió la baja del ministro secretario general de Gobierno y portavoz, Marcelo Díaz, quien será reemplazado por la sicóloga Paula Narvaéz, una de las más cercanas colaboradoras de Bachelet pero sin redes en el Parlamento.

Nicolás Eyzaguirre, el ministro encargado de articular acuerdos con el Congreso y uno de los más criticados por su falta de muñeca política, se mantuvo en el cargo, al igual que el ministro del Interior, Mariano Fernández, de una bajísima figuración pública, y el titular de Hacienda, Rodrigo Valdés.

"Era difícil pensar en un debilitamiento aún mayor de un Comité Político que ya era débil", criticó el diputado oficialista Pepe Auth.

"La presidenta en vez de aprovechar la oportunidad de hacer cambios profundos, decide seguir haciendo lo mismo", afirmó por su parte Hernán Larraín, presidente del opositor partido Unión Demócrata Independiente, para quien Bachelet "pudo haber hecho más".

Con 16 meses por delante de gobierno y elecciones generales en noviembre de 2017, Bachelet enfrenta un final de gobierno en el que deberá sacar adelante las reformas que aún le quedan pendientes, como una ley de aborto terapéutico y de gratuidad universitaria.

Con una popularidad en un bajísimo nivel (24%), la aprobación a esas iniciativas sin embargo peligra, por el desorden que se vive en su coalición de gobierno, en la que conviven demócrata cristianos, social demócratas y comunistas, en pugna tras la derrota electoral del pasado 23 de octubre.

"Con esta falta de cambio, se consolida la pérdida de influencia y protagonismo de Bachelet para encarar este último cuarto de gobierno", agrega Pepe Auth.

Después de terminar su primer gobierno (2006-2010) con un 84% de popularidad, la luna de miel con la sociedad chilena y los partidos políticos que fueron a buscarla a Nueva York -donde dirigía la organización ONU-Mujer-, duró poco para Bachelet.

Tras sacrificar un puesto de prestigio internacional, aceptó volver a Chile dispuesta a dejar su impronta en el nuevo mandato que inició el 11 de marzo de 2014, con un programa que incluía una artillería de reformas, como una educacional, una tributaria y una electoral.

La desaceleración de la economía mundial, que arrastró a la baja el precio del cobre, una de las principales fuentes de ingresos del Estado chileno, redujo el margen de maniobra de Bachelet.

Pero el golpe más letal vino de su propia familia tras el escándalo de supuesta corrupción que involucra a su hijo mayor, Sebastián Dávalos, y que terminó por derrumbar su popularidad.

A un año justo de las próximas elecciones generales, la derecha -de la mano del expresidente Sebastián Piñera- encabeza las opciones de retomar el poder, arrebatándole el gobierno a la centro-izquierda.

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