Deshielo con Cuba deberá sobrevivir a Obama

¿Qué ocurrirá con las iniciativas diplomáticas de Barack Obama después del fin de su mandato? En el caso de Irán o del cambio climático no se excluye un brusco cambio de rumbo, pero la apertura hacia Cuba parece que se mantendrá.

Ya sea de pie en la Plaza de la Revolución, con el retrato de Che Guevara al fondo, o haciendo la 'ola' con Raúl Castro en un estadio de béisbol, las imágenes de Obama en La Habana enfurecen a los feroces detractores del gobierno comunista.

El Comité Nacional del Partido Republicano ha hablado de un "error histórico", y el senador Ted Cruz, aspirante presidencial de ascendencia cubana, menciona "un día triste par la historia de Estados Unidos".

Todos los cambios introducidos desde el sorpresivo anuncio de diciembre de 2014 fueron decididos sin ningún voto del Congreso estadounidense, y podrían ser cancelados de un plumazo el 20 de enero de 2017, cuando el sucesor de Obama se instale en el Salón Oval.

Además, el embargo de medio siglo que impide a estadounidenses invertir o relacionarse con Cuba sigue en vigor.

Sin embargo, la hipótesis de un viraje de 180º parece a cada día menos realista.

En principio, nadie en Washington imagina que el nuevo ocupante de la Casa Blanca rompa nuevamente las relaciones con La Habana, que fueron restablecidas en julio pasado después de 55 años de enemistad y desconfianza.

Obviamente, la principal explicación es económica.

Turismo, infraestructura, comunicaciones: corporaciones como Sheraton, AT&T, United Airlines, American Airlines y muchas otras lanzaron una fuerte ofensiva, atraídas por el potencial de un país de 11 millones de habitantes situado a menos de 200 km de Florida.

Además, la mano tendida por Obama a los cubanos ha sido bien recibida por los propios estadounidenses.

Según un sondeo realizado por la red CBS y The New York Times, seis estadounidenses de cada 10 estiman que el restablecimiento de las relaciones con Cuba es bueno para Estados Unidos.

En la opinión de Ted Piccone, especialista de América Latina en el instituto Brookings, este nuevo estado de espíritu que se constata incluso en la población cubano-estadounidense -por mucho tiempo hostil a cualquier diálogo- servirá como un "freno" a un cambio de dirección.

"Puede ser que veamos alguna suspensión de actividades, o alguna desaceleración, pero no creo que podamos ver una reversión", dijo.

De los cinco candidatos aún en carrera por la Casa Blanca -dos demócratas y tres republicanos- apenas el senador ultraconservador Ted Cruz, quien con insistencia se burla de "izquierdistas que quieren hacer peregrinaje" a Cuba, sigue atado a la vieja política de ruptura.

"En Cuba, los Castro han sido enemigos implacables de Estados Unidos por más de medio siglo. Es en nuestro mejor interés hacer causa común con los valientes ciudadanos que se les oponen", dijo recientemente.

Pero inclusive ese nombre podrá desaparecer en breve del paisaje político cubano.

Raúl Castro, de 84 años, tomó la posta de su hermano mayor, Fidel, hace una década, y ya adelantó que dejará el poder en 2018, un año después que el sucesor de Obama llegue a la Casa Blanca.

Si se trata de Hillary Clinton o Bernie Sanders, ambos demócratas, no será sorpresa si mantienen la política de acercamiento, pero si se trata de Donald Trump, el polémico millonario ya adelantó que prefiere un "mejor acuerdo".

"Cincuenta años ya son suficientes. El concepto de la apertura hacia Cuba está bien", dijo Trump al inicio de la campaña, aunque opinó que es posible obtener un "mejor acuerdo", una idea que el aspirante aplica también con relación a México, China, Japón o Irán.

En general en materia de política exterior, Trump manda señales contradictorias sobre Cuba y la presencia de Obama en La Habana.

"Creo que su política abre interrogantes. Pero Trump viene del mundo de los negocios, y esa comunidad está mucho más a favor de tener capacidad de abrir nuevas oportunidades", dijo Richard Feinberg, también del instituto Brookings.

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