El legado de Gregorio Ordóñez, veinte años después

  • De él todos recuerdan su forma diferente de hacer política, su espíritu libre, su firmeza y su descarnada manera de enfrentarse, como casi nadie había hecho hasta entonces, al terrorismo de ETA y al "nacionalismo obligatorio".

Rafael Herrero

San Sebastián, 23 ene.- De él todos recuerdan su forma diferente de hacer política, su espíritu libre, su firmeza y su descarnada manera de enfrentarse, como casi nadie había hecho hasta entonces, al terrorismo de ETA y al "nacionalismo obligatorio".

Gregorio Ordóñez Fenollar (Caracas 1958 - San Sebastián 1995), expresidente del PP de Gipuzkoa, fue asesinado hace hoy 20 años cuando comía en un bar de la Parte Vieja donostiarra con varios de sus colaboradores, entre ellos su entonces secretaria María San Gil, en un atentado con el que ETA quiso silenciar una voz cuyos ecos resuenan, dos décadas después, en la memoria de quienes lo conocieron y siguieron.

Su legado no ha sido pacífico, reivindicado a partes iguales por el PP vasco, muchos de cuyos dirigentes actuales dieron el paso a la política arrastrados por su carisma, y por su entorno más próximo, crudamente enfrentado hoy a un Partido Popular al que acusan de traicionar la herencia de Gregorio Ordóñez.

Su asesinato, cometido cuando Ordóñez iniciaba su carrera hacia la Alcaldía de San Sebastián, causó una profunda convulsión política con notables consecuencias, no sólo en el PP, sino también en la izquierda abertzale, algunos de cuyos referentes, como Patxi Zabaleta y Julen Madariaga, se desmarcaron con claridad de ETA.

En el PP, el asesinato de Ordóñez sirvió de acicate a una quinta de jóvenes enrolados en sus filas, que dieron el paso de engrosar las listas municipales cuatro meses después del atentado.

"En 1995 entramos una hornada de jóvenes, la generación de Miguel Ángel Blanco, más o menos todos de la misma edad, viendo que alguien tenía que dar un paso adelante y representar al PP en las instituciones", recuerda, en declaraciones a EFE, la actual presidenta de los populares vascos, Arantza Quiroga.

Antonio Basagoiti, Borja Sémper, Iñaki Oyarzábal y Ramón Gómez fueron algunos de aquellos jóvenes que se comprometieron con el PP por encima de la prudencia y el terror y sobre los que posteriormente recayó la responsabilidad de dirigir el partido. También dio el paso Miguel Ángel Blanco, el segundo concejal del PP vasco asesinado por ETA, en julio de 1997, en una acción con la que la organización terrorista extendió su amenaza a todos los ediles de la formación popular.

Uno de los integrantes de aquella "camada", Borja Sémper, confiesa que se afilió al PP "deslumbrado por la figura de Gregorio", del que subraya "su independencia intelectual y política", una "libertad" que llevaba a Ordóñez a "enfrentarse, cuando tuvo que hacerlo" a la dirección del PP o al propio Jaime Mayor Oreja, el gran patriarca de aquel PP vasco.

A Sémper, actual presidente del PP de Gipuzkoa y portavoz parlamentario, dos de los cargos que desempeñaba Ordóñez cuando lo mataron, le sedujo, más que el propio PP, la figura de Gregorio Ordóñez, "por su forma absolutamente libre de entender la política y su claridad a la hora de hablar contra ETA y de enfrentarse al nacionalismo obligatorio".

Arantza Quiroga también incide en este aspecto al subrayar "su manera de ser vasco de forma diferente, de sentirse libre, de salirse de los clichés y demostrar que había otra forma de comportarse en política".

El asesinato de Ordóñez inauguró una sangrienta estrategia que situó en la diana de ETA a los concejales del PP y del PSE-EE, lo que empujó a los populares vascos a una política de "resistencia" con la que quiso romper, desde de su elección en octubre de 2008, Antonio Basagoiti.

A partir de ese momento, el entorno más próximo a Gregorio Ordóñez, agrupado en la fundación que lleva su nombre, reivindica su legado al margen del PP, una formación a la que acusan de olvidar al político guipuzcoano.

"Revolucionó y sacó de la nada a su partido, por eso estamos tan dolidos y tan tristes por la deriva tan impresionante que estamos viendo en el PP, que se parece al partido de Goyo en las siglas, nada más", lamenta Consuelo, su hermana, presidenta del Colectivo de Víctimas del Terrorismo del País Vasco, Covite.

Consuelo Ordóñez considera que "lo más vivo" que queda del legado de su hermano "es todo lo que hace desde hace dos o tres años Covite", una labor de recuperación de la memoria y de presión para el esclarecimiento de los crímenes de ETA, una tarea que, a su juicio, "deberían hacer las instituciones".

En esa labor cuentan con el apoyo de María San Gil, estrecha colaboradora de Ordóñez, sucesora en su cargo y posteriormente presidenta del PP vasco quien, al igual que otros allegados del político asesinado, mantiene ahora posiciones muy críticas con la gestión de los populares en Euskadi.

El actual sucesor de Ordóñez, Borja Sémper, opina que "hacer una proyección" de lo que sería hoy el dirigente popular "es imposible" porque "precisamente su libertad lleva a que nadie pueda patrimonializar lo que hoy defendería Gregorio".

Arantza Quiroga, por su parte, sostiene que los legados "se reivindican con los hechos", por lo que cree que en la medida en que el PP vasco siga defendiendo "la libertad y la honradez", como lo hacía Gregorio Ordóñez, podrá seguir "reivindicando su herencia". EFE

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