Seis efectos del fin del bipartidismo tras la irrupción de Podemos y Ciudadanos

    • El multipartidismo garantiza diálogo, pactos y compromisos, pero frena la gobernabilidad y mayorías absolutas que algunos añoran. El 77% de los españoles quiere que PSOE y PP compartan protagonismo.
    • Las propuestas novedosas de Podemos y Ciudadanos toman más relevancia en los medios, pero los mensajes se diluyen. La estrategia y la oportunidad hacen que el cambio de 'enemigo político' sea habitual.
Rajoy y Sánchez participarán en actos de la campaña electoral en Extremadura
Rajoy y Sánchez participarán en actos de la campaña electoral en Extremadura

El desencanto, la crisis económica, la corrupción o la revitalización de los movimientos sociales y de protesta, entre otros factores, han forzado un nuevo panorama político, que se consolidará tras las elecciones autonómicas y locales del 24 de mayo, que supone el fin del bipartidismo clásico, protagonizado por PSOE y Partido Popular, tras la irrupción de dos nuevas formaciones -Ciudadanos y Podemos-.

El multipartidismo, que conocemos por su implantación en algunas comunidades -Cataluña, País Vasco o Baleares- y ayuntamientos españoles y que es habitual en buena parte de los países europeos, forzados al pacto a varias bandas, dibuja un escenario más complicado, pero como contrapartida abierto al diálogo, al entendimiento y a los acuerdos para poder gobernar. El 77% de los españoles quiere que PP y PSOE compartan el protagonismo político con otros partidos, según una encuesta realizada por Metroscopia el pasado abril publicada por El País.

Este nuevo aliciente democrático, sin embargo, acaba con una estabilidad -la del bipartidismo- que para muchos era prioritaria. El fin del monopolio político del PP y el PSOE llevará consigo numerosos efectos positivos, aunque también arrastrará algunos negativos. Estos son algunos de ellos:

1. El pacto se convierte en una necesidad. Uno de los principales efectos del multipartidismo, que frena las mayorías absolutas, serán los pactos, a los que los partidos tradicionales, fundamentalmente el PP, no están demasiado acostumbrados.Formar Gobierno resultará mucho más complicado y los pactos puntuales, en materias esenciales, se convertirán en habituales. Después de varias décadas de bipartidismo en Andalucía, con presencias mínimas de Izquierda Unida y los andalucistas en la Asamblea, las elecciones autonómicas del 22 de marzo forzaron un nuevo escenario en el que el acuerdo resulta imprescindible.Con el fin de ser investida como presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, se enfrenta a la necesidad de que al menos un partido se abstenga en la segunda votación, que tendrá lugar mañana viernes, después de que todos los partidos le dijesen no en la primera votación.

Que Díaz necesite a otros partidos ha tenido efectos positivos. Después de que Ciudadanos pidiese que José Antonio Griñán y Manuel Chaves -expresidentes de Junta- abandonasen sus escaños, el primero se comprometió a dejar su banca en el Senado cuando empezase la legislatura andaluza. Mientras, el segundo dijo que también abandonaría su acta de diputado, pero sin poner fecha, una condición inexcusable para el partido de Rivera. También Ciudadanos ha logrado que los socialistas firmen un ambicioso decálogo contra la corrupción. Los pactos, que facilitan importantes avances, serán más necesarios que nunca a partir de ahora.

2. El enemigo se difumina. Con el multipartidismo, las formaciones cambian de enemigo constantemente, condicionadas por la estrategia electoral, las encuestas o simplemente por las oportunidades políticas que les brinda el adversario. La irrupción de nuevos partidos reduce los espacios y la posibilidad de nuevos respaldos. Se trata de mantener el apoyo y recuperar a los votantes perdidos.

Podemos empezó su trayectoria dejando claro que su enemigo real era la derecha, representada por el Partido Popular. Sus dirigentes ignoraban en sus críticas al PSOE y, posteriormente, a Ciudadanos, a los que en ese momento no veían como adversarios. Incluso el líder de la formación morada, Pablo Iglesias, con el claro respaldo de los sondeos, proponía debatir sólo con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, obviando a Pedro Sánchez y a Albert Rivera.

Sin embargo, el declive en las encuestas, debido a la indefinición de su programa y los escándalos de minicorrupción, propició un nuevo enemigo: Ciudadanos. Esta formación crecía al mismo ritmo que Podemos perdía respaldo. Estas circunstancias han motivado un claro cambio de estrategia que ha motivado duras críticas a Ciudadanos y sus dirigentes, a los que sitúan como recambio del Partido Popular.

Mientras, la formación de Albert Rivera se ha empeñado en lanzar mensajes positivos y responder a las críticas con un tono sosegado, incluso simpático. Unas declaraciones del portavoz del Grupo Popular, Rafael Hernando, que tenían como objetivo menospreciar a los partidos emergentesironizando sobre los colores que les representan, se le volvieron en contra tras una acertada reacción del equipo de redes de Ciudadanos -una formación que utiliza el color naranja desde su fundación-.

Un buen número de dirigentes del Partido Popular, incluido Mariano Rajoy, han tratado seguir el mismo esquema de Hernando, sabiendo que la formación de Rivera es su principal enemigo electoral, el que más votos le resta. Sin embargo otros, como la candidata a la Alcaldía de Madrid, Esperanza Aguirre, no han evitado los guiños a Ciudadanos, consciente que más pronto o más tarde deberá tocar en su puerta.

Mientras, los socialistas han centrado sus críticas en el Partido Popular -su tradicional enemigo-; en menor medida en Podemos -formación con la que tendrán en pactar en algunos lugares-; y mucho menos en Ciudadanos, una alternativa clara para lograr acuerdos locales y autonómicos.

Otro ejemplo. Después de dos años de idilio con los socialistas, Izquierda Unida de Andalucía se ha convertido en la piedra en el zapato de Susana Díaz. La acusan de haberles engañado y advierten al resto de los partidos que no se fíen de la candidata a presidenta de la Junta.3. La tarta se hace más pequeña para los nacionalistas. La irrupción con fuerza de Podemos y Ciudadanos en la escena política recortará la presencia de los partidos nacionalistas -tanto de derechas como de izquierdas- en el Congreso, en los parlamentos regionales y en numerosos ayuntamientos.El nacionalismo e Izquierda Unida se habían convertido en la única alternativa contra el bipartidismo y su poder e influencia, debido que en muchas ocasiones eran necesarios para gobernar o dar estabilidad a un Gobierno, era incluso mayor que su representación.A partir de ahora serán cada vez más frecuentes los gobiernos arco iris y los pactos a varias bandas, lo que debilitará en muchas ocasiones la gobernabilidad y propiciará múltiples discrepancias. En Baleares, el socialista Francesc Antich tuvo que pactar en dos ocasiones con múltiples partidos para ser investido y poder gobernar. En 1999, tras la pérdida de la mayoría absoluta del PP, firmó el denominado Pacto de Progreso con PSM, EU, Els Verds y Unió Mallorquina que posibilitó que contara con la mayoría necesaria para presidir el nuevo gobierno de las Islas Baleares. Y en 2007 lo hizo con Unió Mallorquina, Bloc per Mallorca e Eivissa pel Canvi.Según las encuestas, algo parecido podría pasar en Navarra después del 24-M, una comunidad en la que será complicadísimo gobernar por la dispersión del voto en numerosas formaciones. Según una encuesta de Herkap para Onda Cero, aunque UPN ganaría las elecciones, con 13 parlamentarios (22,5%)-seis menos que en 2011- el arco parlamentario daría lugar a una situación de práctica ingobernabilidad. La segunda fuerza más votada sería EH-Bildu, con 9 (17,3%), seguida de 'Podemos' con 7 (13,9%), PSN, con 5 (10,4%), PP, también con 5 (9,5%), Geroa Bai, con 4 (7,8%), 'Ciudadanos', con 4 (7,7%) e Izquierda Ezkerra, con 3 (6,4%).4. Habrá más movimientos y transfugismo. Podemos y Ciudadanos han tenido que cubrir en tiempo récord un camino recorrido durante décadas por los partidos tradicionales. Partían prácticamente de cero y de hay han tenido que montar una estructura, definir un programa y encontrar recursos para financiarse. La posibilidad de que sus militantes y simpatizantes puedan elegir a sus candidatos a través de primarias resulta saludable para la democracia y abre la puerta de la política a los ciudadanos, evitando profesionales de la política.Sin dudar de las ventajas del método, también se puede convertir en un arma de doble filo, lo mismo que las prisas para cerrar candidaturas. El partido de Albert Rivera ha traspasado este año la línea política de Cataluña para colocar candidatos -unos 10.000- en más de 1.000 ayuntamientos. Podemos ha rehusado exponerse en las municipales, pero se perfila como primera fuerza de gobierno en varias autonomías.
Este crecimiento explosivo conlleva riesgos implícitos. Desde Ciudadanos no han dudado en expulsar del partido a los candidatos que han cometido irregularidades o que han mostrado comportamientos inapropidados de un futuro servidor público. Lo mismo ha hecho Podemos, en menor escala, pero sin duda es un tema que preocupa en la formación morada.Después de controlar a los candidatos, ahora será más necesario que nunca vigilar a los cargos que salgan de las urnas. Los favores debidos, pero sobre todos los vínculos de años, hace más difícil el travase de cargos de los partidos tradicionales a otras formaciones.Por el contrario, en los nuevos partidos la fidelidad plena resulta más complicada, la heterodoxia y las críticas más frecuentes y la posibilidad de abandono, por ambiciones personales u otras causas, más probable. El esquema participativo de Podemos y Ciudadanos, con foros, consejos, círculos o asambleas abiertas hace mucho más interesante el debate, más participativo, pero al tiempo sirve como base para aumentar las discrepancias y los bloques enfrentados. El ejemplo ha sido los sucedido en Unión Progreso y Democracia (UPyD).5. Más transparentes y cercanos. El multipartidismo genera una competencia positiva. Se copian actitudes favorables para los ciudadanos y la lucha puerta a puerta por unos pocos votos hace que los mensajes sean más cercanos y que los políticos se aproximen a los ciudadanos.
La mayor transparencia y los avances democráticos serán más frecuentes. Basta con ver lo que ha ocurrido en Andalucía -impensable hace unos meses- gracias a la presión de la presión de los nuevos partidos, que han conseguido numerosos compromisos anticorrupción ante la necesidad que Díaz tiene de ellos para poder gobernar.La cercanía es evidente. Posiblemente la campaña que arranca esta madrugada será la más cercana de las que hemos conocido. El sillón de Esparanza Aguirre, los cafés ciudadanos de los candidatos de la formación de Rivera o los foros abiertos de la candidata de Podemos al Ayuntamiento de Madrid, Manuela Carmena, son solo algunos ejemplos que posiblemente se multipliquen en las dos próximas semanas.6. Muchas propuestas se van a perder. La líder de UPyD, Rosa Díez, aseguraba ayer, durante un turno de preguntas tras intervenir en un foro, que a algunas ruedas de prensa convocadas por su formación no acudía ningún periodista.Justificaba la líder de la formación magenta estas ausencias en la labor de su partido contra la corrupción "fastidiando a gente muy poderosa. Eso se paga". Sin intentar corregir a Díez, lo cierto es que la irrupción de nuevas formaciones ha eclipsado muchas propuestas de los partidos tradicionales y los numerosos actos diarios durante este año electoral no se han cubierto.La selección ha sido casi natural. Los partidos nuevos y en auge llaman la atención en mayor medida que los tradicionales y cualquier propuesta y, más la presentación de sus programas, genera expectativas.Sin embargo, muchas iniciativas interesantes desaparecen de los titulares y con ello la posibilidad de que los ciudadanos las conozcan. Para hablar de las elecciones los medios escritos concedían hasta ahora espacios similares a los dos grandes partidos -independientemente de quien fuese favorito- y menos a los nacionalistas e Izquierda Unida. Se trataba de dar voz a todos de una forma más o menos equilibrada.Ahora, con cuatro partidos que tendrán un respaldo similar, si se sigue el mismo esquema, las formaciones tradicionales deberán ceder a Podemos y Ciudadanos buena parte de su espacio.

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