Rousseff se despide de la Presidencia de Brasil pero podrá seguir en política

EUROPA PRESS

Un total de 61 senadores, es decir, más de los 54 que se exigían como mínimo para que el juicio político prosperara, han votado para destituir a Rousseff de forma permanente. Solo 20 han expresado su apoyo a la ya ex presidenta.

Resulta llamativo que la mayoría de los 13 senadores que son investigados por su presunta implicación en la red de cobro de sobornos a cambio de contratos de la empresa pública Petrobras han votado a favor del 'impeachment': diez.

Rousseff ha sido declarada "culpable" de un "crimen de responsabilidad" en el que incurrió al ordenar un aumento del gasto público en plena campaña para su reelección, en 2014, sin la necesaria autorización del Congreso.

Sin embargo, los senadores se han opuesto a inhabilitarla para ejercer cargos públicos durante los próximos ocho años. Solo 42 --12 menos del mínimo necesario-- han apoyado este castigo adicional, por lo que ha sido rechazado.

Rousseff ha podido esquivar esta sanción complementaria porque el presidente del Tribunal Federal, Ricardo Lewandowski, que ha sido quien ha dirigido el 'impeachment', ha accedido a que los senadores votaran por separado el cese y la inhabilitación.

Esta pequeña victoria no ha impedido que los senadores enfrentados al Partido de los Trabajadores (PT) de Rousseff hayan celebrado el resultado de la votación con un enérgico aplauso e incluso han entonado el himno de Brasil.

La reacción contraria también se ha hecho escuchar. A gritos de "golpistas" los senadores del PT han tratado de boicotear el jolgorio, apoyados por cientos de manifestantes que se han congregado a las afueras del Congreso para evidenciar su apoyo a Rousseff.

Rousseff tiene previsto dirigirse a la nación desde el Palacio de Alvorada, residencia presidencial, donde ya han comenzado a concentrarse simpatizantes del PT, del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva y de la que fuera su delfín político.

NUEVO LIDERAZGO

Michel Temer, del PMDB, que asumió el cargo de forma interina el pasado 12 de mayo a la espera de que se resolviera el juicio político contra Rousseff, tomará posesión de manera indefinida en una ceremonia que se celebrará a las 16.00 (hora local) en el Congreso.

Aunque técnicamente Temer está facultado para concluir el mandato presidencial de Rousseff, que se extiende hasta 2018, sobre el horizonte planea la posibilidad de que se convoquen elecciones anticipadas para superar la crisis política.

Además, el fallo del Senado podría no ser definitivo. Este martes, el diario local 'Estadao' reveló que la defensa de Rousseff estaba preparando un recurso para presentar ante el Tribunal Supremo en caso de que la cámara alta decidiera apartarla definitivamente del cargo.

Es la segunda vez que un 'impeachment' acaba con el mandato de un presidente en Brasil. El único precedente es el de Fernando Collor (1990-1992), que renunció horas antes de que el Senado le cesara por corrupción.

EL FIN DE UNA ERA

Rousseff se despide así del Palacio del Planalto, a donde llegó en 2011 aupada por Lula y la fama de buena gestora que se ganó como 'súper ministra' del Gobierno del líder izquierdista, lo que le sirvió para experimentar la responsabilidad de la Presidencia en pequeñas dosis.

Desde el Ejecutivo se encargó de implementar las reformas económicas que ya había probado en el estado de Río Grande del Sur y que sustentarían el crecimiento macroeconómico de Brasil mediante la explotación de los recursos naturales del país.

La popularidad de Rousseff comenzó a tambalearse en la recta final de su primer mandato por la entrada en recesión de Brasil y las consecuentes crisis social y política, aderezadas con grandes escándalos de corrupción --'Mensalao' y 'Lava Jato'--, que precipitaron el desmoronamiento del imperio del PT.

Rousseff logró, sin embargo, una reelección pírrica en los comicios presidenciales de 2014, desempolvando el discurso de izquierda revolucionaria que la llevó a la política cuando era tan solo una adolescente en el contexto de la dictadura militar.

El 2 de diciembre fue el principio del fin para Rousseff. Su enemigo político Eduardo Cunha aprobó como presidente de la Cámara de Diputados una de las muchas denuncias acumuladas durante años en el Congreso contra el Gobierno por su mala gestión, dando el pistoletazo de salida al 'impeachment'.

El 'jaque mate' a Rousseff llegó, paradojicamente, de manos de Lula. El ex presidente fue detenido el 4 de marzo por la Policía Federal en el aeropuerto de Sao Paulo para ser interrogado en el marco de 'Lava Jato' por, supuestamente, haber aceptado un tríplex de lujo como pago por sus favores en Petrobras.

Apenas un mes después, el 12 de mayo, los senadores aprobaron con holgura la celebración de un juicio político contra Rousseff --que quedaba apartada temporalmente del cargo-- por aumentar el gasto público durante la campaña para su reelección sin la necesaria autorización del Congreso.

"VENGANZA POLÍTICA"

La líder brasileña, que el lunes pasado intervino para pronunciar su alegato de defensa en el Senado, sostiene que es inocente y que el 'impeachment' es fruto de una "venganza política" de quienes no lograron llegar al poder mediante las urnas.

Rousseff alertó entonces de que estábamos ante la consumación de "un golpe de Estado" que pretendía sustituir 54 millones de votos por "un gobierno usurpador", lo que significará --advirtió-- "la muerte" de la democracia en Brasil.

Se mostró segura de que está "en el lado correcto de la historia" y por ello adelantó que daría la batalla "hasta el final". "No lucho por mi mandato por vanidad o por apego al poder" sino "por la democracia, por la verdad y por la justicia", aseveró.

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