Cientos de caricaturas muestran el antisemitismo en Polonia entre 1919 y 1939

  • Nacho Temiño.

Nacho Temiño.

Varsovia, 24 oct.- Una exposición en Varsovia con trescientas caricaturas publicadas en la prensa polaca entre 1919 y 1939 muestran el creciente antisemitismo que vivía el país en el periodo de entreguerras, cuando el número de ciudadanos de origen judío llegó a suponer alrededor del 10 % de la población total.

La muestra, organizada por el Instituto Histórico Judío de Varsovia, gira en torno a la imagen deformada del judío que se popularizó en Polonia en el periodo de entreguerras, con grabados y dibujos que los representan como seres avaros, malignos y traicioneros.

Las caricaturas se ensañan abiertamente con los rasgos considerados típicos del judío en esta parte de Europa, el yidish: nariz grande y aguileña, orejas de soplillo, barba y ropas negras.

El antisemitismo fue haciéndose cada vez más frecuente en la Polonia de los años veinte y especialmente de los treinta, cuando parte de la población polaca gentil llegaba a señalar a los judíos como encarnaciones del mismo demonio.

En los años previos a la II Guerra Mundial el judío, que ya supone en Polonia alrededor del 10 % de la población con más de tres millones de ciudadanos, se convierte en diana de críticas y acusaciones: se le tacha de bolchevique, de comunista o de capitalista explotador, y se le culpa de desangrar al país y de ser un mal patriota, como muestran los dibujos.

La situación se radicalizó y nada tenía que ver con las décadas previas, cuando los matrimonios mixtos entre polacos judíos y católicos no era algo extraño.

Fue sobre todo tras la muerte en 1935 del mariscal Pilsudski, jefe del Estado y padre de la independencia polaca en 1919, cuando el antisemitismo se dispara en un país donde comienza a decirse a modo de coplilla popular que "la calle es de los polacos y las casas de los judíos", representación de la imagen de potentados que tenían.

Tras la muerte de Pilsudski el antisemitismo fue promovido constantemente por su principal adversario, Roman Dmowski, político nacionalista y cofundador del partido Democracia Nacional.

En aquellos años previos a la invasión nazi (1939) miles de judíos habían emigrado a Polonia desde la Unión Soviética y, sobre todo, Alemania, lo que incrementó el rechazo de parte de la población católica hacia el yidish, que en ciudades como Varsovia representaba un tercio de la población total.

Las autoridades introdujeron restricciones al número de alumnos judíos en muchas universidades de Polonia a partir de 1935, y las figuras públicas con antecedentes judíos, incluyendo artistas y escritores, fueron estigmatizados por la prensa más radical.

En agosto de 1936 se introdujo una ley que obligaba a los propietarios de negocios a poner sus apellidos en los carteles de sus comercios, una medida que condujo a un aumento de los ataques contra las propiedades judías.

Con la invasión nazi los judíos polacos se enfrentaron al drama del Holocausto y se estima que unos tres millones de estos perdieron la vida víctimas de la guerra y de la llamada solución final.

Algunos autores, como el historiador Jan T. Gross, han analizado la actitud de los polacos gentiles ante la masacre de sus vecinos judíos, un pasaje oscuro de la historia de Polonia del que todavía hoy se evita hablar.

Según este autor, en la Polonia ocupada se dieron casos de gentiles que colaboraron en el asesinato de compatriotas judíos, o que simplemente se apropiaron de sus bienes tras su muerte.

Tras la II Guerra Mundial y la llegada del comunismo se vivieron años de relativa paz para el pueblo judío, hasta que a finales de los años 60 el creciente descontento popular llevó al Gobierno comunista a recurrir al antisemitismo para desviar la atención.

Una campaña estatal antisionista se desató en la prensa polaca, lo que desembocó en la expulsión de los judíos del Partido Polaco de los Trabajadores (el partido único) y en la salida del país 25.000 de ellos, que se vieron forzados a emigrar entre 1968 y 1970.

Actualmente se estima que en Polonia residen unos 12.000 judíos, una cifra muy alejada de los 3,4 millones que habitaban el país centroeuropeo en los años 30.

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