Un año nuevo judío en paz y armonía en Melilla, ciudad ejemplo de convivencia

  • Judíos de todo el mundo reciben a partir de esta noche, aproximadamente una hora antes de que oscurezca, el año 5774, en el "Rosh Hashaná", una de las cinco fiestas mayores del calendario hebreo y que en Melilla, donde se asienta la mayor comunidad judía de toda España, celebran unas mil personas.

Noelia Ramos

Melilla, 4 sep.- Judíos de todo el mundo reciben a partir de esta noche, aproximadamente una hora antes de que oscurezca, el año 5774, en el "Rosh Hashaná", una de las cinco fiestas mayores del calendario hebreo y que en Melilla, donde se asienta la mayor comunidad judía de toda España, celebran unas mil personas.

No es de extrañar, por ello, oír en alguna de las calles de la ciudad autónoma la expresión "Shaná Tová", el equivalente al "Feliz Año Nuevo", bien entre los miembros de la comunidad israelita o bien entre personas de distinta confesión religiosa que, como ejemplo de armonía, felicitan a los judíos por su festividad.

En Melilla, a diferencia de otras zonas como en Israel, que recibe la festividad en medio de la inestabilidad regional y con la mirada en Siria, la interculturalidad es su seña de identidad, ya que musulmanes, cristianos y judíos conviven de manera pacífica en un espacio reducido.

Prueba de ello, es que hoy instituciones, partidos políticos o asociaciones, entre ellas Mem Guimel, encargada de la investigación de la cultura sefardí, felicitan a toda la comunidad.

El Rosh Hashaná es una oportunidad para cada fiel de renovación en su relación con Dios, a través de oración y arrepentimiento, la preparación para la celebración del Yom Kippur o Fiesta del Perdón, que tendrá lugar dentro de diez días, ha explicado a Efe Yamín Bittán, el rabino principal de Melilla.

Durante los días 5 y 6, conocidos como los Días de Justicia, el "juez" te cita a dar a conocer todas las acciones que has realizado durante todo el año para que, a través de la oración, los judíos puedan arrepentirse de sus malos actos y llegar así al Yom Kippur, el sábado día 14, cuando se confirma si los pecados han sido o no perdonados.

Tras el rezo en las sinagogas, los judíos, hombres, mujeres y niños que asisten al rezo, regresan al hogar, donde los alimentos preparados por cada familia forman parte de una "ceremonia" en la que cada manjar tiene un significado concreto, derivado de su propia etimología.

En primer lugar, se santifica el día sobre el vino, que es de color blanco, y posteriormente, los judíos se lavan las manos para comenzar a bendecir el pan, que suele untarse con azúcar.

Antes del inicio de la cena, según Bittán, se reparten unos frutos simbólicos, como pueden ser dátiles, un alimento dirigido a que los pecados "se exterminen", manzana con miel, para que cada persona pueda tener una "vida dulce", junto con cebolla, calabaza, hinojo o acelgas, todo ello precedido de una oración que explica el motivo por el que se ingiere cada cosa.

Entre el Rosh Hashaná y el Yom Kippur hay diez días "de prueba", en los que los judíos incrementan su penitencia y su oración, todo ello con el objetivo de ser mejor con el prójimo y las personas cercanas.

El año nuevo judío es, en definitiva, un tiempo de preparación para el Día del Perdón, donde los fieles, hombres y mujeres -ancianos, enfermos y niños quedan exentos- permanecen todo el día sin comer ni beber, rezando en la sinagoga.

Tanto en el Rosh Hashaná como en el Yom Kippur, al concluir el rezo, se hace sonar el "sofar", un cuerno de carnero, con objeto de, según el rabino, levantar el espíritu y "despertar" para saber que se está ante el juez, ante "el rey de los reyes", que te está juzgando.

Bittán es precisamente una de las personas que en Melilla tocan este cuerno de carnero, una tarea nada sencilla, según señala, ya que se debe hacer sonar con las melodías adecuadas.

La comunidad judía melillense es la más importante de España, no sólo por su número de componentes, sino porque es la más antigua de todas las que existen en el territorio nacional.

Oficialmente, data de 1860, año en el que se concede por parte del Ayuntamiento la libertad religiosa de los judíos.

A partir de ese momento, surgió la primera sinagoga reconocida públicamente o se construyó el cementerio judío, que continúan actualmente ocupando espacios de una ciudad, Melilla, considerada como un laboratorio de convivencia, un modelo que puede ser exportable a otras regiones.

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