ALGUNOS PECES SOBREVIVEN A AGUAS ALTAMENTE TÓXICAS POR SU RIQUEZA GENÉTICA

El killifish atlántico es una especie de pez de estuario que vive en América del Norte y se ha adaptado a aguas con niveles de contaminantes industriales altamente tóxicos que normalmente los matarían gracias a su variación genética, que es más alta que la de cualquier otro vertebrado, incluido el ser humano.
Así se desprende de un estudio dirigido por la Universidad de California en Davis (Estados Unidos) y publicado este viernes en la revista ‘Science’. La investigación demuestra que el killifish atlántico (‘Fundulus heteroclitus’), que no es comercialmente valioso pero sí un alimento importante para otras especies, es hasta 8.000 veces más resistente a niveles letales de contaminación de las aguas debido a la actividad humana.
Los investigadores secuenciaron genomas completos de cerca de 400 killifish atlánticos de sitios contaminados y no contaminados de Estados Unidos: el puerto de New Bedford (Massachusetts), Newark Bay (Nueva Jersey), Bridgeport (Connecticut) y el río Elizabeth (Virginia). Algunos de ellos son tóxicos desde la década de los 50 y los 60 del siglo pasado por una mezcla de contaminantes industriales, entre ellos dioxinas, metales pesados, hidrocarburos y otros productos químicos.
El análisis genético de los investigadores sugiere que la diversidad genética de los killifish atlánticos los hace inusualmente bien posicionados para adaptarse a sobrevivir en hábitats radicalmente alterados. Cuanta mayor es la variación genética, más rápida es la evolución biológica. Ésta es una razón por la que los insectos y las malas hierbas pueden adaptarse rápidamente para resistir los pesticidas y por qué los patógenos pueden evolucionar con celeridad para resistir los fármacos creados para destruirlos.
Los científicos señalan que no todas las especies son afortunadas en este aspecto. “Algunas personas verán esto como algo positivo y pensarán: ‘¡Oye, las especies pueden evolucionar en respuesta a lo que estamos haciendo con el medio ambiente!’”, apunta Andrew Whitehead, autor del estudio y profesor del Departamento de Toxicología Ambiental de la Universidad de California en Davis, quien añade: “Desafortunadamente, la mayoría de las especies que nos preocupa preservar probablemente no pueden adaptarse a estos rápidos cambios porque no tienen altos niveles de variación genética que les permita evolucionar rápidamente”.
El estudio establece las bases para futuras investigaciones a la hora de explorar qué genes toleran productos químicos específicos y podría ayudar a explicar mejor cómo las diferencias genéticas entre los seres humanos y otras especies pueden contribuir a las diferencias en la sensibilidad a los químicos ambientales.
"Si sabemos los tipos de genes que pueden conferir sensibilidad a un animal vertebrado como nosotros, tal vez podamos entender cómo los diferentes seres humanos, con sus propias mutaciones en estos importantes genes, podrían reaccionar a estos productos químicos", recalca Whitehead.

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