DESVELAN QUE LOS TARSIOS SON PRIMOS LEJANOS DE LOS HUMANOS TRAS DECODIFICARSE SU GENOMA

Los tarsios, unos diminutos primates carnívoros que pueden medir apenas 15 centímetros, tienen enormes ojos y viven en Indonesia, son primos lejanos de los seres humanos, según se ha constatado después de que un grupo de científicos haya secuenciado y analizado su genoma.
El estudio, dirigido por científicos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en San Luis (Estados Unidos) y publicado en la revista ‘Nature Communications’, indica que estos primates, que son lo suficientemente pequeños para caber en la palma de una mano, están en una rama del árbol evolutivo de los primates, la misma que conduce a los monos, los grandes simios y los seres humanos.
“Hemos secuenciado el tarsio no sólo para determinar cuál es su lugar en la evolución de los primates, sino porque su fisiología, anatomía y comportamiento alimentario son únicos”, apunta Wesley Warren, profesor de genética y autor principal del estudio.
Los tarsios son los únicos primates exclusivamente carnívoros y comen insectos y pequeños pájaros, roedores y lagartos. Sus ojos duplican el tamaño de su cerebro, la cabeza puede girar 180 grados en cada dirección y tienen la capacidad de rastrear presas mediante ultrasonidos, con lo que son unos formidables cazadores nocturnos. Sus pies están adaptados para dar saltos repentinos de gran alcance y tienen un hueso del tobillo alargado (el tarso, de ahí su nombre).
La ubicación de los tarsios entre los primates ha sido objeto de polémica. Sus dientes y sus mandíbulas son más similares a los de los primates de ‘nariz húmeda’, como los lémures, pero sus ojos y la nariz se asemejan a los primates de ‘nariz seca’, como los monos y los seres humanos.
Al secuenciar el genoma completo de un tarsio (llamado ‘Warren’), Jürgen Schmitz, de la Universidad de Münster (Alemania), y sus colegas situaron a estos animales definitivamente en la categoría de nariz seca.
“GENES SALTARINES”
Los investigadores analizaron las secuencias de ADN conocidas como transposones o ‘genes saltarines’, que pueden saltar de una parte del genoma a otro, a menudo duplicándose en el proceso. Con el tiempo, estos genes pierden la capacidad de saltar. Los nuevos pueden convertirse en transposones mayores, pero no viceversa. Los investigadores determinaron cuándo las familias de transposones perdieron la capacidad de saltar y, de este modo, datarlas.
Los científicos compararon las familias de transposones de tarsios, seres humanos, gálagos (primates de nariz húmeda) y monos ardilla (de nariz seca), y hallaron que compartían familias más recientes de transposones con los monos ardilla y con los seres humanos, y más antiguas con los gálagos, lo que indica que los tarsios pertenecen a los primates de nariz seca.
Comparando las secuencias de genes de tarsios con los de otros primates, los investigadores identificaron 192 genes que están cambiando respecto de esos otros animales y analizaron la literatura científica para identificar enfermedades humanas asociadas con esos genes, en la que encontraron 47 enfermedades, una cuarta parte de ellas relacionadas con la visión y otra cuarta parte con problemas musculoesqueléticos.
El análisis del genoma tarsio mostró también que estos animales están mostrando signos de descenso poblacional. “Creemos que el tamaño de la población está disminuyendo y no rebotando”, señala Warren, quien agrega: “La mayor parte se debe a la pérdida de hábitat, pero el comercio de mascotas también contribuye. Una vez capturado, por desgracia, el resultado es a menudo la muerte debido a que no se cumplen las necesidades físicas y dietéticas. Es posible que algunas especies de tarsios se extingan si no cambiamos estas trayectorias”, explica.
Los investigadores esperan obtener ADN de otras especies y poblaciones de tarsios para evaluar la salud de estos animales. “Si somos capaces de secuenciar el genoma de otros tarsios, podemos medir la diversidad de la población. Una población con una mayor cantidad de diversidad debería ser más capaz de sobrevivir a los cambios en su entorno", comenta Warren, lo que, añade, “ayudará a determinar de qué manera están realmente en peligro de extinción”.

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