Los cinco tipos de trabajos (del todo inútiles) que deberían desaparecer

  • Se trata de empleos remunerados, totalmente inútiles, superfluos o dañinos, cuya existencia el trabajador no puede justificar
Hamilton rocía a una azafata con champán
Hamilton rocía a una azafata con champán

Disculpen el uso de expresiones coloquiales, pero “trabajo de mierda” es quizás la traducción ideal para el concepto de bullshit job, un término acuñado por el antropólogo estadounidense David Graeber para definir los “empleos remunerados, totalmente inútiles, superfluos o dañinos, cuya existencia el trabajador no puede justificar”. (Trabajos “de palo” o “estafa” también valdría, pero se perderían matices).

Como explica Graeber en su nuevo libro, Bullshit Jobs: a theory, estos trabajos han ido proliferando desde los años 80, y tienen un dañino efecto psicológico sobre los empleados de hoy en día que, por mucho que lo intenten, no logran entender para qué sirve su trabajo, sino es para algo que podría clasificarse de “malo para la sociedad”.

¿De qué trabajos estamos hablando? Como explica el antiguo profesor de la Universidad de Yale, hoy de la London School of Economics y reconocido activista anarquista, se trata de trabajos inútiles, que sirven para justificar estructuras también inútiles que, de otra forma, sencillamente no existirían. Y, paradójicamente, muchos de estos trabajos están mejor remunerados que los empleos “de verdad”.

Pero para entenderlo mejor es preferible fijarse en la propia clasificación que realiza Graber, que divide los trabajos de mierda en cinco familias, bien definidas:

1. Los lacayos

¿Para qué sirven realmente los porteros? / Nick Harris
¿Para qué sirven realmente los porteros? / Nick Harris

Los trabajos de los lacayos, apunta Graeber, son aquellos cuyo único propósito, o propósito esencial, es permitir a otra persona parecer o sentirse importante. En resumen: son trabajos que solo sirven para ayudar a alguien a brillar y tirar de ellos mientras permanecen en las sombras.

“Sí, todavía hay sirvientes pasados de moda de tipo feudal”, asegura Graeber. “A lo largo de la historia, los ricos y poderosos han tendido a rodearse de sirvientes, clientes, aduladores y otros lacayos”. Y, aunque su tipología ha ido cambiando, siguen existiendo.

Hoy podemos calificar como lacayos a los recepcionistas, los porteros y aquellas personas que organizan salas de reuniones, pero también a las azafatas de un congreso o feria. Son trabajos cuya utilidad real es nula, y su presencia solo se justifica para dar importancia a otras personas.

2. Los sicarios

Su trabajo es extorsionar de una u otra forma / Pixabay
Su trabajo es extorsionar de una u otra forma / Pixabay

Graeber insiste en no tomarse la palabra “sicario” –goons, en el original– de forma literal, aunque son perfiles que siempre tienen un aspecto agresivo en su cometido. ¿Ejemplos? Todos los soldados (porque si nadie tuviera no serían necesarios), los lobistas, los especialistas en relaciones públicas, los operarios de venta telefónica y los abogados corporativos. Todos ellos, asegura Graeber, tienen un impacto negativo en la sociedad.

“Creo que la mayoría estaría de acuerdo en que si desaparecieran todos los teleoperadores de ventas el mundo sería un lugar mejor”, escribe. “Pero creo que la mayoría también estaría de acuerdo en que si todos los abogados corporativos, cabilderos de los bancos o gurús del marketing desaparecieran de manera similar en una nube de humo, el mundo sería al menos un poco más soportable”.

3. Los que ponen parches

¿Quedarse hasta las mil por un error que ha cometido tu jefe? / Pixabay
¿Quedarse hasta las mil por un error que ha cometido tu jefe? / Pixabay

En su libro, Graeber utiliza para definir a este tipo de trabajadores la expresión duct tapers, un término coloquial que se usa en la industria del software para referirse a aquellas personas cuyo trabajo es lograr que dos sistemas, diseñados de forma separada para tarea diferentes, trabajen unidos.

El cometido de este tipo de trabajadores es resolver un problema que no debería haber existido. Por lo general, son personas cuyo único trabajo es resolver los errores que han cometido sus jefes.

“La limpieza es una función necesaria”, escribe Graeber. “Pero limpiar siempre después de que alguien desordene de forma gratuita e innecesaria es irritante”.

Graeber señala que este ha sido un rol tradicional de las mujeres, cuyo trabajo en muchos casos ha sido silenciar egos, calmar los nervios y encontrar soluciones a los problemas creados por sus maridos.

Hoy podríamos meter en este saco a muchos de los “asesores”, cuyo trabajo es hacer el trabajo de su jefe, para que este se apunte los méritos y pueda vivir tranquilo.

4. Rellena fichas

Monitorizarlo todo solo sirve para hacer creer que se está trabajando. / Pexels
Monitorizarlo todo solo sirve para hacer creer que se está trabajando. / Pexels

El trabajo de los “rellena fichas” –box tickers, en el original– es generar trabajo para simular que la gente está trabajando.

Graeber pone como ejemplo a las grandes compañías y asociaciones de empresas que mantienen revistas y canales de televisión internos, supuestamente para mantener a los empleados actualizados, pero que solo existen para darles a los altos ejecutivos una sensación cálida cuando hay una historia positiva sobre ellos.

“Tales lugares tienden a recompensar a sus escritores, productores y técnicos generosamente, a menudo dos o tres veces por encima de los precios de mercado”, asegura Graeber. “Pero nunca he hablado con nadie que trabaje a tiempo completo y que no diga que el trabajo es una mierda”.

Este es el cometido también de las personas que se dedican a hacer encuestas internas o realizar memorias. Salvo contadas excepciones, esto no tienen ninguna utilidad más allá de justificar un trabajo que ya se ha realizado y que, en general, conlleva menos tiempo que la propia justificación (pregunten si no en fundaciones y asociaciones sin ánimo de lucro).

5. Capataces

Tiene un despacho, pero no hace nada útil. / Pixabay
Tiene un despacho, pero no hace nada útil. / Pixabay

Graeber insiste en que el trabajo de gran parte de los mandos medios es, en esencia, inútil. Generan trabajo que tienen que hacer otros, pero si desaparecieran el trabajo se seguiría haciendo.

La diferencia entre los capataces y el resto de los trabajadores que realizan cometidos inútiles es que estos son mucho menos propensos a admitir que su trabajo no sirve para nada. Ahora bien, hasta el más orgulloso reconoce que gran parte de su trabajo es supervisar a gente que no necesita ser supervisada.

El profesor identifica además un segundo tipo de capataz, que es el que se dedica exprofeso a generar trabajo inútil para que otros lo hagan. Graeber recomienda desconfiar de cualquier documento que contenga la frase, “declaración de misión estratégica”, o el uso excesivo de las palabras “calidad”, “excelencia”, “liderazgo” o “partes interesadas”. Esto podría significar que un creador de trabajos de mierda se está acercando.

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