OPINION

Muere Antonio Mercero, el maestro del retrato de España a través de la emoción en primer plano

Antonio Mercero, Farmacia de Guardia
Antonio Mercero, Farmacia de Guardia
Antonio Mercero, Farmacia de Guardia
Antonio Mercero, Farmacia de Guardia

Antonio Mercero era un prestidigitador del primer plano. Sólo necesitaba la verdad de unos actores para sumergir al espectador en un viaje de inocencia y pérdida de ella, con una ingenuidad tan genuina que lograba que no importara que la calle de Farmacia de Guardia nunca fuera una calle de verdad o que su Cabina fuera roja -por aquello de dar más tensión- en un país de cabinas azules.

Un cirujano del buen guion que conseguía plasmar el costumbrismo de la España de cada momento e incluso de cada futuro con tramas que retrataban las vivencias, incertidumbres e ilusiones sociales del país pero siempre entremezcladas en sentimientos universales e inmortales sin fecha de caducidad. Por eso, por lo imperecedero de sus historias, las constantes reposiciones de Verano Azul, por ejemplo.

Se ha ido Antonio Mercero con su arte de enriquecer las historias con elencos adultos, que aprovechaban con brillantez la psicología de la mirada de los niños y adolescentes. 

Es el único director que ha conseguido traer a España un EMMY, el Oscar de la televisión. Lo logró con La Cabina, un idea con la que se obsesionó tras una ocurrencia de Horacio Varcárcel, José Luis Garci y él mismo. Los tres guionistas idearon un divertido gag con un hombre que se metía en una cabina telefónica y no podía salir. Pero la idea se quedó ahí, sin desarrollo.

Hasta que una buena mañana, paseando por la calle de Alcalá, a Mercero le vino a la cabeza la forma exacta en la que debía acabar tal historia y la premisa ya dejó de ser un divertido gag. Así que llamó a Garci y se encerraron para escribir un mediometraje para TVE que aterrorizaría al país con un miedo de lo cotidiano. En 20 días tuvieron un guion que impresionó a una España que empezó a poner el pie en las puertas de las cabinas para no quedar atrapada y acabar como José Luis López Vázquez, el actor encargado de interpretar a ese hombre medio de una nación gris y, probablemente, con una vida gris, que quedó encerrado para siempre.

Mercero, López Vázquez y equipo en el rodaje de La Cabina en la madrileña plaza de Arapiles.
Mercero, López Vázquez y equipo en el rodaje de La Cabina en la madrileña plaza de Arapiles.

El físico de López Vázquez era perfecto pero también su habilidad como intérprete. Mercero necesitaba un actor que fuera un maestro de la expresión, pues debía plasmar sin que se notara toda una evolución de diferentes y claustrofóbicos sentimientos. Como una película de cine mudo, donde no había diálogo pero sí se hacía una minucisa radiografía de una España de la burla, del individualismo y de la agonía.

Una España con preocupaciones y también con tabúes, características que, por cierto, se mantuvieron siempre en los trabajos de Mercero: el compromiso con la realidad. Verano AzulFarmacia de Guardia, en este sentido, trataron temas que se omitían en TV. La farmacia de Lourdes Cano fue una serie pionera en introducir, por ejemplo, el VIH en sus tramas para divulgar y derribar prejuicios a través de la televisión. 

La Cabina, Verano Azul, Farmacia de Guardia son los tres grandes recuerdos televisivos que han quedado en el imaginario colectivo de Mercero, junto con el encargo franquista de Crónicas de un Pueblo. Y La Cabina, Verano Azul, Farmacia de Guardia definen esa televisión de las historias de largo recorrido. Historias que se piensan en grande pero que se sustentan en el detalle.

El detalle del primer plano, el detalle de la primera mirada, el detalle del último gesto, el detalle del guiño con el espectador, el detalle del protagonista pero, también, el detalle del actor secundario. 

"Todos los seres humanos tenemos muchas cabinas de las que tenemos que liberarnos, hay cabinas de tipo moral, hay cabinas de tipo educativo, hay cabinas de tipo mental y hay cabinas de tipo económico. Cada uno tiene que ver qué cabina le aprisiona e intentar liberarse", reflexionaba el maestro Mercero por La Cabina. Su trabajo perdurará porque, como buen maestro de la ficción, también tiene mucho de sociología, de minuciosa labor de emocionar con lo que nos pasa, con lo que queremos, con lo que tememos, con lo que imaginamos, con lo que somos. Descanse en Paz.

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