A los inquilinos del Palacete Muntaner les gustaba "El precio del poder"

  • A pesar de lo majestuoso de la entrada, de los cortinajes y los butacones con acabados dorados, lo primero que llama la atención del Palacete Muntaner, actualmente en manos del Ayuntamiento de Barcelona después de que el empresario Julio Muñoz Ramonet se lo dejara en herencia, es el olor a cerrado.

Irene Dalmases

Barcelona, 11 oct.- A pesar de lo majestuoso de la entrada, de los cortinajes y los butacones con acabados dorados, lo primero que llama la atención del Palacete Muntaner, actualmente en manos del Ayuntamiento de Barcelona después de que el empresario Julio Muñoz Ramonet se lo dejara en herencia, es el olor a cerrado.

Después de unos meses de inventariado, hoy se han abierto las puertas de esta casa a un grupo de periodistas, diecisiete años después de que se formalizara el legado, y se han podido visitar algunas de sus estancias, aunque otras han seguido cerradas bajo llave.

Gruesas alfombras cubren los suelos, hay tapices en algunas de las paredes, mientras que otras están pintadas con unos dibujos que remiten al Goya que decoró el Palacio de El Pardo, todo ello bajo la iluminación de grandes lámparas de araña.

Siguiendo el modelo de las antiguas y nobles casas inglesas, tan típicas en series como "Arriba y abajo", en las entrañas del edificio se ubica la cocina, que hoy no se ha mostrado, mientras que una escalinata con barandilla dorada comunica la planta de entrada con la de las habitaciones y una pequeña capilla.

También hay un gran lavabo con un curioso sillón, parecido al de las tradicionales barberías, en el que uno imagina al propietario de la casa en pleno afeitado.

En una de las paredes de esta área hay un pequeñísimo cuadro atribuido a Rembrandt y otro a Velázquez, que ahora se deberán autentificar, así como un Anglada Camarasa y un Joaquín Mir, entre otros.

Columnatas, lujosos jarrones, grandes espejos o habitaciones forradas de armarios, dedicadas a vestidores, contrastan con una sala, con vieja televisión de tubo y un desvencijado aparato de vídeo, en la que los inquilinos del palacete miraban "El precio del poder" (Scarface), dirigida por Brian de Palma, con guión de Oliver Stone, y con protagonistas como Al Pacino y Michelle Pfeiffer, tal como se lee en el lomo de la casete de cinta de su interior.

En otra parte de la casa, se acumulan en dos pasadizos los cuadros de autores de mitades del siglo XX, muchos de ellos retratos de elegantes y enjoyadas mujeres.

En la biblioteca, con mesa de billar, las obras de autores como Calderón de la Barca, Larra o Góngora comparten espacio con las Memorias de Churchill, la Sagrada Biblia, o "Los cachorros del neocapitalismo".

En el jardín, los nenúfares adornan un pequeño estanque, mientras la larga y estrecha piscina permanece escondida bajo una práctica lona de color azul.

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