¿A qué sabe tu libro favorito?

  • Los libros no sólo se leen, se tocan y se huelen, sino que se saborean y se sirven acompañados por la bebida que más nos guste. Si ‘El Viejo y el Mar’, ‘Anna Karenina’ y ‘Madame Bovary’ fueran platos, ¿cómo se degustarían?
Alessia Cisternino

El miedo que los lectores analógicos, es decir aquellos lectores absolutamente contrarios a la epifanía del libro electrónico, comparten es que si los libros de papel desaparecen, con ellos desaparece también ese olor tan característico y el placer de tenerlos entre las manos. Se olvidan que los libros no sólo se leen, se tocan y se huelen, sino que se saborean y que el sabor de un libro es algo que se salta las barreras ficticias entre lo analógico y lo digital como un niñato se saltaría una valla para robar cerezas.

Los libros, al fin y al cabo, son platos que exigen vinos con los que maridarse y tiempo y calma para poderlos disfrutar. El sabor de un libro a veces es mejor y más persistente que el libro mismo. Lo demuestra el hecho de que un libro no exactamente excelente como ‘Junto y nada más’ de Anna Gavalda al final se queda en la memoria casi sólo por esos platos suculentos con que el cocinero Franck devuelve a la frágil Camille la alegría de vivir. Y el amor.

Anna Karenina, Emma Bovary y 'Sexo en Nueva York'

Y, ¿qué pasa con las verdaderas obras de arte de la literatura? ¿A qué saben ellas y cuáles son las condiciones ideales para disfrutarlas? Empecemos por un clásico: ‘Anna Karenina’. Ella es una mujer casada, una mujer que pertece a la buena sociedad, luego algo pasa que cambia por completo su vida y luego pasa algo aún peor. Si Emma Bovary, otra mujer que no sobrevive a sus libres elecciones, y Anna Karenina hubiesen vivido en la Nueva York del siglo XX probablemente sus respectivas historias hubiesen encontrado el maridaje perfecto en un cupcake y un Cosmopolitan como las protagonistas de la serie televisiva ‘Sexo en Nueva York’.

Pero desafortunadamente las dos viven en un siglo en el que la alternativa a sus errores, como mujeres, era mucho más cara que un pastel y un cóctel. Así que se aconseja disfrutar de estas dos obras maestras a temperatura ambiente, sin cambios climáticos repentinos. Para la lectura de Anna Karenina es ideal un borsh– una típica sopa rusa a base de verduras servida con nata ácida – y una taza de té “tirada” directamente de un samovar, una especie de cafetera para el té de gran tamaño que es fácil encontrar sobre las mesas rusas. Para Madame Bovary, por supuesto, una copa de vino de Borgoña servida al son de la música de baile que cambió para siempre su vida.

Un mojito para Hemingway

Elegir un plato que vaya bien con las novelas de un glotón como Hemingway es como elegir una de las miles de exquisiteces que se citan en el Quijote. Imposible. Delante de tanta indecisión, hay que hacer un esfuerzo de síntesis y extraer un sabor único de novelas como ‘Fiesta’, ‘El Viejo y el Mar’, ‘Por quién doblan las campanas’ y ‘Adiós a las armas’. Aunque sólo la segunda está ambientada en Cuba, es indiscutible que el único elemento gastronómico que puede acompañar la lectura de Hemingway es un mojito. Ron, agua con gas, hierbabuena, lima y azúcar moreno. Bien frío y delante del mar.

Suave es la noche’, la inmortal novela de Francis Scott Fitgerald, es uno de uno de esos placeres literarios que piden a gritos una copa de champán. Nada de comida, ni siquiera una miga para mantenerse despiertos durante esa larga noche encantada en la que está envuelta la novela. Sólo champán y del más caro.

'El Principito' con whisky y pan con chocolate

Si existe un cuento que consigue fascinar tanto a los niños como a los adultos es ‘El Principito’ de Antoine de Saint-Exupéry. Por eso, este breve relato que, como un buen vino, adquiere más y mejor sabor con los años, puede maridarse con un pan con chocolate y una típica bebida de adultos como un whisky añejo.

La novela debut de la escritora japonesa Banana Yoshimoto– un éxito internacional – tiene incluso un título muy evocador desde el punto de vista gastronómico: ‘Kitchen’. Sentimientos de pérdida y soledad que se derriten al calor de los fogones. El maridaje más obvio podría ser el sushi, pero los ríos de té que en los libros de Banana Yoshimoto curan las heridas de los protagonistas nos hacen decantar por una taza de té hirviendo, acompañada por unas nubes, delicadas como los rostros de los personaje que poblan esta novela. 

El protagonista da la obra maestra de Antonio Tabucchi ‘Sostiene Pereira’ es un periodista cuya única obsesión culinaria son las omelettes a las finas hierbas. A lo largo de esta breve y magnífica novela, Pereira come decenas de ellas. Así que en este caso la elección es simple: que sea con ensalada de pescado o con limonada, el plato favorito siempre serán las omelettes a las finas hierbas. Por supuesto, en el Café Orquídea de la Lisboa de 1938. Como lo haría el mismo Pereira.

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