Abella juzga la literatura como una carrera de resistencia que busca conmocionar

  • Valladolid.- Más allá de las formas y técnicas empleadas, "el objetivo final de la literatura es conmocionar" al lector a través de un quehacer que el escritor Rubén Abella (Valladolid, 1967), finalista del último Premio Nadal, ha juzgado como una carrera de resistencia que exige esfuerzo y método.

Abella juzga la literatura como una carrera de resistencia que busca conmocionar
Abella juzga la literatura como una carrera de resistencia que busca conmocionar

Valladolid.- Más allá de las formas y técnicas empleadas, "el objetivo final de la literatura es conmocionar" al lector a través de un quehacer que el escritor Rubén Abella (Valladolid, 1967), finalista del último Premio Nadal, ha juzgado como una carrera de resistencia que exige esfuerzo y método.

"Es un esfuerzo físico y mental que me deja matado después de pasar casi ocho horas al día sentado. Para mí, la disciplina es fundamental para poder ir levantando poco a poco el andamiaje de la novela. Es brutal", ha reflexionado Abella en una entrevista concedida a la Agencia Efe.

Nueve meses después de cruzar la barrera del anonimato con la publicación de "El libro del amor esquivo" (Destino), finalista del Premio Nadal 2009, Rubén Abella reconoce la existencia de un "antes y después" en su vida, pero recuerda que muy poco o casi nada le ha sucedido de una forma agitada.

Muy al contrario, la sensación que tiene es la de lentitud: "escribo desde los 16 ó 17 años y publiqué muy tarde, a los 35" cuando en 2003 se imprimió su primera novela, "La sombra del escapista", galardonada con el XIV Premio Torrente Ballester después de varios fracasos que a punto estuvieron de frustrar su vocación.

Consciente de que los narradores trabajan con el "material sensible" que son las palabras, concibe la escritura como "una forma de decir cosas" y donde debe primar la transparencia hasta lograr una cierta "densidad o intensidad" en el relato, "que deje muy pocos resquicios, que no sobren cosas, que tenga la tensión justa", ha explicado.

Rubén Abella, licenciado en Filología Inglesa y que a su vocación literaria une su condición de fotógrafo, ignora "la verdadera razón por la que uno escribe: es un misterio", pero no olvida el momento en que dio el salto desde la condición de lector hasta situarse en la del escritor.

Fue a raíz de la lectura de un libro de William Faulkner, "Mientras agonizo" (1930), "cuando comencé a leer desde otra perspectiva. Recibes y buscas cómo lo ha hecho ese escritor para conmocionarte con el peso de lo que te cuenta y lo que ha construido con palabras".

Lejos de la vida de "relumbrón" que suele acompañar a los literatos, Abella contrapone la vida de "trabajo, trabajo y trabajo" que lleva en Madrid, donde reside desde hace varios años e imparte clases en la Universidad Pontificia de Comillas, así como en sendas escuelas de letras y de escritores.

"Y todo ello sin ninguna garantía de éxito porque a lo primero que te sometes es a la prueba de la escritura, después permaneces pendiente de que la crítica no te vapulee, más tarde esperas a que se venda y luego deseas que se publique lo siguiente", ha señalado a ese respecto.

Mientras da los últimos toques a su siguiente novela, en la misma línea que las anteriores e incluso de su libro de relatos "No habría sido igual sin la lluvia", distinguida en 2002 con el XI Premio Mario Vargas Llosa-NH, el novelista vallisoletano no siente ningún agobio ni presión por lo que pueda esperarse de él desde un punto de vista comercial.

"Lo que sí tengo es miedo a defraudar a mis lectores, a los que vas haciendo libro a libro, pero nunca pienso en ellos cuando escribo", ha precisado no obstante.

Declarado defensor de la trama y partidario de las historias "que se cruzan" en un mismo relato, dentro de lo que ha denominado "técnica del mosaico", Abella invita al lector a buscar "por debajo de las palabras", a profundizar "más allá de las historias que se cuentan" a través de personajes perfilados desde la duplicidad, la ambigüedad o las falsas apariencias.

"La vida está construida de falsas impresiones, apariencias y de errores", ha añadido respecto a su próximo libro, al que en breve seguirá otro con más de un centenar de microrrelatos.

La literatura, ha resumido Abella, "le ha arrollado" durante el último año y obligado a retardar otra de sus aficiones y ejercicios profesionales como es la fotografía a color, en gran formato y con la que, en la misma línea que sus narraciones, rastrea la huella, "lo que queda después de estar situados en distintos niveles".

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