Adrián Henche se proclama triunfador del certamen "Camino hacia Las Ventas"

  • Javier López.

Javier López.

Madrid, 6 oct.- El novillero sin caballos Adrián Henche cortó la única oreja de final del "Camino hacia Las Ventas", convirtiéndose así en el triunfador del la segunda edición de este certamen, en una mañana en la que los otros dos alternantes dejaron detalles que hacen entrever futuro también en ellos.

FICHA DEL FESTEJO.- Erales de Monte la Ermita, el segundo como sobrero, serios y preciosos de hechuras, y, salvo el desagradable primero, en general de buen juego. Aplaudidos los arrastres de tercero, cuarto y quinto y sexto.

Ángel Sánchez, de la escuela de Colmenar Viejo: estocada habilidosa (ovación); y estocada caída y descabello (ovación tras aviso).

Manuel Gutiérrez, de la escuela de Arganda del Rey-Fundación El Juli: pinchazo y estocada delantera (ovación); y estocada delantera y larga agonía (ovación tras aviso).

Adrián Henche, de la escuela de Colmenar Viejo: dos pinchazos y estocada (oreja); y tres pinchazos y estocada baja (ovación tras aviso).

En cuadrillas, Niño de Aravaca y Pepe Prestel saludaron tras banderillear al cuarto.

La plaza tuvo casi un tercio de entrada en mañana espléndida

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MAÑANA DE ILUSIONES

El tren de los sueños de tres jovencísimos aspirantes de toreros hizo hoy una de las paradas más trascendentales del corto pero esperanzador trayecto que lleva de recorrido, ni más ni menos que en la estación de la Monumental de Las Ventas, marco perfecto para demostrar que el futuro del toreo está a salvo en sus manos.

Y cada uno, con las carencias lógicas de su manifiesta bisoñez, ofrecieron una mañana de ilusiones, especialmente Ángel Sánchez y, sobre todo, Adrián Henche, que hicieron una demostración de temple, suficiencia y regusto fuera de lo común para ser aún alumnos de escuelas.

El que más sorprendió, sin duda, fue Henche, a la postre el gran triunfador de la mañana. El pupilo de Colmenar Viejo se encontró en primer lugar un eral extraordinario, al que cuajó en series sobre ambas manos de muletazos de notable trazo, largos y cadenciosos, todo bien hilvanado y ejecutado con mucha quietud y por abajo.

La espada no fue su aliada, sin embargo, consiguió cortar una oreja.

El sexto fue otro eral para deleitarse, y vaya si lo hizo Henche, que se recreó sobre todo en el toreo en redondo, ejecutando todo en un palmo de terreno y demostrando nuevamente muy buen estilo. Perdió la Puerta Grande por la espada, su asignatura pendiente.

Sánchez, que venía a defender el título de triunfador de este mismo certamen en 2012, mostró que un año después ha crecido, ha adquirido un oficio suficiente para debutar con los del castoreño y, aún más, para empezar a pedir sitio pues cualidades y gusto en la interpretación tiene de sobra.

Y eso que en su primero, el eral más desagradable de la mañana, muy informal y que tomaba los engaños a regañadientes, apenas pudo esbozar el toreo que lleva dentro, e incluso pasó algún que otro apuro.

Pero en el cuarto, que tuvo mucho temple en las embestidas, sí mostró ese concepto clásico y sin concesiones. Toreo suave y, por momentos, hasta con hondura y especial aroma, manejando los avíos con mucha soltura, sabiendo bien lo que se trae entre manos.

Hubo algunas desigualdades, como es normal, como algún que otro tropezón y un desarme en el epílogo, pero el conjunto fue de nota. La pena fue que la gente, muy fría, no valoró en su justa medida el quehacer de Sánchez, que tuvo que conformarse con una ovación.

El mexicano Manuel Gutiérrez protagonizó una actuación de menos a más, en la que destacó sobre todo por las ganas que puso en todo momento.

A sus dos antagonistas los recibió a portagayola, y aunque en su primero anduvo más atenazado, en el quinto se le vio disfrutando con un animal que "se dejó" y duró mucho, y al que banderilleó con soltura. Muleta en mano dejó interesantes detalles Gutiérrez, que compone muy bien la figura y busca el toreo de largura y expresión.

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