Amparo Rivelles, la elegancia de una gran dama

  • La actriz Amparo Rivelles, fallecida a los 88 años, era uno de los grandes nombres de la escena española, fue la primera en conseguir un Goya, era la matriarca de una de las sagas familiares más conocidas del teatro español y, por encima de todo, era sinónimo de elegancia en su vida y en su profesión.

Alicia García de Francisco

Madrid, 8 nov.- La actriz Amparo Rivelles, fallecida a los 88 años, era uno de los grandes nombres de la escena española, fue la primera en conseguir un Goya, era la matriarca de una de las sagas familiares más conocidas del teatro español y, por encima de todo, era sinónimo de elegancia en su vida y en su profesión.

Premio Nacional de Teatro en 1996, diez años después de ser la primera actriz española en lograr un Goya, por su trabajo en "Hay que deshacer la casa", Rivelles infundía respeto en la profesión y entre los espectadores tras una vida en la que no dejó espacio al cotilleo ni a la especulación y en la que mostró un talento más allá de toda duda.

Nieta de actores, José Rivelles y Amparo Guillén; hija de una de las parejas más populares del teatro y del cine español de los años treinta, la formada por Rafael Rivelles y María Fernanda Ladrón de Guevara; hermana por parte de madre del fallecido Carlos Larrañaga y tía de Amparo Larrañaga y Luis Merlo.

Todos ellos nombres que forman parte de la historia de la interpretación española en la que ella ocupó un lugar prominente que se ganó a pulso durante los casi sesenta años que duró su carrera profesional.

Nacida en Madrid en febrero de 1925, Amparo Rivelles Ladrón de Guevara debutó en el teatro junto a su madre a los 14 años y no dejó de actuar hasta que en 2006 decidió retirarse.

Desde entonces apariciones públicas esporádicas, la última de ellas en septiembre de 2011 cuando recibió un homenaje por parte del Instituto Cervantes en el que toda la profesión le mostró su cariño y admiración.

"La actuación ha sido mi vida. He tenido la suerte de trabajar en lo que me gusta y me divierte, aunque la risa ha sido mi falta. Hoy estoy feliz", decía al comienzo de aquel homenaje, en el que reconoció haberlas "pasado canutas", pero también aseguraba sentirse recompensada por el reconocimiento de sus compañeros.

En aquella ocasión mostró un fino sentido del humor, pocas veces reflejado en los papeles profundos, dramáticos y complejos que había interpretado.

Fue una de las actrices más conocidas en el cine español de los años cuarenta, época en la que era conocida como Amparito Rivelles, y en la que protagonizó películas como "Malvaloca" -uno de sus papeles más recordados-, "Eloísa está debajo de un almendro", "Eugenia de Montijo", "Fuentovejuna" o "La Fé".

Era la gran estrella de los estudios Cifesa y su prestigio y fama llegaron a Hollywood, de donde recibió ofertas que nunca fructificaron, aunque llegó a trabajar con Orson Welles en "Mr Arkadin" en 1955.

A finales de esa década se trasladó a México por razones personales que nunca quiso aclarar y durante casi dos décadas se convirtió en uno de los rostros más conocidos del cine y la televisión de ese país, donde protagonizó numerosas telenovelas, un género que siempre defendió.

Su regreso a España estuvo marcado por el teatro. En 1979 interpretó la comedia de Santiago Moncada, 'Salvar a los delfines' y a partir de ahí se sucedieron una detrás de otra obras de teatro de gran calado entre crítica y público, que le llevaron a ser considerada una de las grandes de la escena.

"Anillos para una dama", de Antonio Gala; "El caso de la mujer asesinadita", de Miguel Mihura, o "Hay que deshacer la casa", de Sebastián Junyent, fueron los éxitos que se sucedieron en una época que dio paso a su regreso al cine con la adaptación de esa última obra, que le llevó a ganar el primer premio Goya del cine español en la primera gala de esos galardones.

Pero sí la crítica y sus compañeros de profesión ya estaban rendidos a su pies, fue la televisión la que la situaría como una de las actrices preferidas del público gracias a la serie "Los Gozos y las Sombras" (1982), una adaptación de la obra del mismo título de Gonzalo Torrente Ballester.

Su Doña Mariana y, sobre todo, su feroz enfrentamiento al Cayetano Salgado que interpretaba su hermano Carlos Larrañaga, fue el papel que le dio toda la fama que merecía su desbordante talento.

Y aunque interpretó aún numerosos papeles, del calibre de "La Celestina", "La loca de Chaillot", "Esquilache" -de nuevo en el cine-, o "La Regenta" en televisión, el recuerdo que perdura de ella es el de esa Doña Mariana, una mujer de armas tomar, con más carácter que cualquier hombre y que defiende a sus marineros frente a cualquier tempestad.

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