León, 30 jun. Enrique Ponce exhibe su señorío y maestría y Juan José Padilla se hace con los tendidos en la segunda última tarde de feria de San Juan, en León.
FICHA DEL FESTEJO:
Tradicional corrida de ocho toros en León. Segunda y última de la feria de San Juan. Cuatro toros de Zalduendo, primero, segundo, séptimo y octavo; tres de Jandilla, tercero, cuarto y sexto, y uno de Vegahermosa, quinto. Corrida bien presentada, noble y manejable.
Enrique Ponce, ovación tras aviso y oreja.
Juan José Padilla, dos orejas y oreja.
David Fandila, "El Fandi", oreja y ovación.
Cayetano, silencio y ovación.
Tres cuartos de entrada.
APOTEOSIS DE PADILLA Y MAGISTERIO DE PONCE
Ponce, con facilidad pasmosa, inició la faena al primero de la tarde con equilibrio y temple. Ligando una faena con detalles y dibujo conculcó el señorío de torería y trazo que atesora. El toro tuvo muerte de bravo. El quinto tenía problemas y muchas dificultades. Toro difícil aunque apareciera otro espejo durante la lidia. Ponce lo toreó, lo domó en definitiva, y el resultado fue una obra gruesa cargada de oficio y responsabilidad.
Juan José Padilla recibió alegre con el capote y dentro de los cánones al segundo de la tarde, al que toreó a favor de la complacencia popular. Banderilleó con una espectacularidad postiza aunque, sin embargo, caló en los tendidos. Faena de efectismos, gaseada y ayuna de sensibilidad. Solo de escaparate, pero es cierto que se hizo con los tendidos.
Salió en el sexto a incendiar la plaza y lo logró. Entregado, generoso, y con una chispa de probada efectividad, se hizo con el público, quien se rindió a su peculiar evangelio taurino. Padilla salió de la plaza de León como el nuevo ídolo de la afición.
El Fandi sabe cómo revolucionar a los espectadores, sus tercios de banderillas están creando escuela. Mitad torero, mitad atleta, es en sí mismo una revolución. Salió a formar un lío gordo y lo armó. Labor para la galería con el tono esperado y peculiar del granadino. Apareció de nuevo en el séptimo espoleado por la actuación de Padilla. Y hasta, esa fue la sensación, llegó a encorajinarse. Muy en su línea, el Fandi cinceló una faena voluntariosa pero carente de eco.
Cayetano estuvo tibio frente al primero de su lote. No se entregó a él y ni tampoco el toro. Labor aseada y sin eco que se desarrolló sin pena ni gloria. Apareció con mejores sensaciones para enfrentarse con el último de la tarde, un toro que no le permitió hacer bien las cosas; no le dejó relajarse. En definitiva, pasajes aislados, justos de trazos, que desembocaron en un duelo sin escaparate. Cayetano debió empujar más.
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