Así escribió García Márquez "Cien años de soledad": un golpe de inspiración y meses de ruina económica

    • El autor iba en coche por la carretera hacia Acapulco y se sintió "fulminado por un cataclismo"
    • Se encerró durante meses y empeñó junto a su mujer las joyas y vivió de la ayuda de los amigos.
    • Cuando envió el original, no tenía dinero para pagar los portes a Correos.
Portada de "Cien años de soledad".
Portada de "Cien años de soledad".
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"A principios de 1965, iba con Mercedes y mis dos hijos para un fin de semana en Acapulco, cuando me sentí fulminado por un cataclismo del alma tan intenso y arrasador que apenas si logré eludir una vaca que se atravesó en la carretera".

Así contaba García Márquez cómo se le aclaró la mente en un fogonazo genial para escribir Cien Años de Soledad, la novela que le consagró mundialmente como escritor de altura.

La idea le venía rondando desde hacía tiempo. Muchos grandes escritores confiesan en sus memorias que sus obras cumbres maduraron en su mente como una inmensa agitación, y de repente se sentían 'agarrados' por una inspiración subyugadora.

El colombiano confesaba que él quería escribir "una novela desmesurada, no solo distinta de cuanto había escrito hasta entonces, sino de cuanto había leído".

A partir de ahí empezó su sufrimiento artístico. Cuando regresó a Ciudad de México, se sentó en la máquina para escribir una frase inicial "que no podía soportar dentro de mí".

El primer párrafo

Hablaba de una de las frases más famosas de la literatura: "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo'.

Desde ese momento, García Márquez no paró ni un solo día "en un sueño demoledor, hasta que la línea final de Macondo se lo llevó el carajo".

Tanta entrega a su quehacer le supuso ir tirando de los ahorros y ya no tenía iempo para escribir tanto como quería. Trabajó de noche para cumplir con otros compromisos pero al final tuvo que tomar una decisión: "Escribir o morir".

Su mujer Mercedes no solo pidió ayuda a los amigos, sino de los tenderos y hasta el carnicero. Fueron al Monte de Piedad y entregaron las joyas de Mercedes y cuando el experto las examinó dijo: "¡Esto es puro vidrio!".

Sin dinero ni para papel

García Márquez no tenía ni para papel de máquina de escribir. Ello se debía a la forma de trabajar del autor, que rompía folios mal escritos o con erratas. Empeñaron el automóvil. Los amigos les prestaron dinero, les llevaban viandas y a cambio solo querían que el colombiano les recitara pasajes de la novela.

Un año después, en marzo de 1965, Mercedes le preguntó cuánto tardaría en terminar la novela: "Seis meses", dijo García Márquez. Es decir, en septiembre. La terminó en agosto. Fue a la oficina de correos con su mujer, pues querían enviar el texto a la Editorial Sudamericana, en Buenos Aires.

Eran quinientas cuartillas a máquina a doble espacio. El empleado pesó el paquete y les pidió 82 pesos. Mercedes contó el dinero y solo tenía 53. Entonces, dividieron el paquete por la mitad, y enviaron una de ellas. Enviarían la otra cuando tuvieran más dinero así que buscaron más cosas que empeñar. ¿La máquina? Eso no. Un calentador, una batidora, los anillos matrimoniales. No hicieron falta estos últimos: en el Monte de Piedad les dejaron dinero y la pareja envió la otra mitad. Entonces se dieron cuenta de que habían enviado primero la segunda parte. Mercedes dijo:

"Lo único que falta ahora es que la novela sea mala".

Rompió los originales para mantener el secreto

García Márquez recibió los primeros ejemplares en junio de 1967, casi un año después. Nunca recordó cuándo y cómo se le había ocurrido el título. Pero hizo algo inmediato. "Rompimos la copia para que nadie pudiera descubrir los trucos de mi carpintería secreta".

Muy pocas personas habían leído hasta entonces la novela en bruto. Entre ellas, Alvaro Mutis, que había estado escuchando en casa de García Márquez el resumen de la misma y que cuando leyó el original final le dijo: "¡Usted me ha hecho quedar como un trapo, carajo! Este libro no tiene nada que ver con el que nos contaba". Luego, muerto de risa, añadió: "Menos mal que éste es mucho mejor".

En poco tiempo, la novela recorrió la América Hispanohablante y España. Luego el mundo. Había nacido la leyenda de los Buendía y Macondo.

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