Bon Appétit: realismo romántico

  • Sale este fin de semana en todas las salas cinematográficas españolas Bon Appétit, ópera prima del director David Pinillos con Unax Ugalde y Nora Tschirner en el papel de dos amigos que se besan.
Bon Appétit
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lainformacion.com
Alessia Cisternino

Cada uno de nosotros tiene una receta para ser feliz. Hay quien gasta todas sus energías buscando el éxito y la fama, quien va detrás del poder y del dinero, quien ayuda a los demás y quien invierte todo su tiempo en construir a su alrededor relaciones estables y duraderas.

Pero a veces, cuando todo está ya cociéndose en la olla, nos damos cuenta de que nos falta, o nos sobra, un ingrediente. Más o menos esto es lo que le pasa a Daniel, el joven cocinero español, interpretado por Unax Ugalde, que protagoniza Bon Appétit, la ópera prima del director David Pinillos que tras el éxito obtenido en el último Festival de Málaga de Cine Español (donde se llevó 6 galardones) sale este fin de semana en todas las salas cinematográficas del país.

Por obvias razones no podemos revelar qué es lo que le falta y lo que le sobra a Daniel, lo único que podemos decir que es tras haber aterrizado en uno de los más prestigiosos restaurantes del mundo – el de Thomas Wackerle, interpretado por el veterano Herbert Knaup – con la intención de convertirse en un rico y famoso chef besa a Hanna, la sumiller del restaurante, interpretada por Nora Tschirner.

Y su receta para ser feliz, que estaba milimétricamente estudiada y diseñada, se convierte en un guión abierto sobre el que no sólo él, sino también Hanna, no tienen otra opción que improvisar y que durante 90 minutos parece siempre a punto de cerrarse de la forma más obvia y banal.El amor como es

En el cine romántico es difícil e incluso prohibido ser realistas, pero es evidente que la intención de Pinillos es ésta desde el primer momento: hablar del amor tal y como es, como lo más sencillo y a la vez lo más complicado que puede pasar entre dos personas.

Como una película romántica capaz de buscar para siempre su final feliz – quizás en Zurich, en Bilbao o en Munich, ciudades entre las que está rodada la película y en las que Daniel y Hannah empiezan y acaban su historia mil veces – sin tener ninguna certeza de poderlo encontrar.

Un plato que sería muy difícil de digerir para todos los románticos del planeta si no fuera por las copas de Ribera del Duero del 86 con las que los protagonistas celebran el simple hecho de haberse conocido, los noodles con huevos fritos, media naranja y lluvia de caramelos de menta que Dani improvisa para Hanna en una noche de invierno y la magnifica banda sonora – que luce también piezas de la banda islandesa Sigur Rós – que recorre toda la película.

Porque en la vida real, mucho menos en el cine, hay amigos que se besan y no se vuelven a dejar nunca, otros que se besan y no se vuelven a ver nunca jamás y otros que se besan y acaban siendo amigos. Hanna y Dani pertenecen a una de estas categorías. Hay que ir al cine y disfrutar de esta bonita película de para disipar el misterio. Y para descubrir que no existe una sola versión del cine romántico.

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