Bon Iver abriga el alma de Madrid con su folk ascético y alternativo

  • Javier Herrero.

Javier Herrero.

Madrid, 28 oct.- Como esos predicadores que parecen haber alcanzado el secreto de la vida después de probar la nada, así ha llegado hoy a Madrid una de las revelaciones musicales de los últimos años, Bon Iver, que ha tornado el Palacio Vistalegre en una imponente catedral para el alma con su folk ascético y alternativo.

Varios miles de personas se han congregado esta noche en ese templo con aspecto imponente y cavernoso gracias a unos jirones de tela a modo de estalactitas y un altar, el escenario, desde el que ha recitado su homilía este hombre que conoció el dolor, lo catalizó en forma de canciones y regresó convertido en mejor artista.

Es conocido el origen casi mítico de Bon Iver. Su creador, el estadounidense Justin Vernon, abandonó su banda de toda la vida en medio de una crisis existencial que se llevó por delante también la relación con su novia.

Enfermo de una mononucleósis hepática, se recluyó tres meses en una cabaña de Wisconsin a ver episodios de "Doctor en Alaska", un encierro del que nació su nombre artístico (un juego de palabras entre las expresiones en francés "buen invierno" y "buena borrachera") y las canciones de su primer disco bajo ese alias.

En total, ha creado dos álbumes igualmente aclamados, "For Emma Forever Ago" (2008), que había de ser un compendio de los desastres amorosos de su vida, y "Bon Iver, Bon Iver" (2011), que le depararon los premios Grammy a mejor nuevo artista y mejor álbum de música alternativa y que ha constituido el grueso de su repertorio de esta noche.

A través de él, su concierto se ha convertido en un tránsito desde las explosiones del mundo exterior, que han dado comienzo con "Perth" y sus tambores marciales, momentos de exaltación comunitaria y, cómo no, episodios de recogimiento espiritual y catártico en los que es especialmente ducho, como "Beth/Rest" y su influjo de Peter Gabriel.

Hasta ocho apóstoles se ha traído consigo para arropar su música con violines, trompetas, saxofón..., una propuesta más vestida que sus inicios, cuando aparecía apenas flanqueado por otro par de músicos.

"¿Cómo está todo el mundo? Gracias por venir a nuestra corrida de toros", ha dicho en tono de broma el cantante en un momento de su actuación, la tercera de este año en España después de sus conciertos en el Palacio Euskalduna de Bilbao y del Poble Espanyol en Barcelona el pasado verano.

En busca de refugio de los estallidos del primer tema, "Perth", Vernon ha cobijado al público en los tranquilos sones de "Minnesota, WI", con sus luces como de altar eclesiástico, y de la melancólica "Michicant", que ha puesto a la audiencia en animación suspendida, un estado de introspección que parecía haber detenido hasta las moléculas de oxígeno del pabellón.

Seguidas han ido cayendo canciones como "Towers" e "Hinnom, TX" sin desprenderse más que en algún contado momento del característico falsete de su alter ego artístico, retocado gracias a la ingeniería de sonido para darle una resonancia metálica y onírica.

El cariz místico de su presentación se intensifica con "Woods". El escenario se queda a oscuras salvo por un par de haces de luz derramándose sobre su figura, que van multiplicándose a medida que la música cobra intensidad hasta configurar una estrella en la que él es el centro. Loado sea Vernon.

Le siguen "Blood bank", una de esas canciones de exaltación colectiva en la que el público ha acompañado con palmas la melodía, hasta desembocar en un éxtasis eléctrico de guitarra, y "Skinny love". Un sinfín de móviles ascienden entonces entre las cabezas del público para atestiguar que se trata de uno de los hitos de la noche.

La cálida "Beth/Rest" prepara el terreno para los bises, en la que Vernon recurre a la colaboración de su congregación para entonar el estribillo de "The Wolves" ("What might have been lost", qué podría haberse perdido) y advierte: "Esto va a ir sonando cada vez más alto, así que empezad suave".

Y tras hora y media de concierto, concluye su concierto con "For Emma" y, probablemente, un balance superior de acólitos a los que habrá mostrado que la música -a veces- es el bálsamo del alma. Amén.

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