Caballero Bonald: La poesía permite corregir las erratas de la historia

  • El escritor español José Manuel Caballero Bonald reivindicó hoy, en su discurso de agradecimiento del Premio Cervantes, "la potencia consoladora" de la poesía, tan necesaria en un mundo como el actual, "asediado de tribulaciones y menosprecios a los derechos humanos".

Alcalá de Henares (España), 23 abr.- El escritor español José Manuel Caballero Bonald reivindicó hoy, en su discurso de agradecimiento del Premio Cervantes, "la potencia consoladora" de la poesía, tan necesaria en un mundo como el actual, "asediado de tribulaciones y menosprecios a los derechos humanos".

"La poesía puede corregir las erratas de la historia", afirmaba Caballero Bonald antes de asegurar que, como decía Pavese, la poesía "es una forma de defensa contra las ofensas de la vida".

"Siempre hay que defenderse con la palabra de quienes pretenden quitárnosla. Siempre hay que esgrimir esa palabra contra los desahucios de la razón", añadía el escritor gaditano en un acto solemne que constituye el acto central del Día del Libro, en el que se conmemora la muerte de Cervantes y de Shakespeare.

Su discurso, que leyó en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares (cercana a Madrid) con voz firme, pausada, y con ese lejano deje andaluz que todavía le queda, estuvo dedicado en buena medida a Cervantes, a su infravalorada poesía, a su concepción de la libertad y a esos años enigmáticos y "zonas de penumbra" que hay en su vida, "esas huidas imprevistas, zozobras, cautiverios", que vienen a ser como "la síntesis biográfica de un perdedor".

Por segundo año consecutivo, el rey Juan Carlos no pudo presidir la ceremonia por motivos de salud. Lo hicieron los príncipes de Asturias, que estuvieron acompañados por el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, y otras autoridades, así como por destacados representantes de la cultura, además de amigos y familiares del galardonado.

En su discurso, Caballero Bonald destacó que, por muchos fracasos y decepciones que sufriera, Cervantes "nunca renunció a ir macerando en la memoria su más universal empeño creador: el que hizo de la libertad un fecundo condimento literario".

Basta con ojear "el esplendor polifónico" del Quijote para entender que "todo lo que tuvo de infortunada la vida de Cervantes acabó encontrando una justiciera contrapartida en esa manifestación suprema de la propia libertad que es la palabra", dijo.

En esos años en los que un Cervantes "solitario y meditabundo" estuvo alejado de las letras; cuando navegaba "sin brújula entre los boatos de la Italia renacentista o los intramuros argelinos del cautiverio", por la corte de Felipe II o "la babilónica Sevilla de finales del XVI y principios del XVII", iría "trasegando de la vida a la memoria algunos de los hechos y personajes" que luego figurarían en sus obras.

"Más que la imagen del vencido por la vida, lo que ese Cervantes acaba sugiriendo es la del vencedor literario de todas las batallas por la libertad", señaló Caballero Bonald, quien al principio de su discurso recordó a otros escritores que ya han recibido "el premio mayor de nuestras letras", como Antonio Gamoneda, José Emilio Pacheco, Juan Marsé, Ana María Matute o Juan Gelman, "amigos queridos y autores predilectos".

Superviviente, junto con Francisco Brines, de la llamada Generación de los cincuenta, Caballero Bonald también mencionó a otros "compañeros fraternales" -José Ángel Valente, Carlos Barral, Ángel González, Claudio Rodríguez, Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo- "a quienes la muerte cercenó la posibilidad" de recibir el Cervantes.

El autor de "Manual de infractores" o de "Entreguerras" lleva "dos tercios de siglos" como escritor y dice con humor que quizá sí merezca "un premio a la constancia". Y aunque ya apenas puede evocar su "noviciado literario", es consciente de que su "biografía literaria depende tanto de los libros" que ha escrito como de los que ha leído.

"Es posible que encontrara en aquellas lecturas algo parecido a una contrapartida, una compensación frente a la falta de asideros o los desconciertos de la edad", señalaba Caballero Bonald antes de decir que "los enemigos históricos de la libertad han recurrido desde siempre a una suprema barbarie: la hoguera".

"O quemaban herejes o quemaban libros. En las ficciones futuristas de un mundo amorfo, despersonalizado, regido por computadoras, la quema de libros representa algo más que un mandamiento atroz: es una metáfora de la esclavitud", afirmaba el premiado, quien cree que sus primeras lecturas le pudieron servir para "indemnizarse" de lo que le "negaba aquel tiempo desdichado" de la inmediata posguerra, "cuando se cimentaba el infortunio histórico del franquismo".

Y una de esas lecturas tempranas se la debe a un profesor suyo de literatura, que le facilitó una "especie de florilegio hecho por él de las más llamativas aventuras de don Quijote". Cuando las leyó fue "una conmoción insospechada". Descubrió "un mundo fascinante".

Y en el "recuento de emociones" que fue su discurso, Caballero Bonald mencionó sus "débitos personales" con la poesía, que "también tiene algo de indemnización supletoria de una pérdida".

"En mi poesía está implícito todo lo que pienso, y hasta lo que todavía no pienso, que ya es meritorio", afirmaba el escritor, que, "honestamente", cree en "la capacidad paliativa de la poesía, en su potencia consoladora frente a los trastornos y desánimos que pueda depararnos la historia".

El arte en general, y la poesía en particular, pueden "contribuir a la rehabilitación de un edificio social menoscabado".

"Tal vez se logre así que el pensamiento crítico prevalezca sobre todo lo que tiende a neutralizarlo. Tal vez una sociedad decepcionada, perpleja, zaherida por una renuente crisis de valores, tienda así a convertirse en una sociedad ennoblecida por su propio esfuerzo regenerador", concluyó el escritor antes de recibir el prolongado aplauso de los asistentes. EFE.

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