Robert Redford, el ecologista disfrazado de galán de cine

  • Bajó su pinta de galán incorregible se encuentra un director de cine que antes fue pintor y que lucha por conservar el medio ambiente. 
Tráiler de 'La conspiración'
Tráiler de 'La conspiración'
lainformacion.com

Su enmarañado pelo rubio, su mirada intensa con los ojos ligeramente entornados y su sonrisa pícara lo convirtieron en miembro de honor del star-system hollywoodiense a finales de los sesenta. Fue el estreno de Dos hombres y un destino, junto a su amigo Paul Newman, el que le colgó la etiqueta de actor taquillero. Robert Redford ha sabido aprovechar la fama para hacer lo que realmente le gustaba. Rodar películas independientes y proteger el medio ambiente. Los trabajos más comerciales o grandes han sido el precio a pagar para poder permitirse hacer entre medias lo que le apasiona.

Tras esa fachada de galán empedernido que no ha conseguido quitarse de encima ni con el paso de los años se esconde un Robert Redford que parece más centrado ahora en la dirección que en la actuación. En realidad, no es que le tire más una faceta que otra, es que las cosas le han venido así. De hecho, al principio no estaba muy entusiasmado con el guión deLa conspiración. Hasta que lo leyó y se dio cuenta de que no era la típica película que contaba de nuevo el asesinato de Abraham Lincoln. Se trataba de narrar el juicio desde el punto de vista de la única mujer implicada en el proceso Mary Surratt (Robin Wright).

Planteada así, le gustaba más al Redford director. Lo suyo es lo de contar historias del pasado pero con cierto toque de crítica política y social. No le basta con quedarse en la superficie. Le gusta escarbar y que el espectador lo haga con él. Por eso plantea cuestiones como la familia (El río de la vida), los concursos amañados y las consecuencias de la fama efímera (Quiz Show), la caída de un excombatiente (La leyenda de Vagger Bance), la lucha por salir adelante tras una tragedia (El hombre que susurraba a los caballos), política e ideales (Leones por corderos) y ahora el juicio plagado de trabas e injusticias.

Si como director puede decirse de él que cuenta con un marcado estilo tendiendo siempre hacia cierto tipo de historias de calado, no ocurre lo mismo con su currículum como actor. En sus muchos años delante de la cámara ha ido alternado el cine más puramente hollywoodiense o comercial con proyectos salidos del cine independiente que tanto le gusta. Su carrera arrancó en los sesenta con muchos capítulos sueltos en distintas series, alguna que otra tv-movie y apariciones de poca monta en el cine.

No fue hasta mediados de los sesenta cuando la carrera como actor de este pintor que había pasado algunos años de su juventud buscándose así mismo en Europa comenzó a despegar. Primero fue Jauría Humana (1966) junto a Marlon Brando y después llegaría Propiedad condenada (1966), la primera de las muchas colaboraciones que tuvo con el director Sidney Pollack, quien se convirtió a la postre en uno de sus grandes amigos. Como también lo fue Paul Newman. Con él alcanzó el estrellato en 1969 gracias Dos hombres y un destino. Redford sabe que gran parte del éxito de su carrera se lo debe a aquel personaje, el del pistolero Sundance Kid. De ahí que el Sundance Institute, fundación creada para apoyar a los cineastas independientes en 1981, lleve su nombre.

Su aspecto siempre era lo primero que se veía, mucho más que su talento. De ahí que le lloviesen papeles románticos. Descalzos en el parque (1967), Tal como éramos (1973), Peligrosamente juntos (1986) y Memorias de África (1985) son solo algunas de ellas. Pero también ha sabido sacarle partido a sus dotes como actor con otras películas de la talla de El golpe, El gran Gatsby o Todos los hombres del presidente, por mencionar alguna. Y gracias a hacer cine comercial se ha podido permitir el lujo, como él mismo ha reconocido de rodar otras como El descenso de la muerte, El candidato, Jeremiah Johnson y Brubaker, más "modestas" y de su agrado.

El chico dorado de Santa Mónica, ese muchacho humilde que cuando era poco más que un adolescente se marchó a Europa a pintar y descubrir el mundo, se convirtió más o menos rápido en una estrella reclamada por grandes y pequeños para sus proyectos. Pero como artista que se declara, siempre quiere un poco más y por eso se lanzó a dirigir. De hecho, el Oscar que ha ganado en toda su carrera (Honorífico aparte) se lo dieron como director por su primera película, Gente Corriente.

Una estrella fuera del sistema

Nunca se ha sentido del todo a gusto dentro de la maquinaria de Hollywood con los fotógrafos persiguiéndole día y noche. Por eso en cuanto pudo permitírselo económicamente, compró un terreno y se montó su hábitat natural en las montañas de Colorado. El terreno fue creciendo poco a poco hasta convertirse casi en una reserva del medioambiente.

Ecologista convencido y practicante, Redford conserva su entorno en las montañas de Colorado tal y como se lo encontró e intenta concienciar al resto de la importancia de respetar la naturaleza. Ese es uno de los mensajes que reciben los asistentes al festival y a los talleres de cine que convoca el Sundance Institute en sus terrenos.

La mayoría de sus películas como director tienen cierta carga política en sus tramas. Sin embargo, él asegura que no le interesa la política en sí. En el sentido de involucrase en ella. Critica al sistema siempre que tiene oportunidad y lamenta la lucha de cámaras en la que vive inmersa su país. Aunque haya sido candidato en el cine, en la realidad no le llama nada. De momento, su discurso son sus películas. Ya sea como director o como actor.

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