Concurso entre silencios como fin del ciclo de encastes minoritarios

  • Un concurso ganadero de muy poco relieve por el poco juego del ganado echó hoy el cierre al ciclo de "encastes minoritarios" de Las Ventas, en el que los tres novilleros actuantes fueron despedidos con seis silencios.

Javier López

Madrid, 29 sep.- Un concurso ganadero de muy poco relieve por el poco juego del ganado echó hoy el cierre al ciclo de "encastes minoritarios" de Las Ventas, en el que los tres novilleros actuantes fueron despedidos con seis silencios.

FICHA DEL FESTEJO.- Novillos, por este orden, de Juan Luis Fraile, con movilidad pero sin clase; Sánchez Cobaleda, imponente y peligroso; Moreno Silva, apagado; Manolo Quintas, muy castigado en varas y sin fuelle en la muleta; Paloma Sánchez-Rico de Terrones, violento y difícil; y La Interrogación, noble pero a menos.

Francisco Pajares: pinchazo y estocada ligeramente desprendida (silencio tras aviso); y estocada que "hace guardia" y estocada (silencio tras aviso).

Jesús Fernández: estocada tendida y atravesada, y seis descabellos (silencio tras aviso); y tres pinchazos y dos descabellos (silencio).

Alberto Escobar: estocada (silencio); y media, pinchazo y media atravesada (silencio).

Al término del festejo el jurado declaró desierto el premio al mejor novillo.

La plaza tuvo un cuarto de entrada en tarde progresivamente fría.

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PARA OLVIDAR

Se preveía de antemano que el concurso ganadero que cerraba el ciclo de encastes minoritarios no iba a funcionar. Hierros abogados a un segundo plano por culpa del mercado tan monótono que marca la actualidad ganadera. Y si encima no tienen para lidiar un encierro completo... sobran las palabras.

Novillos, eso si, de imponentes estampas; pero todos, sin excepción, sin empuje en el caballo, y qué decir en la muleta.

Los hubo apagados, a la defensiva, complicados y hasta parados. Ninguno regaló dos embestidas buenas y con transmisión. Y si a esto le sumamos el frío y las más de dos horas que duró el festejo, la tarde fue para olvidar.

Abrió plaza un novillo de Juan Luis Fraile que tuvo prontitud en el caballo, aunque mal estilo en la pelea en las tres veces que acudió.

Esa virtud de la movilidad la tuvo también en el último tercio aunque con el defecto de ir siempre rebrincado y cabeceando. Enemigo añadido fue también el viento, que molestó mucho durante la lidia de un Pajares que planteó batalla con disposición y oficio, aunque sin alcanzar lucimiento en el largo tiempo que estuvo intentándolo.

El de Sánchez Cobaleda que hizo segundo fue, posiblemente, de los novillos más espectaculares que se hayan lidiado en Madrid esta temporada. Astado precioso de hechuras y con tremenda arboladura que provocó los aplausos de los tendidos nada más hacerse presente en el ruedo.

Pero la imponente fachada fue, al final, sólo eso; pues manseó en varas, esperó en banderillas y desarrolló malas ideas en la muleta, midiendo y reponiendo las embestidas, poniendo en serios aprietos a Jesús Fernández que fue todo pundonor y firmeza.

Tanto expuso el catalán que al final hubo una voltereta, por fortuna, sin consecuencias. No anduvo acertado con el descabello y fue silenciado.

El tercero, de Moreno Silva, tuvo cuajo pero poco celo en el peto, donde protagonizó una eterna puesta, y se apagó muy pronto en la muleta. Para nada pareció el clásico "saltillo" exigente de esta casa ganadera.

Escobar no tuvo tela que cortar, por lo que la faena, anodina como pocas, apenas llegó a trascender. La estocada, eso si, de manual.

El precioso berrendo de Manolo Quintas que saltó en cuarto lugar cobró un fuerte puyazo en la querencia, y otro más igual de excesivo, por lo que llegó a la muleta sin apenas fuelle.

Pajares llevó a cabo una faena eterna en la que prevaleció la voluntad por encima del lucimiento, a todas luces imposible por la extrema sosería del utrero.

En el quinto, de Paloma Sánchez-Rico de Terrones, brilló el picador Antonio García en varas, tercio en el que, sin embargo, no estuvo a la altura el novillo.

En el último tercio se vio un animal brusco y difícil, pegando gañafones, y parándose y volviéndose a mitad del muletazo. El mérito de Fernández fue el valor y el aguante que mostró, de agradecer tal y como iba la tarde, aunque sin poder resolver.

El último, de La Interrogación, acudió de largo al caballo, y fue, a la postre, el que más se dejó, pero la falta de rodaje de Escobar propició que pasara desapercibido. Tampoco es que fuera novillo de lío, ni mucho menos, pues enseguida se paró, pero en unas manos más expertas y con menos viento, quizás, hubiera sido otra cosa.

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