La crisis económica se cuela en la moda brasileña

Las luces de la Semana de la Moda de Sao Paulo no brillan tan fuerte: la recesión de la economía brasileña sacude a esta industria y también se sube a la pasarela.

Modelos cuentan que reciben salarios más bajos, la inversión de esta edición es menor que la última y marcas emblemáticas como Animale y Cavalera son grandes ausentes de los casi 40 desfiles que se realizan hasta este viernes, que en cambio mostrarán siete marcas que recién estrenan.

La economía brasileña está en una profunda recesión desde el año pasado -cuando se contrajo 3,8%- y según varias proyecciones sólo comenzará a recuperarse después de 2017 en lo que se perfila como el mayor retroceso en un siglo. Con más de 200 millones de habitantes, Brasil tenía un dinámico mercado de consumo que ahora da señales de retroceso.

"La crisis llegó", asegura a la AFP Arlindo Grund, reconocido consultor de moda y presentador de un programa de televisión sobre estilo que sigue religiosamente los desfiles de la SPFW, la Semana de la Moda de Sao Paulo.

"Y eso afecta mucho a esta industria. Hay recortes en publicidad y en inversiones que alcanzan a todos: modelos, costureras, estilistas. Y eso es un riesgo para las marcas, que pueden perder calidad tanto en la propia confección como en el concepto de sus colecciones", alerta.

La inversión total para esta edición de la SPFW fue de 12,5 millones de reales (unos 3,5 millones de dólares al cambio actual), un 15% menos que la anterior realizada a fines del 2015, informó la organización a la AFP, que destacó sin embargo la llegada de grandes auspiciadores como Coca Cola y Mercedes Benz.

Pero salta a la vista que no hay tanto público ni brillo en esta 41ª edición de la SPFW en comparación a años anteriores.

Son dos semanas de la moda cada año, una para la colección de verano y otra para invierno, aunque esa división está en vías de ser abandonada por seguir una tendencia internacional y también adaptarse a un mercado cambiante.

La recesión "se nota mucho", cuenta a la AFP la modelo brasileña Larissa Marchiori, de 18 años y residente en París, corriendo entre uno y otro desfile de la SPFW.

"El 'caché' es más bajo, se demoran más tiempo en pagar. En lugar de grandes campañas las marcas prefieren hacer apenas un 'lookbook' y listo. Allá afuera no es mucho mejor, pero aquí en Brasil está mal, todo el tiempo están regateando", describe.

Según la Asociación Brasileña de la Industria Textil y de Confección (Abit), la facturación de la cadena textil y de confección totalizó 36.200 millones de dólares en 2015, un 32% menos que el año anterior.

Las inversiones en el sector retrocedieron 31% a 749 millones de dólares en el mismo lapso.

"La crisis nos ha afectado, claro, con la disminución de las ventas y pedidos", señala a la AFP el estilista Joao Pimenta, que el jueves presentó su colección en la semana de la moda paulista, la mayor de América Latina.

Enfocado en ropa masculina, Pimenta ve sin embargo "un lado positivo en todo esto", ya que la crisis "nos llevará a ser más creativos y eficaces para sobrevivir a esta situación".

Para la diseñadora Patricia Bonaldi, esta crisis empujó a la "clienta brasileña a volverse más consciente. Las compras impulsivas han disminuido y las personas buscan más calidad a un precio justo".

Eficacia y competitividad son dos palabras muy recurrentes cuando se habla de industria en el gigante sudamericano.

Con pesados impuestos, burocracia excesiva, infraestructura deficiente, altos costos de energía y de mano de obra, es reconocido el llamado "costo Brasil" que hace más cara la producción de los artículos locales en comparación con sus competidores extranjeros.

La moda brasileña, sin la calidad de grandes marcas internacionales, no es una excepción.

"Tuvimos un crecimiento en estilo y diseño, pero ahora con el mercado interno en recesión hay una situación difícil. Y afuera, la moda brasileña no es competitiva", asegura a la AFP Luciane Robic, especialista en marketing del Instituto Brasileño de la Moda.

"Los precios de las marcas brasileñas son muy caros, algo que no es viable en mercados donde ya saben y conocen los precios y calidad de grandes marcas internacionales", añade.

Pero esta tormenta puede tener un final feliz, dice Robic.

"Es un momento de reflexión y desafíos, quizás ahora podemos finalmente repensar una mejor estrategia".

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