Mateo Sancho Cardiel.
Madrid, 31 oct.- Ni James Bond escapa a los expedientes de regulación de empleo, por eso tiene que demostrar en "Skyfall" que a sus 50 años es capaz de reinventarse y enfrentarse no solo a los malos sino a las nuevas generaciones y tecnologías, "la única manera de seguir adelante", asegura su protagonista, Daniel Craig.
"Hay que combinar la vieja manera con las nuevas tecnologías", dice en una entrevista con Efe Craig, un James Bond con crisis vocacional en la entrega más introspectiva del agente 007 en muchos años y que se estrena hoy en España.
Craig jubiló a Pierce Brosnan en su momento y también llegó como un soplo de aire fresco, por su aire más rudo y su pelo rubio.
Pero si no fuera porque ya ha firmado dos entregas más, se puede decir que su tercer Bond tras "Casino Royale" y "Quantum of Solace" tiene algo de crepuscular.
"Nos lo encontramos cuando está desilusionado con su trabajo, no se siente que tenga la energía para hacerlo más. Pero en vez de retorcerse como hace el personaje de Javier Bardem y convertirse en un villano, se enfrenta a M y se pregunta por qué, busca la respuesta adecuada a sus preocupaciones. Es también una película sobre las relaciones entre madres e hijos", explica.
Teniendo tras las cámaras al artífice de "American Beauty", Sam Mendes, y con un villano tan inquietante como Javier Bardem, teñido de rubio platino, Bond es, por momentos, su peor enemigo cuando se da cuenta de que los mecanismos del MI6 son de una moral cuestionable y de que quizá le jubilen con anticipación pese a su intachable expediente.
"James Bond representa la manera antigua de hacer las cosas, pero no puede ignorar la nueva manera, que la tecnología forma parte de su trabajo y allí aparece el joven Q, un genio de la informática", relata Craig, actor que ha trabajado con David Fincher en la saga "Milenium" o con Steven Spielberg en "Munich".
En "Skyfall", el trío formado por Craig, Bardem y Mendes construyen una trama que, coincidiendo con el 50 aniversario de la primera película de la saga, "James Bond contra el Dr. No", juega a rendir homenaje al pasado sin dejar de mirar al futuro.
Lo hace retomando la música original de John Barry pero contratando a Adele para el tema principal; utilizando los últimos modelos en automóvil sin renunciar a desempolvar el Aston Martin y, sobre todo, cerrando las heridas del pasado para poder asumir los retos del futuro.
Tanta reflexión quizá asuste al espectador fan de 007. "No es tan profundo, sigue siendo una película de James Bond", se defiende Craig frente a aquellos que buscan en "Skyfall" el componente de época oscura y trascendental que ha desarrollado Batman desde que Christopher Nolan se puso a dirigir la saga.
Por eso, pese a ese inicio alicaído, Bond no tarda en recuperar la vitalidad y la agilidad necesaria para, sin perder la elegancia y la flema británicas, enfrentarse a un villano que atenta contra el propio servicio secreto.
Para meter el miedo en el cuerpo, quién mejor que el ganador del Óscar por otro malo antológico, el Anton Chigurh de "No es país para viejos".
"Es uno de los mejores actores. Simplemente brillante. Es un sueño hecho, un honor. Es un actor muy generoso", dice de él Craig, al que Bardem intenta seducir en una secuencia.
"No hay nada gay en la película. Simplemente se están jodiéndose el uno al otro", aclara por si acaso alguien piensa que tanto psicoanálisis y vueltas con su orfandad iban a cambiar la orientación sexual de Bond.
De hecho, las "chicas Bond" siguen siendo un elemento indispensable y en esta ocasión son tan raciales como la afroamericana Naomie Harris y la francooriental Bérénice Marlohe.
"En esta película (la chica) tiene papeles más importantes. Tienen historias a las que dan más profundidad. Tienen alma mucho más allá de sus ojos", asegura Craig, quien ha tenido que ver cómo su mujer en la vida real, Rachel Weisz, se ha ido en el cine con la competencia: Jason Bourne.
"No le he tenido que dar ningún consejo. Es perfectamente autónoma", dice con cara de pocos amigos. "Y no, no estoy celoso", zanja.
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