DAVID GALVAN CAE HERIDO GRAVE AL FINAL DE UNA LARGA E INSUFRIBLE MANSADA

  • El diestro gaditano David Galván resultó herido grave por el sexto toro de la que fue una larga e insufrible mansada con los hierros de Daniel Ruiz y Fuente Ymbro, en el festejo de hoy de la feria de Sevilla.

Paco Aguado

Sevilla, 6 may.- El diestro gaditano David Galván resultó herido grave por el sexto toro de la que fue una larga e insufrible mansada con los hierros de Daniel Ruiz y Fuente Ymbro, en el festejo de hoy de la feria de Sevilla.

FICHA DEL FESTEJO:

Cuatro toros de Fuente Ymbro (2º y 4º lidiados como sobreros, sustitutos de dos de Daniel Ruiz devueltos a los corrales), de muy desigual presencia, descastados y mansos, aquerenciados o negados a la embestida. Y dos de Daniel Ruiz (1º y 3º), muy terciados, descastado y rajado, respectivamente.

Joselito Adame: estocada (silencio); dos pinchazos (silencio); sartenazo (silencio, en el que mató por Galván).

Antonio Nazaré: estocada atravesada delantera y siete descabellos (silencio); estocada (silencio).

David Galván: estocada tendida y descabello (ovación).

Galván resultó herido grave al torear de muleta al sexto toro, que le infirió una cornada en la cara interna del tercio medio del muslo derecho, con una trayectoria ascendente y hacia la cara posterior de 15 cms,, que produce rotura de musculatura, abductores y bíceps, y otra superficial de 5 cms.

La plaza registró menos de media entrada, en el octavo festejo del abono.

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DOS HORAS Y MEDIA DE MANSOS

Pasaba ya la corrida de las dos horas y media de duración y agonizaba un festejo plomizo y dilatado por la insufrible y accidentada lidia de una mansada con los hierros de Fuente Ymbro y Daniel Ruiz. Y, cuando el público buscaba ya con la mirada la salida de los tendidos, llegó el sobresalto del percance.

Lo provocó el sexto toro, otro rajado y entablerado manso de Fuente Ymbro que, por quererle llevar la contraria haciéndole embestir hacia las afueras, empitonó muy seca y certeramente a David Galván, infiriéndole una cornada en el muslo derecho que ya le impidió levantarse de la arena.

Entró en turno entonces el mexicano Joselito Adame para sustituir al compañero y finiquitar la corrida con un feo espadazo en los costillares: el deshonroso final que, en puridad, se merecieron la mayoría de los toros de un desastroso saldo ganadero.

Adame tuvo que estoquear así tres de los seis astados de la corrida. Y si en principio le tocó el único lote completo de la ganadería anunciada, la de Daniel Ruiz, finalmente sólo lidió uno de ellos, el primero, un torillo anovillado e impropio que fue recibido con sonoras protestas del público.

Intentó el mexicano darle cierta entidad a la faena aprovechando la prontitud del animal en las arrancadas, pero nada de lo que hizo fue tomado en cuenta en el tendido.

Sí que pudo fajarse luego con el cuarto, un sobrero grandón y manso de Fuente Ymbro que sustituyó a un titular devuelto por partirse el cuerno izquierdo en los primeros capotazos.

Adame le robó algunos pases, con la muleta muy alta, intentando encontrar un mínimo de codicia donde sólo había mansedumbre, hasta el punto de que el toro acabó echándose, vacío en absoluto de casta, con un par de pinchazos.

Antonio Nazaré también tuvo que lidiar dos de Fuente Ymbro, pues su primero siguió a los cabestros después de acusar tres aparatosos volatines que le contundieron los riñones.

El primer sobrero fue otro manso acobardado al que el diestro sevillano acosó hasta arrancarle casi a pulso las dos únicas series de muletazos estimables de la tarde. Sólo eso pudo sacar en claro Nazaré, que no tuvo opciones con un quinto afligido que apenas si caminó tras los engaños.

La única ovación de la corrida se la llevó también David Galván, por su perseverancia al perseguir por todo el perímetro del ruedo a un toro de Daniel Ruiz que se dio en retirada después de banderillas.

El joven torero de San Fernando no cejó en su empeño de sacar un partido mínimamente lucido de este manso aconchado en los tableros, con el que, de dos en dos muletazos, atacando y persiguiendo al animal a la salida de cada pase, dejó ver esporádicamente su estético concepto del toreo. La cruz de la sangre derramada le esperaba en el sexto.

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