Con Franco se vivía mucho peor, pero pagábamos la mitad de impuestos

  • Hace casi medio siglo, España era uno de los países del mundo con menor presión fiscal sobre sus ciudadanos, por debajo del 15%. La razón es que el sistema fiscal era deficiente, sólo con tributos indirectos y con un olvido evidente de exigir más a los que más tenían. Hoy, tras haber crecido como nadie, pagamos el desarrollo con un 32% de carga impositiva.
España, segundo país de la OCDE donde más se incrementó la carga fiscal sobre el empleo
España, segundo país de la OCDE donde más se incrementó la carga fiscal sobre el empleo
Álex Medina R.
Álex Medina R.

En 1965, entraron los primeros soldados americanos en Vietnam, el Che Guevara abandonaba Cuba y China iniciaba la revolución cultural; los Beatles pedían ayuda y los Rolling no se sentían satisfechos con nada. En España, casi todo seguía igual (incluso el Madrid volvería a ganar la Copa de Europa esa temporada), aunque empezaba lo que ha venido a llamarse desarrollismo, y los españoles sufrían una presión fiscal del 14,7%.

En 2012, los soldados americanos salen de Irak, Castro sigue en Cuba y China prefiere las rebeliones económicas. De música mejor no hablamos. Y en España sólo se habla de impuestos: los trabajadores destinan un tercio de su salario a cumplir con los diferentes tributos que nos exigen Estado, autonomías, ayuntamientos.

Ahora, con la caída de la recaudación por culpa de la crisis, la presión fiscal en España ronda el 32% del PIB, según los últimos datos recabados por la OCDE y que también recuerdan que en 2007, en aquel cénit del boom inmobiliario, la exigencia rozó el 38%, una de las tasas más elevadas de la Unión Europea.

Pero la máquina del tiempo nos permite viajar a mediados de los sesenta, cuando la presión fiscal en nuestro país era ridícula, sencillamente, porque la normativa tributaria era escasa y los ingresos vía impuestos casi nulos. No es que fueran, naturalmente, mejores gobernantes, sino que su sistema era altamente ineficiente e inflacionista.

Después, muerto Francisco Franco, alcanzamos una inflación del 40% engendrada por aquel sistema fiscal

 (y por la crisis del petróleo) y tuvieron que firmarse los Pactos de Moncloa para salvar la economía.

En los sesenta, decíamos, se pagaban muy pocos tributos y hasta la aprobación de las leyes General Tributaria y de Reforma del Sistema Tributario de 1964, no se sistematizaron los nuevos impuestos sobre la renta y sobre el tráfico de empresas.

Es decir, que hasta entonces sólo había impuestos indirectos que gravaban todos los bolsillos por igual y, por lo tanto, los ricos pagaban lo mismo que los pobres, ya que no había baremos en función de los ingresos.

Aun así, la reforma de 1964 y los planes de desarrollo (con la creación de nuevos focos industriales, el descubrimiento del turismo...), fueron engordando la presión fiscal hasta el entorno del 17%, cifra con la que se alcanzaría el 20 de noviembre de 1975.

Desde ese momento, y como consecuencia del verdadero desarrollo económico que empezó a experimentar España con la transición, la presión escaló a razón de un punto por año y superaría la barrera del 30% en 1987.

No es de extrañar: la presión fiscal crece en épocas de bonanza porque se ingresan más impuestos de todo tipo (como sucedió en aquellos años o en el pasado periodo de crecimiento de mediados de la década pasada) y se contrae, por la misma razón, en los momentos negativos. De ahí que el porcentaje se haya moderado en varios puntos en los últimos tres años.

Con todo, y porque cualquier dato aislado puede significar muchas cosas, lo que también es cierto es que España es el país que más ha elevado su exigencia tributaria en los últimos 45 años de todo el mundo desarrollado (que es el estudiado por la OCDE).

Ni un solo país del primer mundo ha duplicado su presión... aunque pocos han experimentado un cambio (a mejor) tan radical como el nuestro.

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