El colombiano Bolívar corta la última y heroica oreja de los Sanfermines

  • El diestro colombiano Luis Bolívar, que fue cogido de manera impresionante, aunque sin consecuencias, al entrar a matar al tercer toro, cortó la última oreja de unos Sanferimines que hoy se cerraron con la lidia de una muy descastada corrida de Miura.

Paco Aguado

Pamplona, 14 jul.- El diestro colombiano Luis Bolívar, que fue cogido de manera impresionante, aunque sin consecuencias, al entrar a matar al tercer toro, cortó la última oreja de unos Sanferimines que hoy se cerraron con la lidia de una muy descastada corrida de Miura.

FICHA DEL FESTEJO.- Toros de Miura, de imponente estampa y en tipo de la ganadería, pero blandos en el caballo y, a pesar de la engañosa movilidad de algunos, vulgares y sin entrega en el último tercio por falta de casta o de fuerzas.

Javier Castaño: dos pinchazos, estocada atravesada y dos descabellos (silencio); y media desprendida y trasera (silencio).

Luis Bolívar: estocada (oreja); y estocada que asoma y descabello (ovación).

Esaú Fernández: bajonazo (silencio); y seis pinchazos y descabello (silencio tras aviso).

En cuadrillas, Agustín García destacó picando al tercero y Curro Robles saludó tras banderillear al sexto.

La plaza tuvo un lleno aparente en los tendidos.

--------------------

UNA "MIURADA" VULGAR

Sin llegar al nivel del pésimo lote de Adolfo Martín que la precedió, la corrida de la ganadería de Miura que hoy cerró los Sanfermines 2014 se debatió en una misma tónica de falta de casta y vulgaridad.

Imponentes, como siempre desde hace décadas en Pamplona, los "miuras" de hoy no respondieron a las expectativas, ni por los últimos resultados ni por su propia leyenda histórica.

Los seis que corrieron el encierro más largo y peligroso de la feria fueron en el ruedo unos toros muy deslucidos, blandos en la pelea con los picadores, descastados, de poca fuerza y sin emplearse nunca ante los engaños, por mucho que varios de ellos tuvieran una aparente movilidad.

Tal actitud generalizada de la corrida no propiciaba, sobre el papel, ningún tipo de lucimiento ni de éxito de la terna de toreros, pero Luis Bolívar puso el plus de entrega necesario para llevar la contraria a los imponderables.

Le correspondió al colombiano uno de esos dos o tres toros que, al menos, se movieron y repitieron sus cortas y desclasadas embestidas, y sobre esa base fue construyendo una faena de puro oficio que fue llegando poco a poco a los tendidos por pura acumulación de muletazos.

Hasta que, a la llamada hora de la verdad, el simple, pero trascendente gesto de conseguir una estocada a la primera decidía si se llevaba o no el trabajado premio.

Se tiró por tanto Bolívar en absoluta rectitud y con toda su decisión a matar al de Miura, que le cerró el paso por la derecha con su amplísima cuerna.

En un visto y no visto, la espada entró en el cuerpo del animal, y el torero quedó colgado del pitón, doblado por la cintura, con la impresión de haber sufrido un gravísimo percance.

La plaza contuvo la respiración por unos segundos, hasta que Bolívar se levantó de la arena como un boxeador antes de que termine la cuenta de protección, con la plateada taleguilla rajada de arriba a abajo por la pernera derecha y también desgarrada a la altura de la rodilla izquierda.

Cayó el de Miura y recobró fuerzas el colombiano, milagrosamente ileso, para recibir así la última oreja de estos Sanfermines tan generosos en trofeos.

Vestido con el pantalón de un monosabio, Bolívar buscó después, sin llegar a conseguirlo, el segundo aval para la puerta grande con un quinto que tampoco descolgó su cuello. No hubo oreja pero sí una fuerte ovación de reconocimiento para el diestro de Cali.

De no haber pinchado repetidamente al sexto, ese último trofeo del abono pudo haber sido para Esaú Fernández, después de su animosa faena al sexto, el toro que sembró el pánico por la mañana en la calle Estafeta.

En cambio, sobre la arena del ruedo "Olivito" fue otro toro descastado y de vulgar movilidad ante el que el joven sevillano estuvo más convencido que con el tercero, que no tuvo fuerzas para dar ni medias arrancadas.

El lote de Javier Castaño fue el más deslucido de toda la corrida, con un cuarto que incluso se quedó echado en la arena tras salir de un pase de pecho. Y ante toros de imposible lucimiento, los del torero leonés fueron dos trasteos tan empeñosos como insustanciales.

Mostrar comentarios