El Juli "pincha" una faena grandiosa en la tarde de Morante en Vistalegre

  • El diestro Julián López "El Juli" malogró con la espada una soberbia y grandiosa faena en el evento taurino "The Maestros", celebrado hoy en el coso madrileño de Vistalegre, una tarde que acabó llevándose José Antonio "Morante de la Puebla", con una oreja en cada toro de su lote.

Javier López

Madrid, 27 sep.- El diestro Julián López "El Juli" malogró con la espada una soberbia y grandiosa faena en el evento taurino "The Maestros", celebrado hoy en el coso madrileño de Vistalegre, una tarde que acabó llevándose José Antonio "Morante de la Puebla", con una oreja en cada toro de su lote.

FICHA DEL FESTEJO.- Toros, por orden de salida, de: Garcigrande, con calidad aunque medido de fuerzas; Domingo Hernández, atacado de kilos pero con buen fondo; Zalduendo, muy deslucido; Zalduendo, tosco y sin clase; Zalduendo, manejable; y Domingo Hernández, encastado y de muy buen juego, ovacionado en el arrastre.

Juan Serrano "Finito de Córdoba": metisaca y tres pinchazos (silencio tras aviso); y estocada que "hace guardia" y descabello (silencio).

José Antonio "Morante de la Puebla": estocada trasera y desprendida (oreja); y media caída (oreja).

Julián López "El Juli": estocada (ovación); y estocada muy baja que escupe, estocada trasera y seis descabellos (gran ovación tras aviso).

En cuadrillas, magnífica brega al segundo de José Antonio Carretero, que saludó montera en mano tras banderillear al quinto.

Antes de iniciarse el paseíllo se guardó un minuto de silencio en memoria del empresario Arturo Beltrán, recientemente fallecido, y en recuerdo también de Francisco Rivera "Paquirri", en el trigésimo aniversario de su muerte en Pozoblanco (Córdoba).

Incidencias: El festejo estuvo ambientado musicalmente por la Orquesta Sinfónica de la Comunidad de Madrid (ORCAM).

La plaza tuvo casi tres cuartos de entrada.

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EL JULI, MORANTE Y UN MANICOMIO

Una tarde de toros atípica por toda la parafernalia que había montada en torno a ella, con la presencia por primera vez en la historia de una orquesta sinfónica para ambientarla musicalmente, y, sobre todo, por la manera tan especial con la que hay que describirla, es decir, empezando por el final para acabar por el principio.

Y es menester empezar así por las emociones tan grandes, casi inenarrables, que se vivieron en el sexto toro gracias a un Juli sublime en todos los órdenes, un coloso del toreo que convirtió la plaza de Vistalegre en un auténtico manicomio por espacio de veinte minutos.

El torero del madrileño barrio de San Blas dejó clara muestra de lo que vendría después con un soberbio quite por chicuelinas y cordobinas, abrochadas con media a pies juntos al ralentí, que pusieron la plaza en pie.

Pero el lío gordo llegó en la muleta de un Julián López que, sin probaturas previas, se puso a torear sobre la mano diestra en la misma boca de riego, por donde nacieron dos series iniciales de gran ejecución por el mando, la largura del trazo de cada pase, el temple y, por supuesto, la hondura.

El toro, bravo y con son, fue el oponente ideal para un torero que fue agigantándose a medida que los tendidos se entregaban más y más a su toreo, a su grandioso e imperial toreo, impecable y haciendo todo muy por abajo, barriendo con media muleta el albero. Faena siempre a más en cuanto a ritmo e intensidad, cumbre también al natural y hasta en los adornos finales.

Lástima el fallo a espadas. Le gente se echaba las manos a la cabeza mientras Juli se atascaba con espada y descabello, perdiendo así las orejas de un toro aplaudido en el arrastre. Aunque para ovación, la que recibió El Juli, tan atronadora que aún sigue retumbando por las frías galerías de la reformada "Chata" de Carabanchel.

El otro nombre propio de la función fue el de Morante de la Puebla, que acabó siendo el triunfador de la misma gracias a las dos orejas que paseó, una de cada toro de su lote, a los que instrumentó sendas faenas de corte muy similar.

No hubo capote en ninguna de las dos, pero sí mucho embrujo de muleta, y eso que no ligó ni una sola tanda, todo a base de pases sueltos, de uno en uno, pero, eso sí, menudos pases fueron, de regusto, de aroma y duende, de toreo caro y extremadamente bello. Así es Morante, tan auténtico en sus formas como hipnótico.

Le gente estuvo muy con él, y él también estuvo mucho con la gente, reciprocidad que se tradujo en una perfecta comunión de entendimiento y emociones. Anduvo acertado también el de la Puebla del Río con los aceros, salvoconducto para alcanzar el triunfo final.

Las otras tres faenas -la primera del Juli y las dos de Finito- pueden resumirse en pocas palabras.

El Juli se estrelló contra un muro de hormigón en su primero, "zalduendo" muy deslucido por su manifiesta invalidez, y absoluta falta de clase y de fondo, con el que apenas pudo pasar de voluntarioso.

Finito, que sustituía al lesionado Alejandro Talavante, dejó pasajes estimables y a cuentagotas en su manejable primero, mientras que estuvo desconfiado y sin ponerse con el desclasado cuarto. En ambos manejó con gusto el capote y mató rematadamente mal.

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