El legado del bailarín Nureyev encuentra un lugar donde perpetuarse

  • María Llort.

María Llort.

Moulins (Francia), 19 oct.- El Centro Nacional de Vestuario Teatral y Escenografía (CNCS) de Francia inauguró hoy un espacio permanente dedicado a la legendaria figura del bailarín ruso Rudolf Nureyev, con objetos del artista procedentes de la fundación que lleva su nombre.

Con esta muestra se cumple el deseo del artista, que en su testamento dejó escrito: "Desearía ver mi nombre perpetuado en un museo o en una galería que conmemorara mi estilo de vida y mi carrera".

El museo exhibe trajes que llevó el icono de la danza en sus actuaciones, maquetas de la escenografía de algunas de sus coreografías y obras de arte que coleccionaba, en un recorrido que permite conocer su vida y su carrera.

La Fundación, creada por el propio bailarín en 1975, les cedió en 2008 parte de las pertenencias a condición de que estas se conservaran intactas en un solo lugar, y su apertura al público cumple así el objetivo de preservar sus recuerdos.

Nureyev (1938-1993) fue el solista del ballet del teatro de Kirov, la primera compañía de danza de la antigua Unión Soviética, hasta que en 1961, en plena "guerra fría", pidió asilo político en Francia.

"Esta decisión apareció en todos los medios de comunicación y le convirtió en una estrella mundial", señaló a EFE la directora del museo, Delphine Pinasa, para quien ese protagonismo mediático le incrementó "las ganas de ser reconocido como bailarín".

La carrera del artista ruso siguió en el Ballet del Marquis de Cuevas en París, donde consiguió un estatus que le permitió montar coreografías en escenarios como la Ópera de la capital gala y la Scala de Milán.

En la exposición se pueden ver, por ejemplo, el traje inspirado en las escenas populares pintadas por Goya que Nureyev llevó al interpretar a Basilio en "Don Quijote", o la vestimenta con influencias del Renacimiento italiano utilizada para encarnar a Romeo en "Romeo y Julieta".

Aunque el CNCS dispone de una treintena de trajes del bailarín ruso, solo expone cinco, que irán rotando para garantizar su buena conservación.

Y más allá de lo puramente material, esa institución constata que Nureyev hizo evolucionar el ballet clásico refinando su técnica, especialmente en los saltos, ya que combinó el clásico vertical con la versión más moderna, que atravesaba horizontalmente el espacio, consiguiendo así altura y desplazamiento al mismo tiempo.

El bailarín destacó también, según Pinasa, por su interpretación, que daba "más psicología a sus personajes", y por su afán por dar "más protagonismo a los papeles masculinos", ya que consideraba que hasta ese momento todas las miradas estaban puestas en las bailarinas.

Una de ellas, Margot Fonteyn, fue su pareja artística más conocida, y su trayectoria no puede desligarse por tanto de una compañera que le sacaba 20 años de edad.

La exposición permite conocer también la vida privada del bailarín, incansable coleccionista de obras de arte con las que decoró, con un estilo muy teatral, sus casas de Mónaco, París, Londres, Nueva York, islas Galli (Italia) y San Bartolomé, en las Antillas francesas.

Así, se pueden ver algunos de los muebles de su opulento apartamento parisiense, en el que el decorador de teatro Emilio Carcano combinó objetos eclécticos para conseguir un interior inspirado en el siglo XIX.

Nureyev también invirtió en pinturas de entre los siglos XVI y XIX, especialmente retratos y desnudos masculinos, alegorías bíblicas, grabados y estampas japonesas, y tuvo otra de sus pasiones en los tejidos, fuera en forma de "kílims", ese tipo de alfombra turca con las que tapizaba suelos y decoraba camas, o de kimonos, que lucía en fiestas privadas.

Todos estos objetos permiten hacerse una idea del estilo de vida del bailarín, quien pasó de una infancia sin muchos recursos a cobrar un alto caché por sus actuaciones, y que a finales de los años 80, cuando ya estaba enfermo de sida, empezó a interesarse por la dirección de orquesta.

La búsqueda de la belleza que caracterizaba su trabajo se mantuvo en la intimidad, y así quedó reflejada también en su tumba, decorada por el interiorista Exio Frigerio.

Pero Nureyev, viajero de vocación que tras su exilio consiguió el pasaporte austríaco, siempre dejó claro que la danza estaba por encima de gustos y nacionalidades.

"No tengo país. Para mí, un país es solo un lugar para bailar. Mis raíces son mi trabajo", dijo el artista en una de las muchas citas plasmadas en la exposición.

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