El pianista "prodigioso" Rafal Blechacz "equilibra" a Debussy y Szymanowski

  • Concha Barrigós.

Concha Barrigós.

Madrid, 3 feb.- El "prodigioso" pianista polaco Rafal Blechacz, único de la historia que ha ganado los cinco primeros premios del Concurso Internacional de Chopin, interpretará este fin de semana en el Auditorio Nacional a Beethoven con el equilibrio que eligió para su último disco dedicado a Debussy y Szymanowski.

Para esta segunda vez que actúa en el Auditorio, Blechacz (Naklo nad Notecia, 1985) ha elegido una pieza que ya interpretó en Valencia, el concierto para piano y orquesta número 4, en Sol mayor, porque, explica en una entrevista con Efe, es su "favorita" de Beethoven y está "muy feliz" de tocarla con la Orquesta Nacional de España (ONE) bajo la dirección de Josep Pons.

Blechacz acaba de grabar con Deutsche Grammophon un disco dedicado al francés Claude Debussy (1862-1918), en el que ha incluido "Suite pour le piano", "Estampes" y "L'isle joyeuse", y del polaco Karol Maciej Szymanowski (1882-1937) "Preludio y fuga en do menor" y "Sonata en do menor".

"La principal razón para elegirlos fue el gran contraste que hay entre ambos. Son completamente diferentes: representan el impresionismo y el expresionismo y eso es muy interesante para el público", detalla.

El maestro polaco se ha inspirado en la interpretación de su admirado Arturo Benedettu Michelangeli para las piezas de Debussy, porque, argumenta, quería reflejar el "color" trascendental de una composición como "Estampes".

"Para mí era muy importante traducir, interpretar y expresar el color exacto, definirlos con precisión, y además profundizar en su música, en su psicología y atrapar lo que querían expresar, sin fijarme en lo que han hecho otros antes".

Su interpretación de Debussy, virtuosa como en todos sus trabajos anteriores, ha sido posible, dice, gracias a que tenía el piano adecuado, porque necesitaba un sonido envolvente y completo.

El reto con él y con Szymanowski ha sido buscar el equilibrio constantemente "explorando entre la profundidad y la superficie" de las composiciones, "corrigiendo constantemente", como si tuviera que "cambiar de manos" en cada pasaje y muy pendiente del control de los pedales en busca del "sonido plateado" que requiere, por ejemplo, "L'isle joyeuse".

El músico sólo acepta 40 conciertos por año porque, dice, eso le permite mantener el equilibrio entre vida privada y profesional, aunque cuando está en casa dedica al piano 7 horas diarias.

"Necesito ese tiempo para desarrollar nuevas piezas, repertorios y nuevos discos", detalla esta especie de "monje" clásico, que el curso que viene empezará a estudiar en la Universidad de Torún -la ciudad natal de Copérnico- Filosofía.

Le complace ir a museos, como el Prado, escuchar música de órgano, de cámara y las sonatas de Mozart y muy poca "moderna" -"no soy capaz de concentrarme en ella", explica- pero, sobre todo, le gusta conducir, por eso lo "normal" es que en sus giras viaje en coche, alternándose con su padre en la carretera.

Este polaco no es de los que creen que a Chopin sólo le interpretan "bien, bien" sus compatriotas aunque, subraya, "es muy importante estar muy cercano al compositor, a su sensibilidad. Las experiencias que se tienen en la vida hacen que eso vaya siendo posible".

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