El Real es "de" Verdi pero abuchea el montaje de "Macbeth" de Tcherniakov

  • Concha Barrigós.

Concha Barrigós.

Madrid, 2 dic.- El arte "antiacadémico", "despeinado" y coherente de Verdi ha subyugado de nuevo esta noche al público del Real, que ha gozado con cada aria, dueto, cavatina y coro de "Macbeth" aunque la propuesta contemporánea de Dmitri Tcherniakov ha sido, como ya sucedió en París, mayoritariamente abucheada.

El ruso dirige la escena, es el escenógrafo y también el figurinista, es decir, responsable máximo de la producción, que sí ha gustado mucho, a juicio del vigor de los aplausos, a un tercio del público, que ha reconocido como un mérito quitar melodrama a un libreto que aunque se base en Shakespeare está muy lejos de él.

Tcherniakov, que ya dirigió en el Real "Eugenie Oneguin", ha integrado una "cortinilla""a lo google" para separar las escenas y situar los escenarios principales: el bosque de las brujas y el castillo de Macbeth.

Se trataba de un "google maps" inventado, que dirigía no a Escocia, sino a una ciudad inventada, con los focos de una plaza pública -el bosque- y una mansión -el castillo-.

El reino espectral mezcla las casetas de playa de los cuadros de Hockney con el ciclorama de "La vida de Truman" y el hogar de los Macbeth está en una viñeta que funciona como un teatro de sombras.

El afán principal del moscovita (1970) ha sido perfilar a Macbeth como una persona interesante, que podría haber tenido un destino diferente del de un asesino compulsivo obsesionado con la corona, y ha querido integrar elementos que hicieran compadecerse de él y de su infelicidad, una apuesta que, según decía el intendente del Real, está pensada "para un público inteligente".

Dimitris Tiliakos ha sido muy aplaudido en el papel de malvado atormentado, al igual que Violeta Urmana, vestida como una funcionaria del Politburó que tuviera que solventar una crisis doméstica, con pinza en el pelo incluida, en el de su mujer.

Determinada, manipuladora, resistente, fuerte e implacable, pero lejos de la seducción hipnotizadora que imaginó Shakespeare para un personaje que tiene que animar a su marido a que siga los locos "presagios del Averno", léase un festín de sangre, para lograr y mantener el poder.

En su aria del sonambulismo, ejemplo de locura romántica y noria de subidas y bajadas en la que es esencial la comunión con la orquesta, la rebeca, las gafas y la pinza han sido sustituidas por un pijama que recordaba los de la Seguridad Social española y una chistera.

Mientras, los espectros y brujas, el pueblo y los guerreros, todos vestidos con "plumíferos" y gorros de lana, han modulado brillantemente el coro que ha arrancado un encendido aplauso tras su famoso "Patria opressa".

El libreto, "pocas palabras, pero todas plenas de sentido", como deseó Verdi y materializaron Franceso Maria Piave y Andrea Maffei, recalca la ausencia de drama amoroso, la pesadilla del alma corrupta y la ambición de "corona", de poder a toda costa, un tono "sofocado, áspero y sombrío", como la voz que quería para Lady Macbeth y la instrumentación, muchas veces febril.

Y mientras todo eso se veía en escena, en el foso el griego Teodor Currentzis lo daba todo para "despeinar" y "revolucionar" con la música de Verdi, su teatralidad y fuerza evocadora, al público, que le ha regalado una atronadora ovación al concluir.

El griego ha demostrado tino y control con una ópera genial y "muy complicada", porque, en sus propias palabras, "es un 'niño' nacido con grandes dificultades".

Currentzis y Tcheniarkov dirigieron este montaje también en la Ópera de París, con Urmana y Tiliakos, en 2009, un año después de que se estrenara en la Ópera de Novosibirsk.

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