El Thyssen propone un diálogo entre el impresionismo francés y el americano

  • El Museo Thyssen propone un diálogo entre el impresionismo francés y el estadounidense a través de una exposición que une pinturas de los maestros Degas, Manet y Monet con obras de los norteamericanos que alrededor de 1890 descubrieron en Francia este estilo y lo desarrollaron al regresar a su país.

Madrid, 3 nov.- El Museo Thyssen propone un diálogo entre el impresionismo francés y el estadounidense a través de una exposición que une pinturas de los maestros Degas, Manet y Monet con obras de los norteamericanos que alrededor de 1890 descubrieron en Francia este estilo y lo desarrollaron al regresar a su país.

"Impresionismo americano" es el título de esta exposición que se inaugurará mañana en el Museo Thyssen-Bornemisza, la primera que se realiza en España sobre la expansión del impresionismo en Norteamérica y en la que se rastrea, a través de 80 pinturas, el modo en el que los artistas estadounidenses lo descubrieron en las décadas de 1880 y 1890 y su desarrollo posterior entorno a 1900.

"El impresionismo siempre estará con nosotros", ha garantizado el director artístico del Thyssen, Guillermo Solana, que ha explicado que esta exposición tiene mucho que ver con la colección americana que posee el museo y que se encontraba "un poco exiliada", lejos de sus pinturas hermanas de Estados Unidos.

Sin querer establecer una comparación entre los artistas franceses y los americanos, la comisaria de la exposición, la estadounidense afincada en Francia Katherine Bourguignon, ha diferenciado en dos etapas la muestra: las obras que estos pintores realizaron en Europa, algunos de ellos con relaciones muy estrechas con Degas o Monet, y las que hicieron de regreso a su patria, incorporando las técnicas impresionistas.

Mary Cassat y John Singer Sargent fueron algunos de estos artistas que vivieron y expusieron en Francia y tuvieron relación con los maestros franceses, en los que, ha asegurado la comisaria, "se inspiraron, no copiaron".

Cassat fue, en realidad, "la única impresionista de verdad", ha dicho Bourguignon, que ha explicado que solo ella participó en cuatro de las ocho exposiciones impresionistas que hubo entre 1879 y 1886 en Francia, y en las que tuvieron muy buena acogida sus pinturas de mujeres y niños de la clase media y alta.

De ellas, se pueden contemplar en el Thyssen "Otoño", "Niños jugando en la playa", "Joven en el balcón", "Verano" o "Jenny con su hijo somnoliento", entre otras.

Sargent, que al igual que Cassat vivió en París durante los años de nacimiento y desarrollo del impresionismo, se sumó a la práctica de la pintura al aire libre al visitar a Monet en la localidad de Giverny en 1885.

Muestra de ello es "Claude Monet pintando junto al bosque", que pueden contemplarse junto a "Pradera en Giverny" o "Prado con almiares cerca de Giverny", ambas de Monet.

Fue en 1886 cuando la primera gran exposición de impresionismo francés se inauguró en Nueva York, lo que permitió a los jóvenes pintores estadounidenses familiarizarse con las pinceladas sueltas y las paletas brillantes.

A partir de entonces, algunos de ellos viajaron a Europa para ampliar sus conocimientos pero, ha señalado Bourguignon, la mayoría fueron a aprender técnicas de arte académico y no concretamente el impresionismo. Cuando lo descubrieron, "quedaron en shock".

Tras los pasos de Childe Hassam, se formó una colonia de pintores norteamericanos en Giverny que, a su vuelta Estados Unidos, empezaron a incorporar los nuevos temas, composiciones y colores a sus obras, realizando vistas urbanas y de jardines.

Tras regresar incorporando estas nuevas técnicas a sus pinturas, estos artistas no tuvieron "una única respuesta", sino que dieron lugar a muchas diferentes.

Entre ellas, ha indicado la comisaria, destaca el "impresionismo whistleriano", al que dio nombre James Abbot McNeill Whistler, considerado un artista moderno y rebelde, al margen de las normas académicas y que mezcló el impresionismo con el simbolismo en cuadros como "Nocturno:azul y plata", impulsando a una nueva generación que vieron en él un modelo a seguir.

A lo largo de la década de 1890 fue aumentando el número de artistas americanos que seguían la creciente popularidad del impresionismo adaptando la modernidad a los temas nacionales.

Así, Dennis Miller Bunker y Theodore Robinson se interesaron por los paisajes propiamente americanos mientras que otros como Tarbell se dedicaron a obras protagonizadas por mujeres y niños, como "El Huerto", que le consagró como uno de los líderes del impresionismo en Estados Unidos.

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