El toreo fue imposible ante una cornalona y pésima corrida de Adolfo Martín

  • Una pésima corrida de la ganadería de Adolfo Martín, aparatosa de cuerna pero absolutamente vacía de casta y sin voluntad alguna de embestir, hizo hoy imposible un toreo mínimamente lucido en la penúltima corrida de los Sanfermines.

Paco Aguado

Pamplona, 13 jul.- Una pésima corrida de la ganadería de Adolfo Martín, aparatosa de cuerna pero absolutamente vacía de casta y sin voluntad alguna de embestir, hizo hoy imposible un toreo mínimamente lucido en la penúltima corrida de los Sanfermines.

FICHA DEL FESTEJO.- Toros de Adolfo Martín, de pelo cárdeno los seis, de muy desigual volumen y cuajo, y todos con aparatosas y astifinas cornamentas. Corrida de pésimo juego, vacía de casta y sin voluntad de embestir con una mínima entrega.

Diego Urdiales: estocada corta perpendicular, cuatro pinchazos y descabello (silencio); pinchazo, estocada contraria y descabello (silencio).

Manuel Escribano: tres pinchazos y estocada trasera desprendida (silencio tras aviso); dos pinchazos, estocada caída y descabello (silencio).

Alberto Aguilar: pinchazo, media estocada y dos descabellos (silencio); estocada caída muy trasera (silencio).

En cuadrillas, buen tono general de los bregadores.

Noveno festejo de los Sanfermines, con lleno aparente en los tendidos.

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SÓLO CUERNOS

Dentro de una feria en la que la abundante "leña" en las cabezas de los toros es todo un santo y seña, la corrida de Adolfo Martín la tuvo como para surtir un horno durante todo el invierno.

Y además esa "leña" de las cornamentas tuvo formas peculiares y poco habituales en otros encastes, pues la mayoría fueron, según el certero argot taurino, cornipasos y cornivueltos, es decir, con las puntas de los pitones apuntando hacia atrás y hacia los lados.

Pero, aparte de la anécdota, estos otros "albaserradas" de la familia Martín no aportaron nada positivo a su lidia dentro de la orgullosamente denominada "Feria del Toro".

Abantos de salida, sin celo alguno en los capotes y marcando ya las querencias adquiridas en el encierro matutino, los "adolfos" anunciaba desde los primeros compases que llevaban muy poca bravura dentro. Lo que se confirmaba una vez eran picados.

Los seis cárdenos apenas tomaron las muletas con un mínimo celo. Sin ninguna entrega en sus medias arrancadas al paso, echando la cara arriba nada más entrar a la tela y saliendo distraídos de cada embroque o, aún peor, acortando los viajes sin voluntad de emplearse, no propiciaron ni un sólo momento lucido en toda la tarde.

Ante tan pésimo material, la terna intentó sacar un imposible partido a base de voluntad y de pundonor, buscándoles a los lotes unos escasísimos resquicios de brillantez sin obtener ningún resultado positivo.

Diego Urdiales lo intentó por la vía del clasicismo y de la sinceridad en los cites, con un primero rajado y reservón y con un cuarto que no perdió nunca la vista de los chiqueros e incluso de los tendidos, pero al que robó, a base de una precisa técnica, algunos naturales de gusto que parecían impensables minutos antes.

Manuel Escribano recibió a sus dos toros a portagayola, como es su costumbre, y aún vio como el quinto volaba por encima de las tablas al instrumentarle una segunda larga cambiada de rodillas.

Luego los banderilleó con desigual lucimiento, pero logrando la mayor ovación de la tarde al clavarle a ese quinto un arriesgado par al quiebro citándole sentado en el estribo de la barrera.

Pero cuando había caldeado algo el ambiente en los primeros tercios, el torero sevillano se encontró con que ambos toros cambiaron radicalmente de actitud, acortando los viajes y desarrollando una aviesas complicaciones que resolvió con seguridad y buen oficio.

El primero del lote de Alberto Aguilar fue el único toro de la corrida con cierto recorrido en las embestidas, aunque tampoco demasiado y sólo en las tandas iniciales.

El diestro madrileño, tuvo ahí sus mejores momentos, antes de verse obligado a "esgrimear" los derrotes tanto de ese como del voluminoso sexto, de muy similar condición.

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