Diego Caballo
Madrid, 7 ene.- Enrique Meneses Miniaty (Madrid,1929), ejerció hasta hace muy pocos días su profesión, antes de fallecer la pasada noche a consecuencia de un cáncer pulmonar.
Y lo hizo como esos "hombres y mujeres que se abrazaron a una profesión como otros toman los hábitos y hacen votos de castidad" comentaba él.
"Una profesión -según él la explicaba- en la que de nada sirve sentarse detrás de una mesa y escribir folios y folios, sino que hay que ir a buscar la información donde ésta se encuentra, entre otras razones porque el fotoperiodista, además de escribir su propio texto, hace sus propias fotos, y no puede fotografiar nada desde una habitación de hotel".
Meneses aconsejaba a los jóvenes periodistas aprender idiomas y no perder nunca el entusiasmo, la paciencia, la curiosidad, la humildad y el respeto, porque éstos han sido, son y seguirán siendo la clave del oficio.
Entre muchas misiones y cargos, fue corresponsal en Oriente Medio y la India, director del programa "A toda plana" de Televisión Española, director general de ABC de Las Américas, director de la edición española de Playboy, creador y director de Los Aventureros en Radio Nacional, además de trabajar en Life y Paris Match.
De la máquina de escribir pasó al telex, de la linotipia al ordenador, de la foto en película de celulosa a la imagen digital, de las ampliaciones en el cuarto oscuro a la transmisión instantánea y su maquetación en pantalla, largo proceso que ha ido dejando atrás a profesionales como fagocitados por la propia evolución.
"El periodista de ahora -me dijo en una de nuestras largas charlas- tiene que formarse bien e intentar aprender todas las variantes de la profesión, porque cada soporte es una oportunidad más para abrirse camino en este oficio en el que antes de proceder a una cobertura, por anodina que pueda aparentar ser, tiene que informarse y contrastar antes de dar por buena a una sola fuente".
Publicó numerosos libros: "Fidel Castro", "Nasser, el último faraón", "La bruja desnuda", "Seso y Sexo", "Escrito en carne", "Una experiencia humana... Robinson en África", "La nostalgia es un error", "José de Vilallonga", "Castro, empieza la revolución", "África de Cairo a Cabo", y sus memorias, "Hasta aquí hemos llegado", ejemplo de maestría que debería tener lectura obligatoria en todas las facultades de Periodismo.
Su éxito más conocido y admirado fue la exclusiva mundial de retratar, tras convivir varios meses con ellos, a los ENTONCES rebeldes Fidel Castro y Ché Guevara en Sierra Maestra, que le costó pasar por las cárceles de Batista.
Sus fotos, al igual que sus crónicas, informaban, impactaban y muchas veces emocionaban porque eran fruto de la escuela del riesgo, del aprendizaje continuo de la calle y de la cruda realidad; fotos como destellos que capturaron instantes que perdurarán siempre en la memoria colectiva, al igual que los míticos personajes que retrató; son obras de quien supo volar libre, y a ras de tierra, entre las redacciones de algunas de las mejores publicaciones del mundo.
Trabajó y amó África, al que le dedicó su libro "Africa de Cairo a Cabo".
"Ese continente y yo mantenemos una relación sentimental que solo la muerte puede terminar", aseguraba.
-¿Y qué te parece, Diego? Yo, que siempre amé a África, estoy siendo cuidado desde hace unos días por Hicham, que es del Sahara...- me comentaba Meneses
Estuvo también presente en la marcha de Washington por el trabajo y la libertad encabezada por Martín Luther King y su sueño, arrebatado luego por la muerte.
A esa época le debemos sus magníficas fotos de la manifestación y de algunos de los actores que acudieron a ella, como Paul Newman, Marlon Brando, Burt Lancaster, Charlton Heston y Sydney Poitier, además del propio Luther King.
Aprendió a desconfiar del fotómetro porque la arena del desierto multiplicaba la luminosidad; aprendió a dejarse quitar el rollo de película entregándole a la policía uno virgen mientras les hacía creer que era el ya impresionado; aprendió a hacer envíos con su material combinando medios de transporte y salvando la censura.
Hace muy pocos días, la última vez que lo vi, le pregunté: ¿Enrique, qué tienes ahí, un nuevo invento tecnológico?.
Miró, me miró, y dijo: "Ah, eso. Es lo que le ponen a los bebés mientras duermen para vigilarlos... Lo que no saben estos es que yo le doy la vuelta y observo lo que hacen ellos en la cama". Y rompió a reír", la última vez que le vi reír, la última vez que pude hablar con él de la fundación que lleva su nombre, de su televisión utópica y de su blog.
La pasada madrugada, apenas eran las dos, sonó mi teléfono. Era Annick Duval, su pareja, su compañera hasta el final, y no hicieron falta las palabras.
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