Fiesta y amor salvaje en la Australia profunda

Camionetas, botas de vaquero y ríos de alcohol: bienvenidos al mundo moderno de las citas de amor en la Australia rural, muy distintas a las de la ciudad y para las que las aplicaciones de encuentros online no sirven de nada.

Para los solteros de ambos sexos que habitan en granjas aisladas o pueblos donde todos se conocen, los "Bachelor and Spinster bals" (B&S) son la mejor oportunidad para hallar a su media naranja que cualquier aplicación digital tipo Tinder.

Los bailes para solteros son una antigua tradición en la Australia profunda y siguen atrayendo a jóvenes en busca de amor, aunque emborracharse juntos parece ser el principal objetivo de muchos de los participantes.

"Es 100% diferente, totalmente a la vieja usanza", explica a la AFP Emily Pitt, de 24 años y oriunda de Gulgong, un pueblo que remonta a la época de la fiebre del oro. "Así se juntan los solteros en el campo. Somos rurales, separados por cientos de kilómetros"·

Rodeado de campos de trigo y colza, Ariah Park es más conocido por su producción cerealera que por su vida nocturna. El pueblo cuenta con unos 500 habitantes y su avenida principal, rodeada de edificios históricos y amplias verandas, parece salido de otra época.

Sin embargo, esta localidad habitualmente tranquila situada a unos 400 kilómetros al oeste de Sídney despierta repentinamente un sábado. Camionetas rurales de distintas épocas convergen en un predio con los fiesteros.

Unas 1.500 personas participaron en la edición 2016 de este acontecimiento a fines de octubre, en el que la gente bebe y baila al aire libre: fue el segundo más concurrido en 32 años de existencia. Muchos llevan sombrero de vaquero y en la mano latas de cerveza, o de ron con coca-cola.

Aunque el "dress code" del baile es relativamente estricto, es precedido por una fiesta menos formal, con participantes en short, camisetas gastadas y chanclas, y que beben abundantemente.

Claudia Bailey, de 21 años, participa en su segundo B&S y recorrió 200 kilómetros para llegar hasta Ariah Park. "Nos divertimos, conocemos gente, estamos de fiesta". "Llegamos el viernes de noche y todavía no hemos dormido. No tiene nada que ver con los boliches, es algo muy distinto".

Al caer la noche, los solteros se visten de manera más formal y se juntan bajo una gran carpa, gritando, moviendo los pies y lanzando al aire sus sombreros, al son de temas de rock country.

Los bailes B&S son famosos por la cantidad de alcohol que se consume en ellos, los encuentros sexuales de una noche y las carrera de automóviles improvisadas. La seguridad forma parte de las preocupaciones de los organizadores.

La entrada cuesta 120 dólares australianos (85 dólares) e incluye un preservativo y una cerveza servida en vaso de plástico.

En otra época, los conductores de camionetas rurales --conocidas en Australia como "utes" y que sirven para transportar material agrícola y ganado-- se divertían circulando a toda velocidad por el predio.

Hoy está prohibido y en lugar de eso se divierten haciendo rugir sus motores, que lanzan llamas y humo por el caño de escape.

"Mi motor hace bastante ruido, (...) saco llamas casi siempre", asegura Mandy Mannington, de 22 años, que vive en la localidad vecina de Marrar. "Cuando hago esto hay gente que me pide casarse conmigo".

Un joven da vueltas montado en una cortadora de césped. Otro se pasea con un bastón fabricado con latas de ron pegadas. Tiene mucho éxito y genera gritos admirativos de "¡Gandalf!", en referencia al personaje de "El señor de los anillos" de Tolkien.

Jack Beehag, de apenas 20 años, vive en Sídney pero adora ir a los B&S. Le gusta su ambiente distendido. "Se puede hablar de lo que sea", lo cual según él es diferente a los encuentros orquestados a través de las "apps". "Aquí todos nos llevamos mejor".

Hay ambulancias estacionadas ante los males inevitables.

"Hoy ya tuvimos uno que bebió demasiado, se cayó de su 'ute' y se hizo daño en la cabeza", explica Aaron Savidge, uno de los paramédicos. "Tenemos de todo, gente que se cae, que se tuerce un tobillo o con dolor de espalda".

A medida que avanza la fiesta y se disparan los niveles de alcoholemia, las camionetas se convierten en habitaciones improvisadas para parejas fortuitas.

Ned Fisher, un organizador, evoca los B&S de antes. "Nos sentábamos a cenar, había que llevar corbata negra y zapatos de verdad. Ahora todo es más moderno, más festivo. La gente viene a divertirse, a conocer gente nueva y dejarse llevar, sin límites".

Mostrar comentarios