Font, de Comediants, hace con Rossini una metáfora ardiente del intercambio

  • Madrid.- Una metáfora ardiente y juguetona sobre el intercambio entre Oriente y Occidente y entre hombres y mujeres. Eso es lo que Joan Font, de Els Comediants, quiere transmitir con su montaje de "La italiana en Argel", una "locura organizada" de Giacomo Rossini, que el Teatro Real estrena el 1 de noviembre.

Font, de Comediants, hace con Rossini una metáfora ardiente del intercambio
Font, de Comediants, hace con Rossini una metáfora ardiente del intercambio

Madrid.- Una metáfora ardiente y juguetona sobre el intercambio entre Oriente y Occidente y entre hombres y mujeres. Eso es lo que Joan Font, de Els Comediants, quiere transmitir con su montaje de "La italiana en Argel", una "locura organizada" de Giacomo Rossini, que el Teatro Real estrena el 1 de noviembre.

Mézclese ironía, sexualidad, y sensualidad, eunucos, corsarios y odaliscas, el mar, manzanas recubiertas de caramelo rojo, palos rosas de algodón de azúcar, pizza y pasta y saldrá el olor que al que Font quiere que huela el espectador al ver esta historia, en la que el sello de Els Comediants, una mezcla mediterránea hecha de placer, sol y modernidad callejera, es inconfundible.

Esta ópera "loca" y "energética", una coproducción del Real, el Maggio Musicale Fiorentino, el Grand Théâtre de Burdeos y la Houston Grand Opera, fue descrita por Stendhal como "la perfección del género bufo".

Por eso, según explica Font en una entrevista con Efe, su aproximación es "divertida", "pasional" y "colorista" pero sin pretensiones de reescribir un libreto -firmado por Angelo Anelli- "tan moderno" con una música "excelente".

En "La italiana en Argel" (1813), que cuenta la historia de una mujer que acude a rescatar a su amante arrostrando toda clase de peligros y que es capaz de salir airosa en un mundo de hombres "maltratadores", quiere, sobre todo, divertir al espectador, que verá a Isabella, Mustafá, Lindoro y Taddeo resolver sus diferencias en una luminosa playa.

Al director Jesús López Cobos le parece que la música de Rossini es "luminosa", "exótica" y "muy moderna" -"no parece ni de lejos que esté escrita hace casi 200 años"- , y que transmite a la perfección la viveza, la alegría y el color que Font ha capturado para su montaje.

"Es una gran fiesta, en la que hasta los cañones se convierten en botellas de chianti gigantes, y se hacen dueños del escenario los 'muñecones'", dice a Efe el director de la música, una partitura que hace "olvidar las miserias de este mundo", asegura, aunque quiere dejar claro que "las comedias dan mucho más trabajo que las tragedias".

A la búlgara Vesselina Kasarova, una de las mezzosoprano más sobresalientes de su generación, le parece también "una historia muy moderna", que habla de la emancipación de la mujer, y de su papel opina que es un rol "muy exigente", que requiere mucho color en la voz para transmitir "erotismo, inteligencia, humor y poder sobre los hombres".

Kasarova, que asegura a Efe que "lo único bueno" que tuvo "la época comunista" fueron sus cinco años estudiando teatro, defiende con pasión la forma en la que dirige su carrera -"en mis 22 años de carrera me he mantenido siempre fiel a mí misma sin pensar en los aplausos"-.

Además, critica a quienes "estrechan" su capacidad vocal afrontando papeles con los que no pueden: "a mí no hay nada en el mundo capaz de doblegarme para que venda mi alma", advierte.

A la artista le gusta la mentalidad de los españoles, "auténticos, cálidos, generosos, con formación pero desenfadados, no como los italianos, que son unos creídos que todo lo saben"

Kasarova "adora" que el Teatro Real se ocupe como lo hace de "todos y cada uno de los artistas" y afirma rotunda que López Cobos es "uno de los mejores directores" que existen y es "un placer" cantar a sus órdenes.

Para Carlos Chausson (Zaragoza, 1950), "La italiana en Argel" es "pura energía", con coloraturas para su voz y agilidades técnicas "dificilísimas", de las que sale tan airoso como cada vez que interpreta a un bajo bufo: "escuchas la música y te da un subidón. A mi Rossini me pone", ríe.

Nunca sabrá, dice a Efe sin resquemor ni "espinitas clavadas", si su carrera habría sido distinta si hace 35 años sus profesores hubieran clasificado su voz como de barítono y no de bajo.

"La vida me ha colocado quizá donde me merezco. Habría dormido muy mal con la responsabilidad y el estrés que tiene un barítono, prefiero mi vida tal y como es", insiste Chausson.

Y señala que está "en los últimos años de su carrera" pero que afronta retos como cantar próximamente "El Barbero de Sevilla" colgado de un cable con total confianza: "a lo mejor me mato, ya veremos", bromea.

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